No quiero hacerte daño

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Eran las 2 de la madrugada y seguía dando vueltas en la cama. Me había desvelado pensando en Liam y Arthur. ¿Cómo es posible que dos personas tan diferentes sean familia? ¿Y si no son tan diferentes en uno del otro?  Me dispuse a ir a la cocina y prepararme una tila, ya que mamá y papá estaban fuera por asuntos de trabajo.

Sumergida en mis pensamientos, entré a la cocina, vestida con mi pijama nuevo de Victoria Secret y el pelo rizado recogido en un moño desaliñado. Pero el sonido de una puerta siendo golpeada me obligó a dejar mis pensamientos a un lado durante un momento para centrarme en descubrir que estaba provocando ese ruido. La intensidad del ruido iba en aumento, al mismo tiempo que los latidos de mi corazón. Me acerqué a la puerta principal, con el corazón en un puño y no podía creer lo que vi cuando me asomé por la mirilla de la puerta. ¡Era Liam!

En otras circunstancias no me habría molestado en abrirle la puerta, pero las gotas de sangre chorreando sobre todo su rostro me generó curiosidad y preocupación a partes iguales. Puede que más preocupación que curiosidad.

Abrí la puerta de un tirón, y la imagen de Liam sangrando, casi inconsciente, hizo que mi corazón se agrietara un poco.

- ¿Liam? ¿Qué... qué te ha pasado? - le pregunté preocupada, mientras la sujetaba por los hombros, ayudándole a mantenerse en pie y dirigiéndole hacia la entrada.

- Margot, yo... lo siento mucho. Es todo culpa mía. Entiendo que no confíes en mi después de lo que mi hermano te hizo. Odio llamarle hermano. He intentado darle su merecido, pero te puedes imaginar lo que ha pasado. - dijo, mientras se señalaba a si mismo, a duras penas. - Eras demasiado brillante para un nubarrón como él. Lo siento tanto... Pero yo no soy igual que él, Margot. Te lo juro. Yo sí aprecio tu sonrisa y esos hoyuelos que me vuelven loco. Pero lo que más me gusta de ti es tu personalidad. Odio que las personas solo halaguen a su pareja con elogios sobre el físico. Es decir, yo empezaría diciendo que tienes un brillo interior que no se encuentra en cualquier parte. Y que tienes un corazón que no te cabe en el pecho. Sé que te gusta ayudar a los animales y que no podrías matar ni a una mosca. También sé que eres muy buena persona, de lo contrario, no me habrías dejado entrar en tu casa. Tu color favorito es el azul celeste y tu cantante favorita es Ariana Grande. Tienes un lunar diminuto en la parte baja de tu mejilla derecha, y lo sé porque, ¿a quién le importan las matemáticas cuando puedo estar observándote durante toda la clase? Te quiero Margot, te lo repetiré todos los días para que no lo olvides jamás.

Había pronunciado todas esas frases sin hacer ni una sola pausa, como si de una poesía se tratase.

- Vamos, Liam. Parece que el golpe en la cabeza te ha dejado mal. Voy a buscar un botiquín para curarte las heridas. No tardaré.

- Veo que no lo has entendido, Margot.

- ¿Entender el qué?

- Mis heridas han dejado de doler desde el momento en que te he visto. Ni recordaba que las tenía, en realidad.

Sin darme cuenta, una lágrima empezó a derramarse por mi rostro.

- ¿Qué pasa? ¿He dicho algo malo? ¿Por qué lloras?

- No lo sé. Por esto. No sé que hacer, Liam. Quiero que te vayas, pero también quiero besarte. Tengo miedo de que hagas daño. No entiendo nada.

No tuve tiempo de reaccionar cuando sentí su cálido cuerpo abrazando el mío, con cariño. Lo hacía con delicadeza, como si tuviera miedo de poder romperme. Le devolví el gesto con el mismo cuidado, temiendo poder rozarle en alguna herida.

- Esperaré hasta que tus ideas se aclaren, puedes estar tranquila. No tengo intención de hacerte daño, ¿me oyes? - dijo, limpiándome las lágrimas. - Te quiero de verdad, Margot. Lo he descubierto.

Una Nueva Vida En Las AfuerasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora