Capítulo 1: "El subdirector saca un lanzamisiles."

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Es gracioso como los monstruos más extraños solían encontrarnos en los peores momentos. Normalmente podíamos seguir adelante luego de sobrevivir al primer contacto con un monstruo, pero en algunos casos los mestizos no sobrevivían a ese primer contacto. Y el primer contacto de Bianca la encontró en el peor momento posible. No es mucho pedir una disculpa por parte de la buena suerte, pero ya exigiría mucho en ese punto.

Yo no sabía qué clase de monstruo sería el doctor Espino, pero rápido sí que era. Tal vez podría defenderme si lograba activar mi escudo. Sólo tenía que apretar un botón de mi reloj. Ahora bien, proteger a Bianca ya era otra historia. Miré de reojo como Nico sujetaba firmemente la mano de su hermana, negándose a soltarla, lo cual no me sorprendía. No fue culpa de ninguno de los dos el que hayan sido separados.

Pero Nico estaba desarmado, no podía hacer mucho por ella en ese estado. Y sentía que el doctor Espino no dudaría en empalarlo si trataba de invocar alguno de sus esqueletos. Para todo eso necesitábamos ayuda, y sólo se me ocurría una manera de conseguirla. Cerré los ojos.

--- ¿Qué haces, Jackson? --- silbó el doctor --- . ¡Muévete! .

Abrí los ojos y seguí arrastrando los pies: --- Es el hombro --- mentí con aire abatido --- . Me arde.

--- ¡Bah! Mi veneno hace daño pero no mata. ¡Camina!.

Nos condujo hasta el exterior mientras yo me esforzaba en concentrarme. Imaginé la cara de Grover; pensé en la sensación de miedo y peligro. El verano pasado Grover había creado entre nosotros una conexión por empatía y me había enviado varias visiones en mis sueños para avisarme de que estaba metido en un apuro.

Si no me equivocaba, seguíamos conectados, aunque yo nunca había intentado comunicarme con él por ese medio. Ni siquiera estaba muy segura de que funcionara estando Grover despierto. Pero para mí, él era mi mejor amigo. Necesitaba confiar en ese vínculo entre ambos. «¡Grover! —pensé—. ¡Espino nos tiene secuestrados! ¡Es un maníaco lanzador de pinchos! ¡Socorro!»

Espino nos guiaba hacia los bosques. Tomamos un camino nevado que apenas alumbraban unas farolas anticuadas. Me dolía el hombro, y el viento que se me colaba por la ropa desgarrada era tan helado que ya me veía convertida en un carámbano. No es mi culpa, hice lo que pude, hice lo que pude, pero no podía dejar de sentirme culpable al ver la expresión aterrada de Bianca.

--- Hay un claro más adelante --- dijo Espino --- . Allí convocaremos nuestro vehículo.

--- ¿Qué vehículo? --- preguntó Bianca --- . ¿Adónde nos lleva?.

--- ¡Cierra la boca, niña insolente!.

--- No le hables así a mi hermana. --- dijo Nico, mirándolo con odio y frialdad. Tenía la sensación de que si él aún tuviera su anillo, ya habría sacado su espada y hubiese tratado de rebanarlo.

El doctor soltó un horrible gruñido. Eso ya no era humano. Me puso los pelos de punta, pero hice un esfuerzo para seguir caminando como una chica obediente. Mi estómago estaba alterado, y casi todo el tiempo traté de no centrarme en la herida. Entonces me encontré con la mirada de Nico, sus ojos se suavizaron, vi cariño y culpa en sus ojos.

Por dentro, yo no paraba de proyectar mis pensamientos a la desesperada, ahora cualquier cosa que pudiese atraer la atención de mi amigo: «¡Grover! ¡Manzanas! ¡Latas! ¡Trae aquí esos peludos cuartos traseros! ¡Y ven con un buen puñado de amigos armados hasta los dientes!»

--- Alto. --- dijo Espino.

El bosque se abrió de repente. Habíamos llegado a un acantilado que se encaramaba sobre el mar. Al menos yo percibía la presencia del mar allá al fondo, cientos de metros más abajo. Oía el batir de las olas y notaba el olor de su espuma salada, aunque lo único que veía realmente era niebla y oscuridad.

Andy Jackson y La Maldición del TitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora