Capítulo 19: "Desertores."

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Antes de dejar el Olimpo, decidí hacer unas llamadas que necesitaba hacer antes de perder la cabeza por todo lo que había pasado en pocos días. No fue fácil con el jaleo de la fiesta, pero al final encontré una fuente tranquila en un rincón del jardín y le envié un mensaje Iris a mi hermano Tyson, en el fondo del océano. Sonreí ampliamente apenas lo vi, hubo varios momentos en los que creí que no lo volvería a ver jamás, a él o a mi madre.

Recuperé el tiempo perdido y le dije todo lo necesario. Era sólo un Mensaje Iris, pero me hubiera encantado tenerlo allí, para poder abrazarlo y tal vez llorar de alivio durante unos minutos. Pero mi corazón tendría que contenerse hasta regresar a casa pese a que eso tal vez lo rompía aún más, pero al menos pude recuperar el tiempo perdido.

Le hablé de nuestras aventuras y de Bessie —él quería conocer todos los detalles sobre aquel bebé encantador de toro-serpiente—, y le aseguré que todos nuestros amigos estaban a salvo. Finalmente, le expliqué los daños que el ataque del mantícora había causado en el escudo que él me había fabricado el verano anterior.

--- ¡Aja! --- dijo --- . ¡Eso significa que era bueno! ¡Te salvó la vida!.

--- Ya lo creo, grandullón --- sonreí tristemente --- . Pero está destrozado.

--- ¡De eso nada! --- me prometió --- . Iré a visitarte el próximo verano y te lo arreglaré.

La idea me entusiasmó tanto que casi rompí el mármol de la fuente debajo mi agarre. Supongo que no me había dado cuenta de lo mucho que lo echaba de menos. Es broma, lo extrañaba mucho. Su habitación en nuestro departamento permanecía intacta, tan ordenada como él la dejó. Extrañaba a mi hermanito, quería tenerlo conmigo un poco más, y yo no lo decía porque desear eso era algo un poco egoísta, pero me alegraba saber que nos veríamos tan pronto.

--- ¿En serio? --- le pregunté --- . ¿Te dejarán unos días libres?.

--- ¡Sí! He hecho dos mil setecientas cuarenta y una espadas mágicas --- dijo orgulloso, mientras me mostraba la hoja que estaba trabajando --- . El jefe dice: «¡Buen trabajo!» Me dejará que me tome todo el verano. Y yo iré de visita al campamento.

Todavía hablamos un rato de los preparativos de la guerra y del combate que libraba nuestro padre con los antiguos espíritus del mar, y de las cosas divertidas que podríamos hacer juntos el próximo verano... Hasta que su jefe empezó a vociferar y tuvo que volver al trabajo. Me despedí de él y tan pronto como su imagen desapareció entre el agua, yo suspiré y mi sonrisa se esfumó.

Porque, por otro lado, lo extraño mucho y me pone muy triste ya no verlo. Apoyé mi sien contra el mármol y cerré mis ojos. Me sentía obligada a contener mis emociones, es el deber de una hermana mayor. Yo no tenía derecho a sentirme mal cuando Tyson era feliz. Saqué mi último dracma de oro y mandé otro Mensaje Iris.

--- Sally Jackson --- dije --- . En el Upper East Side de Manhattan.

La niebla tembló un instante y enseguida apareció mi madre en la mesa de la cocina, riendo a carcajadas y con las manos entrelazadas con su amigo, el señor Besugoflis. Aquello me resultó tremendamente embarazoso y ya estaba a punto de agitar la niebla con la mano para cortar la comunicación cuando mi madre reparó en mí. Abrió unos ojos como platos y soltó a toda prisa la mano de Besugoflis.

--- ¡Ay, Paul! --- le dijo --- . Me he dejado el cuaderno en la sala de estar. ¿Te importa ir a buscarlo?.

--- Claro, Sally. Ahora mismo voy.

En cuanto salió de la habitación, mi madre se inclinó hacia delante para ver con claridad el mensaje: --- ¡Andy! ¿Estás bien?. --- sus ojos brillaron en un maravilloso color turquesa al mirarme. Yo sonreí cálidamente y suavicé mi semblante. Dioses, yo la había extrañado tanto.

Andy Jackson y La Maldición del TitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora