Las mujeres locas hacen este tipo de cosas

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- ¿Te gusta el café? - me preguntó Margot, mientras andaba de un lado a otro en la cocina. Creo que estaba buscando algo, quizás los ingredientes para preparar el desayuno. Margot me había dicho que tomara asiento en una de las sillas que acompañaban la mesa central del comedor mientras ella se encargaba de hacer la comida, así que no tuve más opción que ceder.

- No lo sé. Si lo haces tu seguro que me gusta. - Dije, sin ocultar una sonrisa. Este tipo de bromas se habían vuelto habituales entre nosotros. Lo mejor llegaba cuando se sonrojaba y se tapaba la cara con un mechón de pelo para no permitirme ver como mis palabras le causaban ese efecto sobre ella. Y... ahí estaba otra vez, su mano acomodando un mechón delantero dejando entrever una sonrisa avergonzada de lo más adorable. 

- Liam ya basta. ¿Quieres café o no? ¡Deja tus juegos para otro momento, joder! Puf... - Me gritó. Por un momento me sentí mal y me pregunté si, tal vez, me había pasado de la raya. Hasta que después de unos segundos, empezó a reírse a carcajadas sonoras, hasta el punto de tener que pasar una mano por su tórax para calmar la risa. Entonces entendí que solo se trataba de una broma para hacerme sentir mal. Y lo consiguió. Aunque en cierto modo, me lo merecía.

- ¡Eres cruel! - Le espeté, mientras le tiraba uno de los cojines que decoraban las sillas en las que yo estaba sentado. 

Consiguió atraparlo al vuelo y puso cara de indignación máxima mientras me devolvía la jugada. 

Después de la guerra de cojines, Margot sirvió el café y empezamos a desayunar juntos. Ella acompañó el café con unas galletas saladas y yo me pregunté: "¿Cómo se le ocurre hacer esa atrocidad? Aunque, pensándolo bien, las mujeres locas hacen este tipo de cosas. Dios, estoy seguro de que me tiraría un sofá encima si pudiera escucharme... Qué guapa está hoy, aunque no es una novedad. Sé que existen mujeres atractivas, pero, boff... No conocía este nivel de belleza."

- ... me estás escuchando?

- Por supuesto, continúa. - Me apresuré a mentir. ¿Cuánto tiempo llevaba hablando y, sobre todo, cuanto tiempo levaba sumergido en mis pensamientos?

- Bueno, mmm... Da igual, era una tontería.

- Margot.

- ¿Qué?

- Sigue hablando, quiero escucharte. Me gusta oírte hablar. Por favor.

- Tengo... Tengo que ir al baño, no tardo. - Me dedicó una sonrisa forzada que pudo hacer mi mundo derrumbarse, y no precisamente por una buena razón. Solo conseguía provocar más inseguridades sobre ella, hacer que pensara que no me importan sus cosas. Odiaba admitirlo, pero cada vez me parecía más a mi hermano.

Una Nueva Vida En Las AfuerasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora