Dos manos, un gesto, una sola persona.

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Le ayudé a subir las escaleras y le dirigí hasta el sofá de la sala de estar, mientras yo me encaminaba a en busca del botiquín para curar sus heridas. No tenía ningún tipo de experiencia haciendo esto, y nunca me había interesado el tema de la medicina, pero hoy tendría que sacar mis dotes de enfermera. Por Liam.

Cuando volví al salón, Liam seguía tumbado, justo donde le dejé. Me arrimé a él y me senté en el bordillo del sofá, intentando no caerme. Bajo su atenta mirada, acerqué el algodón a su sien y sentí como su cuerpo se estremecía bajo el mío, emitiendo un quejido.

- ¿Te duele? - le pregunté, mientras seguía intentando eliminar toda la sangre de su rostro. No pude evitar sentirme culpable por ser el motivo de la pelea que tuvo con su hermano, aunque no se lo dije.

- Un poco. ¿Puedo agarrarte la mano?

Asentí con la cabeza en modo de respuesta, y segundos después sentí el calor de su mano entrelazada con la mía. Dos manos, un gesto, una sola persona. Esta vez me estremecí yo, y aunque él pareció darse cuenta, no dijo nada.

Después de aquella sesión de roces, miradas encontradas "accidentalmente" y palabras nunca dichas, ya eran más de las 3 de la madrugada.

- Hoy te quedas aquí a dormir. Mañana te largas. Duermes en el suelo, te traeré un colchón pequeño y una manta. - Le dije, en modo de orden.

- Sí, capitana. - Bromeó.


Cuando desperté agitada, sudada y sobre todo, asustada, ya se podían entrever las primeras luces iluminando el cielo de la mañana. Había tenido una pesadilla. Intenté reprimir algún que otro sollozo para no despertar a Liam, algo que no funcionó.


- ¿Qué te ha pasado? ¿Has tenido alguna pesadilla? - Adivinó.

- Liam, ¿te importaría dormir conmigo?

- No tendrás que repetirlo dos veces, cariño. - dijo, con una sonrisa pícara dibujada en su cara. Acto seguido, dio un brinco de su colchón al mío, tan rápidamente que, antes de poder reaccionar, ya estaba tumbado a mi lado. - ¿Qué has soñado? - me preguntó, mientras pasaba su brazo por encima de mis hombros, atrayéndome hacia él, mientras que con el otro que tenía libre, empezó a acariciarme el pelo.

- Nada... es una tontería. - Mentí. No iba a decirle que había soñado con su hermano. Mucho menos iba a decirle que en el sueño, él abusaba de mí.

- Está bien. Vamos a dormir. - Dijo.


- ¿Por qué lo has hecho? - Le pregunté, al cabo de un rato. Supuse que se había quedado dormido, ya que no respondió. El silencio volvió a arroparnos.

- ¿El que? - Dijo, al cabo de unos minutos.

- Pegarte con tu hermano. - Respondí, alzando la cabeza, intentando encontrar sus ojos. Como imaginaba, me estaba mirando.

Sus ojos eran calma. Siempre que los miraba, conseguían provocar ese efecto en mi. Tranquilidad.

- Lo hice por ti, Margot. Porque te quiero, y no pude soportar escuchar como me contaba todo lo que te ha hecho sin un atisbo de remordimiento. - El silencio volvió a reinar en la habitación. Ninguno de los dos volvió a decir nada más.

Una Nueva Vida En Las AfuerasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora