Una cálida bienvenida

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Cuando llegamos al instituto la gente parecía bastante agradable... o al menos eso parecía. Entré al aula junto a Yasmin y con el corazón a mil, y parece que se dio cuenta porque me agarró la mano y me dedicó una sonrisa de esas que te alegran la semana. Esta irradiaba seguridad e ilusión, como la de un niño al ver los regalos de navidad bajo el árbol.

Justo al entrar nos encontramos con la profesora, que era una mujer joven, alta y delgada. Tenía el pelo de un tono cobrizo y llevaba puestas unas gafas que le daban un toque intelectual. Salí de mi burbuja cuando sentí sus ojos claros sobre mí.

- Buenos días, ¿eres Margot?

- Sí - respondí firmemente

- Yo soy tu nueva tutora, Leyla. Espero que tus nuevos compañeros te den una cálida bienvenida y que te sientas cómoda con nosotros. Si tienes algún problema o quieres contarme algo, no dudes en buscarme

- Está bien, gracias

¿Mi primer error? Ir a sentarme precisamente en el pupitre de Liam Wilson. Por algún motivo, Yasmin no me había avisado de que ahí se sentaba él y cuando entró por la puerta, tuve que toparme con unos ojos celeste preciosos echando fuego diciéndome en mil idiomas que me quitara de ahí.

¿Mi segundo error? No haberlo hecho. No sé por qué, pero decidí hacerme la dura ante su mirada imponente.

- ¿Quién te crees que eres para sentarte en mi sitio?- me dijo, acercándose a mi con una voz ruda y gruesa

- Perdona, pero no veo tu nombre por ninguna parte - dije

No sé de donde saqué la valentía para responderle así, teniendo en cuenta que no llevaba allí ni 10 minutos. Supongo que no quería dejarme intimidar, y menos el primer día

- Ya veo, ¿eres la nueva verdad? Déjame que te explique como van las cosas aquí . Mi padre es el director y si no apartas tu trasero de mi silla puede echarte de aquí con la misma facilidad con la que has entrado, ¿me entiendes?

Lo admito, eso me puso de los nervios. No me iba a pelear con el hijo del director, pero mi orgullo tampoco me dejaba levantarme de ese asiento. Así que hice lo que mi corazón me dijo. Le dediqué una sonrisa de oreja a oreja y me levanté de "su lugar". Podría haber acabado ahí, pero no, en el momento en el que escuché como sus labios susurraban la palabra "estúpida" en el momento en el que pasaba por su lado para marcharme, mi mano decidió actuar por su cuenta e ir flechada a la mejilla derecha de aquel chico en forma de puño. Me arrepentí al instante, cuando vi como se ponía rojo y las venas de su cuello iban aumentando de volumen hasta el punto en el que estaban a punto de explotar.

Desde luego, una bienvenida no tan cálida.

Una Nueva Vida En Las AfuerasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora