Capítulo XXXVII

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El sonido de la lluvia golpeando el techo es lo único que llena el silencio en la habitación. La monotonía del sonido se vuelve casi hipnótica, pero no es suficiente para distraerme de la tormenta que se arremolina dentro de mí. Mis ojos recorren el techo, buscando un escape, pero mis pensamientos me atrapan cada vez más. He estado aquí antes, cuestionando una y otra vez quién soy en realidad. ¿Debería ser más amable? ¿O tal vez debería endurecerme aún más? A veces siento que he sido demasiado dura, otras veces, demasiado blanda. Y en medio de todo, la duda me corroe.

Siempre me he considerado alguien fría. No tengo muchos amigos, y aunque trato de disimularlo, mi vida se siente más como una tragedia que un cuento de hadas. La única excepción es Matthew. Él es la chispa que rompe con mi monotonía, el único capaz de arrancarme de este ciclo interminable. Cada vez que está cerca, algo dentro de mí se agita. Mi corazón late desbocado, como si todo a su alrededor floreciera, incluso cuando todo parece estar marchito.

Y luego, vuelvo a caer en el mismo lugar oscuro. ¿Soy una mala persona? Esa pregunta me atormenta. ¿Qué estoy haciendo mal? Esta vez, no puedo fingir que no me importa. Porque me importa. Este sentimiento que me oprime el pecho es sofocante, me consume, me agota. Mi mente repite una y otra vez escenas que no puedo controlar, recuerdos de momentos en los que me he sentido insuficiente, incapaz.

(..)

Aún faltan unos minutos para la hora libre, pero ya estamos terminando de almorzar. El sonido de las risas alrededor me distrae un poco. Matthew parece relajado, lo cual me da un respiro momentáneo. Lo observo de reojo mientras charla con los chicos, y en ese instante, todo se siente normal, casi fácil. Bastián y Erika están conmigo, y aunque hablamos de cosas sin importancia, el ambiente se siente ligero.

—Quiero tener un novio —dice Bastián, murmurando cerca de mi oído como si fuera un secreto.

—Te conseguiremos uno. No puedes ser el único soltero del grupo —responde Erika con una sonrisa burlona, dándole una palmada en el hombro. La situación es típica entre nosotros, y por un momento, me permito sonreír.

Erika había terminado con su pareja hace ya algún tiempo, estuvo hablando con Daniel, cosas que quedaron inconclusas por la actitud de este, pero por obras del destino, ha decidido volver con su expareja, y a pesar de que lo odiemos, no tenemos opción que apoyarla, pues ella lo ama. 

—Necesito que me amen, me abracen, me embaracen y luego me abandonen —exclama Bastián con tono exageradamente dramático, provocándome una carcajada. Sin embargo, mi risa se apaga cuando noto la mirada de Matthew fija en mí desde el otro lado de la mesa. Mi corazón se acelera de nuevo, pero esta vez no es por la emoción, sino por una sensación incómoda que no puedo ignorar.

Recojo mis cosas y me levanto. Algo no está bien.

—Vamos al sótano —le digo, tomando su mano con suavidad y guiándolo hacia las escaleras. A medida que descendemos, el ambiente se vuelve más frío, más oscuro. Pero no importa. El sótano siempre ha sido nuestro refugio, el lugar donde hablamos sin miedo a que nos escuchen.

Nos sentamos frente a la fotocopiadora, en silencio. El aire está cargado, y sé que él también lo siente.

—Entonces... ¿me dirás qué te pasa? —pregunto, mi voz más firme de lo que esperaba. La incertidumbre y los nervios crecen dentro de mí, pero intento mantener la calma.

Matthew toma una respiración profunda, y finalmente se atreve a hablar.

—Está bien... ¿recuerdas ese día en el parque, cuando hablaba con Alan? —Asiento, aunque la confusión me nubla un poco—. Le pedí consejo porque ya no sabía qué hacer. Te voy a ser sincero... No me gusta cuando bromees con Lisa y Sam. Me incomoda, pero tenía miedo de decírtelo. Así que, al sentirme al borde, le he preguntado a Alan y él me ha dicho que no te ibas a enojar, pero, aun así, ese miedo seguía ahí.

Rumores de un Corazón Desgarrado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora