Prólogo: "Mi operación de rescate sale fatal."

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El viernes antes de las vacaciones de invierno, mi madre me preparó una bolsa de viaje y unas cuantas armas letales y me llevó a un nuevo internado. Por el camino recogimos a mis amigos; Nico, Will, Leo, Jason y Magnus. Los cinco nacieron inocentes, también crecieron siendo reconocidos para bien o para mal en nuestro mundo. Pero podría decirse lo mismo de mí. No éramos chicos normales, pero mamá nos trataba como si lo fuéramos.

Desde Nueva York a Bar Harbor, en Maine, había un trayecto de ocho horas en coche. El agua nieve caía sobre la autopista. Los chicos y yo solíamos visitarnos para entrenar o ponernos al corriente, pero estábamos demasiado nerviosos para decirnos algo. Salvo mi madre, claro. Ella, si está nerviosa, todavía habla más. Cuando llegamos finalmente a Westover Hall estaba oscureciendo y mi madre ya les había contado las anécdotas más embarazosas de mi historial infantil, sin dejarse una sola. Eso significa que en ese punto no me aterrorizaba lanzarme del vehículo y morir.

Jason limpió los cristales empañados del coche y escudriñó el panorama con los ojos entornados: --- ¡Uf! Esto promete ser divertido.

Westover Hall parecía un castillo maldito: todo de piedra negra, con torres y troneras y unas puertas de madera imponentes. Se alzaba sobre un risco nevado, dominando por un lado un gran bosque helado y, por el otro, el océano gris y rugiente. Mi madre tomó mi mano, lo cual no me sorprendió. Nací buscando las manos de mi madre, siempre me daban consuelo, me hacían sentir que el universo no me odiaba tanto.

--- Me recuerda a Hogwarts. --- comentó Will.

--- A mí me recuerda a un típico episodio de Scooby Doo. --- Leo agregó.

--- ¿Segura que no quieres que los espere?. --- preguntó mi madre.

--- No, gracias, mamá. No sé cuánto tiempo nos va a llevar esto. Pero no te preocupes por nosotros.

--- Claro que me preocupo, Andy. Eres mi pequeña estrella azul --- me besó la mejilla ---  . ¿Y cómo piensan volver?.

Rogué no haberme ruborizado. Bastante incómodo era ya tener que recurrir a ella para que me llevase en automóvil a mis batallas. Tenía mucho miedo de quedarme en el automóvil más tiempo, además, ella acababa de llamarme con un apodo demasiado tierno. Mamá solía decirme así, ya que me gusta el azul y ella me ve como un ser brillante y bonito como una estrella. Es conmovedor que me compare con una bola de fuego que arde a millones de años luz de distancia.

--- Todo irá bien, señora Jackson --- terció con una sonrisa Magnus, que llevaba el pelo rubio recogido bajo una gorra. Sus ojos brillaban con el mismo tono gris del mar revuelto --- . Nosotras nos encargaremos de mantenerla a salvo. ¿No es así, muchachos?.

--- ¡Sí!. --- exclamó el resto del grupo, como una tropa de soldados.

Deseé morir en ese momento, pero mi madre pareció calmarse un poco. Magnus es para ella el semidiós más sensato que ha llegado jamás a octavo curso. Ella consideraba a Leo un muchacho muy alegre y carismático. Aunque lo adoró cuando Leo reparó la ducha de nuestra casa en menos de dos segundos. Will era amable y servicial, siempre atento a las necesidades de otros. Era quién relevaba a mamá en su ausencia.

Pese a lo fortachón que era Jason, siempre actuaba muy tímido y educado, lo cual enternecía a mi madre. Jason era como el papá, siempre firme y serio, pero adorable. Aunque con Nico se le activaba el instinto materno. Nico era muy calmado y maduro, pero siempre fue pequeño y delgado, por lo que mamá siempre lo invitó a cenar. Ella me dice que debo estar agradecida por tener tan buenos amigos, ya que está convencida de que, si no me han matado, más de una vez ha sido gracias a ellos. Lo cual es cierto, pero eso no significa que me guste reconocerlo.

--- Muy bien, queridos --- dijo mi madre --- . ¿Tienen todo lo que necesitan?.

--- Sí, señora Jackson --- respondió Nico --- . Y gracias por el viaje.

Andy Jackson y La Maldición del TitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora