Capítulo 8: "Aprendo a criar zombis."

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Uno de los problemas de volar en un pegaso a la luz del día es que, si no tomas precauciones, puedes provocar un accidente en la autopista de Long Island. Y provocar eso no me haría mejor que maníacos inestables como Luke Castellan. Procuré mantenerme por encima de las nubes, que por suerte son bastante bajas en invierno. íbamos lanzados, tratando de no perder de vista la furgoneta del campamento.

Si abajo hacía frío, imagínate allí arriba, en el aire, donde me acribillaba una lluvia helada. Me habría ido bien un juego de ropa térmica como los que venden en el almacén del campamento. Aunque después de la historia de Phoebe y Thalia con las camisetas rociadas de sangre de centauro, no sabía si volvería a fiarme de sus productos. Sin embargo, Leo ayudaba. Su temperatura corporal siempre oscila los 40 grados. Algo que mataría a un humano promedio, pero como él era hijo de Hefesto, era una chimenea andante.

Perdimos de vista la furgoneta un par de veces, pero estaba casi segura de que primero pasarían por Manhattan, así que no me fue difícil localizarlos de nuevo. El tráfico era pésimo con las vacaciones. Entraron en la ciudad a media mañana. Como di mi palabra, decidí ser precavida, y no me importaba aburrirme un par de horas en lugar de impacientarme, descender y atravesar una de las ventanas de la furgoneta para gritar: "¡SORPRESA!." Hice que Blackjack se posara cerca de la azotea del edificio Chrysler y desde allí observé la furgoneta blanca. Creía que se detendría en alguna estación de autobuses, pero siguió adelante.

--- ¿A dónde los llevará Argos?. --- murmuró Leo.

«No es Argos el que conduce, jefa --- contestó Blackjack --- . Es esa chica.»

--- ¿Qué chica?.

«La cazadora. La que lleva una corona de plata en el pelo.»

--- ¿Zoë?.

«Esa misma. ¡Eh, mire! Una tienda de donuts. ¿No podríamos comprar algo para el viaje?»

Intenté explicarle que si entraba en la tienda con un pegaso, le daría un ataque al guardia de seguridad. Pero él no acababa de comprenderlo. Luego miré a Leo, el que me miraba como si hubiese dicho que que Batman es mejor que Iron Man. Una verdadera traición para un fan de Marvel como él. Tuve que explicarle lo que Blackjack me acababa de decir, obviamente descartando lo de las donas.

La furgoneta, entretanto, continuaba serpenteando hacia el túnel Lincoln. Nunca se me habría ocurrido que Zoë supiera conducir. Vamos, si parecía no haber cumplido los dieciséis. Claro que era inmortal. Me pregunté si tendría un permiso de conducir de Nueva York y, en tal caso, qué fecha de nacimiento figuraría allí. También me preguntaba qué pensaría Argos sobre que tomaron su puesto de conductor designado, a menos que le hayan robado la furgoneta.

--- Bueno --- dije --- , vamos tras ellos.

Íbamos a emprender el vuelo desde lo alto del edificio Chrysler cuando Blackjack soltó un relincho y casi nos derribó. Algo se me estaba enroscando por la pierna como una serpiente. Busqué mi espada, pero al mirar vi que no era ninguna serpiente, sino ramas de vid. Habían surgido de las grietas del edificio y se enredaban entre las patas de Blackjack, y en mis propios tobillos, inmovilizándonos a ambos.

--- Oh no. --- murmuró Leo, afianzando su agarre alrededor de mi cintura.

--- ¿Iban a alguna parte?. --- dijo el señor D.

Estaba reclinado contra el edificio, aunque en realidad levitaba en el aire, con su chándal atigrado y su pelo oscuro ondeando al viento. Dioses, desearía que lo hubiera pensado bien, porque esa posibilidad no figuró en mi mente cuando escapamos. Me tomó dos segundos que parecieron dos semanas para darme cuenta de que difícilmente saldríamos de eso con vida, o cuerdos.

Andy Jackson y La Maldición del TitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora