๑Capítulo 17.

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La habitación estaba bañada en una luz tenue, una calma inquietante que hacía que cada sonido pareciera amplificado. Kian, recostado en la cama, miraba a sus padres con una sonrisa que no reflejaba el peso de su enfermedad. Los médicos, enfocados en su labor, se movían alrededor de él con precisión, ajustando los equipos y observando las constantes vitales del niño.

Lucius estaba al lado de Kian, su mano firme sujetando la de su hijo, mientras sus ojos oscuros estaban llenos de una mezcla de determinación y preocupación. Oliver, al otro lado de la cama, mantenía una expresión rígida, su miedo y ansiedad apenas contenidos detrás de una fachada de tranquilidad. Sin embargo, su mano temblaba ligeramente mientras acariciaba la frente de Kian.

El médico, un hombre alto con rostro serio pero compasivo, se acercó a la cabecera de la cama. Sus palabras rompieron el silencio con un tono profesional, pero no exento de empatía.

—Señores Collin —dijo, dirigiéndose a Lucius y Oliver—. El tratamiento que estamos administrando es intensivo, y Kian está respondiendo tan bien como podríamos esperar en estas circunstancias. Sin embargo, hay un aspecto que debemos discutir con ustedes.

Oliver levantó la mirada hacia el médico, sintiendo cómo su corazón se aceleraba. La tensión en la habitación se hizo palpable, mientras Lucius se inclinaba ligeramente hacia adelante, sus ojos fijos en el doctor.

—Díganos lo que necesitemos saber, doctor —dijo Lucius, con un tono bajo y controlado.

El médico asintió antes de continuar, eligiendo cuidadosamente sus palabras.

—Hemos realizado una serie de pruebas adicionales, y aunque la situación es grave, hay una esperanza. Kian tiene una posibilidad real de recuperación si logramos encontrar un donante compatible para un trasplante de médula ósea. Es un procedimiento delicado, pero en su caso, es nuestra mejor opción.

Oliver sintió que su respiración se detenía por un momento. La palabra "esperanza" resonó en su mente, pero junto con ella, una marea de miedo e incertidumbre lo envolvió. ¿Podrían encontrar un donante a tiempo? ¿Sería suficiente?

Lucius, aunque su rostro permanecía impasible, apretó la mano de Kian un poco más fuerte, como si esa acción pudiera proteger a su hijo de todo mal. Sus ojos, siempre tan seguros, ahora mostraban una profundidad de emoción que raramente permitía que otros vieran.

—¿Qué tan pronto podemos comenzar con la búsqueda de un donante? —preguntó Lucius, su voz firme, aunque se podía percibir una ligera tensión en ella.

—Ya hemos iniciado la búsqueda —respondió el médico, con una eficiencia que dejaba claro que entendía la urgencia de la situación—. Vamos a hacer todo lo que esté en nuestras manos para encontrar una coincidencia lo antes posible. Quiero que sepan que, aunque la situación es seria, no es imposible. Kian tiene fuerzas para seguir luchando.

Oliver, sintiéndose cada vez más pequeño y desbordado por las emociones, desvió la mirada hacia Kian, quien observaba la interacción con la inocencia de un niño que aún no comprendía del todo lo que sucedía a su alrededor. Pero al mismo tiempo, Oliver no podía evitar sentirse culpable. Había asumido lo peor, había pensado que todo estaba perdido. Y ahora, con esta nueva posibilidad ante él, la culpa lo asfixiaba aún más.

—Gracias, doctor —dijo Oliver en un murmullo, sus ojos vidriosos mientras intentaba procesar la información.

El médico asintió una vez más, dándoles un último vistazo antes de retirarse para continuar con los preparativos. La habitación quedó en silencio, salvo por el suave zumbido de las máquinas y la respiración tranquila de Kian.

Lucius, con una extraña suavidad, soltó la mano de Kian y se levantó, rodeando la cama para acercarse a Oliver. Sin decir una palabra, tomó su mano, entrelazando sus dedos. Oliver levantó la vista hacia él, y en ese momento, la fortaleza de Lucius fue como un ancla en medio del torbellino emocional que sentía.

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