Capítulo 17: "Una amiga dice adiós."

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Aterrizamos en Crissy Field cuando ya era de madrugada. En cuanto el doctor Chase bajó de su Sopwith Camel, Magnus corrió hacia él y le dio un gran abrazo. Frederick quedó con la boca abierta, pero luego cerró sus labios, como si no quisiera desperdiciar ninguna frase posiblemente incoherente y solamente abrazó a su sobrino. Dioses, esperaba que estuvieran más felices por ese reencuentro.

--- ¡Tío! Has volado... has disparado... ¡Por los dioses! ¡Ha sido lo más asombroso que he visto en mi vida!. --- exclamó.

El señor Chase se sonrojó: --- Bueno, supongo que no está mal para un mortal de mi edad.

--- ¡Y las balas de bronce celestial! --- Magnus lo miró con incredulidad --- . ¿Cómo las has conseguido?.

--- Ah, eso. Dejaste varias armas mestizas en tu habitación de Virginia la última vez que... te marchaste --- dijo lentamente. Magnus bajó la vista, avergonzado. El doctor Chase había evitado decir: «te fugaste» --- . Decidí fundir algunas para fabricar casquillos de bala --- prosiguió --- . Un pequeño experimento. --- lo dijo como si no tuviese importancia, pero con un brillo especial en los ojos. Magnus solía tener esa mirada cuando murmuraba planes locos como si no pudiera oírlo. En el fondo de sus corazones ambos eran unos notables científicos locos.

--- Tío... --- murmuró Magnus con la voz entrecortada.

--- Andy, Magnus. --- nos interrumpió Nico.

Él y el resto del grupo se habían arrodillado junto a Zoë y vendaban sus heridas. Nos apresuramos a ayudarlos, aunque tampoco había mucho que hacer. No teníamos néctar o ambrosía. Will estaba demasiado débil. Y yo no sabía cómo tratar heridas con veneno. Y ninguna medicina normal habría servido. Incluso en la oscuridad, percibí que Zoë no tenía buen aspecto. Tiritaba, y el leve resplandor que siempre la acompañaba se iba desvaneciendo.

Eso no era justo. No era justo que fuera ella la que muriera por mano paterna. Zoë merecía volver a esos días mejores en los que disfrutaba pasando tiempo con sus amigas, cazando en el bosque, lejos de los hombres tontos. Estaba tan orgullosa de que alguien como ella haya sido creada de alguien como Atlas. Me sentía tan orgullosa de haber cumplido esa misión luchando a su lado. Y no podía imaginar cómo se sentía Artemisa, o cómo se sentirían las cazadoras y... oh dioses, Thalia.

--- ¿N-no puedes curarla con algún recurso mágico? --- le pregunté a Artemisa con mi voz temblorosa --- . O sea... tú eres una diosa.

Ella parecía muy agitada: --- La vida es algo frágil, Andy. Si las Moiras quieren cortar el hilo, poco podré hacer. Aunque puedo intentarlo. --- fue a ponerle la mano en el flanco, pero Zoë la agarró por la muñeca. Miró a la diosa a los ojos y entre ambas se produjo una especie de entendimiento.

--- ¿No te he... servido bien?. --- susurró Zoë.

--- Con gran honor --- respondió Artemisa en voz baja --- . La más sobresaliente de mis campeonas.

La expresión de Zoë se relajó: --- Descansar. Por fin.

--- Puedo intentar curarte el veneno, mi valerosa amiga. --- dijo la diosa.

Pero en ese momento comprendí que no sólo era el veneno lo que la estaba matando, sino el último golpe de su padre. Zoë sabía desde el principio que la profecía del Oráculo se refería a ella: que perecería por mano paterna. Y sin embargo, había emprendido igualmente la búsqueda. Ella había decidido salvarme, y la furia de Atlas la había roto por dentro.

Miró a Jason y sorprendentemente tomó su mano: --- Lamento que discutiéramos tanto --- le dijo --- . Habríamos podido ser familia. Thalia,... ella... --- sonrió con dolor y amor, con lágrimas brillando en sus ojos, como estrellas --- Ella siempre quiso que nos lleváramos bien.

Andy Jackson y La Maldición del TitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora