Capítulo 25: Más Allá de las Palabras

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*"A veces, lo que más tememos nos muestra lo que realmente sentimos."*

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El sol apenas comenzaba a asomarse en el horizonte cuando llegué al instituto. El viento de la mañana agitaba suavemente mi cabello, y me ajusté la chaqueta gris mientras mis pensamientos revoloteaban, ansiosos y expectantes. Sabía que aquel día no sería como cualquier otro. Lo sentía en lo más profundo de mi ser.

Jake estaba esperándome en la entrada, apoyado contra la pared con una media sonrisa dibujada en el rostro. Su chaqueta de cuero negro y camiseta blanca resaltaban su aire despreocupado, pero había algo en su mirada que delataba nerviosismo. Al verme, sus ojos se iluminaron.

"Calabacita," dijo, usando ese apodo que había comenzado como una broma, pero que ahora llevaba un significado especial para los dos. Me acerqué a él y, antes de que pudiera decir algo, me tomó de la mano y me llevó hacia el aparcamiento.

"¿Adónde vamos?" pregunté, tratando de igualar el ritmo de sus pasos rápidos.

"Es una sorpresa," respondió, con un brillo travieso en sus ojos. Me ayudó a subir al coche y arrancó el motor antes de que pudiera hacer más preguntas.

Mientras conducía, la emoción comenzaba a burbujear dentro de mí. Jake y yo habíamos estado explorando nuestro vínculo, pero había algo en su actitud hoy que me hacía pensar que estaba a punto de sorprenderme. Después de unos minutos, me di cuenta de que estábamos saliendo de la ciudad, tomando un camino que no reconocía.

Finalmente, llegamos a nuestro destino: el Parque de Diversiones Rivertown. Había estado cerrado por un tiempo para renovaciones y apenas había reabierto hace unas semanas. Estaba lleno de luces de colores, música y risas que resonaban en el aire.

"Jake, ¿qué hacemos aquí?" pregunté, asombrada por el ambiente festivo y nostálgico que nos rodeaba.

"Pensé que era hora de que hiciéramos algo diferente," dijo, sonriendo con picardía mientras pagaba las entradas. "Hoy, somos solo tú y yo. Nada de instituto, nada de preocupaciones. Solo diversión."

Nos adentramos en el parque, y el olor a algodón de azúcar y palomitas de maíz nos envolvió. Había algo mágico en ese lugar, algo que hacía que todo lo demás desapareciera. Jake me llevó de la mano por entre las atracciones, y cada vez que me detenía a admirar algo, me miraba con una sonrisa satisfecha, como si estuviera disfrutando de ver mis reacciones.

La primera parada fue la montaña rusa más grande del parque. Sentí un nudo en el estómago, y un escalofrío me recorrió la espalda. Siempre había tenido miedo a las alturas, y una parte de mí estaba aterrorizada, pero cuando Jake me miró con esa mezcla de emoción y entusiasmo, no pude negarme. **Confiaba en él.**

A medida que la montaña rusa subía, el vértigo comenzó a apoderarse de mí. Mi respiración se aceleró, y sentí que mis manos comenzaban a temblar. "Jake... no sé si puedo hacer esto," murmuré, tratando de contener el pánico que crecía dentro de mí.

Jake me miró y, al ver mi expresión, su rostro se suavizó de inmediato. "Tranquila, Calabacita," susurró, tomando mi mano con firmeza. "Estoy aquí contigo. No pasa nada."

Las palabras de Jake eran reconfortantes, pero cuando alcanzamos la cima y la montaña rusa se detuvo justo antes de la caída, todo mi control se desvaneció. Cerré los ojos con fuerza, sintiendo cómo el terror me invadía, y un sollozo escapó de mis labios.

En ese momento, Jake se inclinó hacia mí, acercándose lo suficiente para que su voz pudiera envolverme en una burbuja de calma. Comenzó a susurrar suavemente la letra de "Here Comes the Sun" de The Beatles. Su voz baja y melodiosa fue como un bálsamo para mis nervios descontrolados.

*"Here comes the sun, doo-doo-doo-doo, here comes the sun..."*

El ritmo tranquilo de la canción, combinado con su voz dulce, comenzó a relajarme. A medida que continuaba cantando, sentí cómo mis músculos se desentumecían, y poco a poco el miedo comenzó a desvanecerse. Jake apretó mi mano con más fuerza y me sonrió, sus ojos transmitiendo tranquilidad.

*"It's all right..."* finalizó, su voz llena de cariño, justo cuando la montaña rusa se preparaba para la caída.

**Jake estaba a mi lado**, y eso me daba la fuerza que necesitaba para superar el miedo. Sentí su mano apretando la mía con fuerza, y al abrir los ojos, lo vi mirándome con una sonrisa tranquila.

Al final del recorrido, todavía estaba temblando, pero Jake no me soltó ni un segundo. Me ayudó a bajar, y cuando mis pies tocaron el suelo, me abrazó con fuerza. Su pecho era cálido y firme, y me apoyé en él, sintiendo cómo mi corazón comenzaba a calmarse.

"Lo siento," murmuré contra su pecho, avergonzada por mi ataque de pánico. Pero Jake negó con la cabeza, apartándose solo lo suficiente para poder mirarme a los ojos.

"No tienes nada que disculpar, Emily," dijo suavemente. "Lo hiciste increíble. Y estoy muy orgulloso de ti."

Antes de que pudiera responder, Jake se inclinó y susurró en mi oído, tan bajo que apenas lo escuché: "Te amo, Calabacita."

Mi corazón dio un vuelco al escuchar esas palabras, pero no supe cómo responder. Mi mente estaba demasiado abrumada por lo que acababa de suceder, y aunque una parte de mí quería decirle lo mismo, las palabras simplemente no salieron. Así que solo lo miré, con una mezcla de emociones en los ojos, y Jake pareció entender.

"No tienes que decir nada," añadió, sonriendo con ternura. "Solo quería que lo supieras."

Nos quedamos en silencio por un momento, abrazados bajo las luces del parque, mientras el mundo seguía girando a nuestro alrededor. El miedo había quedado atrás, y aunque no había respondido a sus palabras, sabía que algo había cambiado entre nosotros. Y, a pesar de la incertidumbre, sentí que estaba bien así. Jake lo entendía, y eso era todo lo que importaba.

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Más tarde, nos sentamos en uno de los bancos del parque, compartiendo un algodón de azúcar y viendo cómo las luces parpadeaban en la oscuridad. Aunque había pasado el susto, todavía sentía los efectos de la montaña rusa en mi cuerpo, pero la presencia de Jake a mi lado me daba una sensación de paz que no había experimentado antes.

"Siempre que te vea, te diré 'Calabacita'," murmuró mientras me pasaba un brazo por los hombros. "Porque eso es lo que eres para mí. Algo dulce y único."

Me reí, sintiendo cómo el calor de su cuerpo me envolvía, y supe que, por primera vez en mucho tiempo, todo estaba en su lugar. No necesitábamos definirnos con palabras. Lo que sentíamos era suficiente.

Y mientras caminábamos hacia el coche, con las luces del parque brillando detrás de nosotros, me di cuenta de que no importaba lo que el futuro nos deparara. Siempre y cuando estuviéramos juntos, encontraríamos la manera de enfrentarlo, un día a la vez.

''Entre Laberintos y Miradas''Donde viven las historias. Descúbrelo ahora