-Capítulo XXX-

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Siento mis manos frías, temblorosas por los nervios, y la falta de sueño se refleja en las ojeras que oscurecen mis ojos. Camino hacia el salón de inglés, donde Valezka ya me espera; me lo ha dicho en un mensaje que leí con el corazón en vilo.

Al llegar, la veo sentada en el suelo, apoyada contra la baldosa. No se ha dado cuenta de mi presencia, está de espaldas a mí, y por un instante me detengo, preguntándome si esto es lo correcto. Pero ya estoy aquí, y no voy a dar marcha atrás.

—Hola, Vale —digo, rompiendo el silencio antes de sentarme a su lado. Ella levanta la vista hacia mí, y me ofrece una pequeña sonrisa, apenas un gesto, pero suficiente para romper la tensión.

—Ahora sí, dime qué sucede. Desde ayer estoy intrigada —responde con su voz habitual, aunque hay algo diferente en su expresión, algo que no puedo descifrar del todo.

—Primero, quiero pedirte que no te enojes mucho, ¿sí? —le digo, sintiendo cómo el peso de las palabras se me agolpa en la garganta. Valezka me mira, sorprendida, sus ojos reflejan un desconcierto que me hace dudar.

—Mmm, no sé qué me vas a decir, así que no puedo prometer nada —responde, su tono ahora más serio, y yo bajo la mirada, fijándola en el suelo.

—Bueno... ¿Te acuerdas de lo que te mencioné ayer? —Ella asiente, sin decir nada—. Vale, eso no es todo, así que te lo diré de una vez: Matthew es mi pareja desde hace dos semanas... —Las palabras salen apresuradas, como si no pudiera contenerlas más. Al no escuchar respuesta, levanto la mirada, y veo cómo Valezka se pone de pie de inmediato, obligándome a hacer lo mismo.

—Joselyne, él es mi primo. No me gusta mezclar a mi familia con mis amigos, ¿entiendes? No solo por eso, sino porque no quiero que te haga daño, eres mi amiga —sus palabras se atropellan unas a otras, como si quisiera sacarlas todas de golpe—. La verdad, no sé qué decirte. No puedo obligarte a dejarlo, pero tampoco me gusta esta relación. Ahora tendré que llevarme bien con él por ti, y no sé... estoy en shock.

—Matthew me contó que ustedes casi no se hablan como antes, pero no te preocupes por eso. Sé que no te va a gustar la idea, pero por favor, no quiero perder tu amistad...

—No la vas a perder, pero en este momento estoy en shock. No sé qué decir, así que creo que lo mejor es que me vaya —responde, tomando su mochila del suelo y alejándose, buscando un lugar lejos de donde yo esté.

Me dijo que no iba a perder su amistad, pero aun así, reaccionó mal. Su expresión reflejaba molestia y desagrado. Me siento culpable por estar con alguien que ella considera tan importante, su familia. Pero no pude evitar enamorarme de él, y desearía que al menos pudiera apoyarme en esto.

(...)

—Mi niña, ¿qué te ha dicho? —Matthew se acerca a mí en cuanto entro al salón, su voz suave, preocupada.

—Pues... se ha molestado. Al final me dijo que no le gustaba, que aunque no perdería su amistad, estaba en shock, y luego se fue —digo, dejando caer mi cabeza sobre su pecho. La tristeza me pesa más de lo que esperaba.

—Espero que no dure mucho su enojo y que todo vuelva a ser como antes —me responde, esbozando una pequeña sonrisa mientras me rodea con sus brazos. Por el rabillo del ojo, noto las miradas curiosas de los demás. No sé quién más se habrá dado cuenta, aparte de nuestros amigos cercanos. Nosotros no somos de los que se besan para saludarse, y la vergüenza es tal que apenas puedo darle un beso cuando nos despedimos, nada más que un simple roce.

—¿Los chicos no te han dicho nada? —levanto la cabeza para mirarlo a los ojos, sintiendo cómo me pierdo en ellos una vez más.

—¿Sobre qué?

—Ya sabes... sobre nuestra relación. Dereck me ha estado molestando, diciendo que seremos su nueva novela mexicana, como los dramas de "La Rosa de Guadalupe"- digo y una sonrisa escapa de mi boca.

—No mucho, al igual que contigo hacen pequeñas bromas, pero de ahí en fuera, nada más.

—El que al parecer se ha molestado por nuestra relación, ha sido Daniel...no sé, hace un par de horas, cuando ha intentado abrazarme, y me he hecho para atrás, me ha preguntado si tengo novio, a lo que yo le contesté que pues sí, que eras tú. Se me ha quedado mirando completamente serio y me ha negado con la cabeza, no dijo nada más que eso y se ha ido de donde estábamos- la verdad es que no entendí el porqué de la acción de Daniel, se supone que éramos buenos amigos, y simplemente ha parecido molestarle.

—¿No será que le gustas? —pregunta Matthew, con un toque de desagrado en la voz.

—No lo sé, no lo creo. Pero su reacción fue realmente extraña. Alan también ha estado raro últimamente; si ya de por sí era serio, ahora lo es aún más —le respondo, frunciendo el ceño con una mueca.

—No me ha dicho nada. Incluso él se une a las pequeñas bromas que hace Joan —me encoge de hombros, mostrándome que también está confundido. No le doy más vueltas al asunto y giro la mirada hacia el frente; la profesora ya ha entrado al salón.

(...)

De regreso en casa, una leve tristeza me invade. Hoy comenzaban las vacaciones de quince días, y eso significaba que no vería a mi adorable novio por un tiempo. Me he acostumbrado tanto a su presencia, a la calidez de sus abrazos, a la luz de su sonrisa, que ya no recuerdo cómo era mi vida antes de él. Siento que antes solo existía un cuadro descolorido, una vida en tonos grises a la que él le devolvió el color y la vitalidad.

Los días se han vuelto más fríos de lo habitual. Me parece una broma cruel del destino; teníamos planes de ir a las piscinas, pero con este clima, ni siquiera sé si esos planes se podrán cumplir. Afuera, la fiebre del fútbol ha vuelto a apoderarse de la ciudad. Las calles se llenan de gente que bebe y grita, sumergida en la euforia de los partidos. Es una escena común en estos tiempos, así que lo único que queda es observar los partidos y dejar que el tiempo pase.

Rumores de un Corazón Desgarrado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora