Capítulo 11: "Practico snowboard con un cerdo."

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Habíamos llegado a los alrededores de una población de esquí enclavada entre las montañas. El cartel rezaba: «Bienvenido a Cloudcroft, Nuevo México.» El aire era frío y estaba algo enrarecido. Los tejados estaban todos blancos y se veían montones de nieve sucia apilados en los márgenes de las calles. Pinos muy altos asomaban al valle y arrojaban una sombra muy oscura, pese a ser un día soleado.

Incluso con mi abrigo de piel de león, estaba helada cuando llegamos a Main Street, que quedaba a un kilómetro de las vías del tren. Grover me dejó entrelazar su brazo con el mío, para mantenernos juntos y tener algo de calor. Pero aún así nuestras mejillas estaban rojas mientras avanzábamos. Mi corazón estaba acelerado, trataba de bombear más sangre. Yo no sentía la punta de mi nariz.

Ah, ah, ah, pero mientras caminaba, decidí ser honesta con la persona con la que más confianza tenía en todo el grupo. Mientras caminábamos, le conté a Grover la conversación que había mantenido con Apolo la noche anterior, incluido su consejo de que buscase a Nereo en San Francisco. Grover parecía inquieto. Lo miré de reojo, yo sabía que él odiaba cuando yo tenía que hacer cosas como esa. Tal vez porque él fue mi protector en su momento.

--- Está bien, supongo --- dijo --- . Pero antes hemos de llegar allí.

Yo hacía lo posible para no deprimirme pensando en nuestras posibilidades. No quería causarle un ataque de pánico a Grover, pero sabía que había otra fecha límite que pendía sobre nuestras cabezas, además de la que nos obligaba a salvar a Artemisa antes de la Asamblea de los Dioses. El General había dicho que sólo mantendría con vida a Will y a Magnus hasta el solsticio de invierno, es decir, hasta el viernes. Sólo faltaban cuatro días. También había hablado de un sacrificio. Y eso no me gustaba nada.

¿Qué es lo que me hacía pensar en que mis amigos serían sacrificios humanos? No quiero ser tu persona favorita, por lo que seré sincera. Estaba demasiado traumada como para saber que la posibilidad de ser sacrificados no era una locura. No era un secreto saber que la sangre en nuestras venas tenía poder. Y no quiero decir que solo somos daños narcisistas hechos por amoríos entre especies, somos armas. Las mejores armas que los dioses han inventado. Me sentí extraña al pensar en eso, por unos segundos dejé de sentirme yo y me sentí Luke.

Nos detuvimos en el centro del pueblo. Desde allí se veía casi todo: una escuela, un puñado de tiendas para turistas y una cafetería, algunas cabañas de esquí y una tienda de comestibles. Resoplé. Estaba cansada de que la suerte nos echara a patadas de su casa, usando siempre la puerta trasera.

--- Estupendo --- dijo Nico, mirando alrededor --- . Ni estación de autobuses, ni taxis ni alquiler de coches. No hay salida.

--- ¡Hay una cafetería!. --- exclamó Leo, con sus brillantes ojos café clavados en la cafetería. Teniendo en cuenta que estuvo toda la noche despierto, yo sabía que él necesitaba una buena taza de café. O tal vez veinte.

--- Sí --- estuvo de acuerdo Zoë --- . Un café iría bien.

--- Y unos pasteles. --- añadió Jason con ojos soñadores.

--- Y papel de cera. --- El estómago de Grover gruñó.

Nico suspiró: --- Está bien. ¿Qué tal si van ustedes por algo de desayuno? Andy, Bianca y yo iremos a la tienda de comestibles. Quizá nos indiquen por dónde seguir.

Quedamos en reunimos delante de la tienda un cuarto de hora más tarde. Bianca parecía algo incómoda con la idea de acompañarnos, pero vino sin rechistar. Pero, ah, procurando siempre estar cerca de mí y no de su hermano. Como si él fuese un extraño en el cual no podía confiar. 

Eso me enfadó. Me enfermaba verla tan alegre con sus nuevas amigas e ignorando a su hermanito. Nico era uno de- ¿mis mejores amigos? No lo sé, pero él era importante para mí, lo que quiere decir que ese tipo de indiferencia me enfurece.

Andy Jackson y La Maldición del TitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora