๑Capítulo 23.

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Oliver sonrió al ver a Kian tumbado en la gran cama de su habitación, envuelto en las sábanas suaves. Cada vez que veía los efectos del tratamiento en su hijo, sentía una oleada de emociones incontrolables. Sabía que se estaba volviendo más sentimental de lo habitual, y sospechaba que el embarazo tenía mucho que ver con eso. Sus hormonas lo llevaban al límite, y aunque intentaba mantenerse fuerte, a menudo caía presa de la nostalgia, del miedo y de la culpa. Últimamente, todo lo que sentía lo atribuía al embarazo.

Kian, con sus grandes ojos azules, lo miró con esa expresión curiosa que siempre derretía a Oliver. Aún le costaba aceptar que su hijo estuviera luchando contra algo tan terrible como la leucemia. Cada pequeño movimiento de Kian, cada sonrisa, era un recordatorio de la fragilidad de la vida.

—¿La tía cuándo viene? —preguntó Kian de repente, su vocecita inocente rompiendo el silencio de la habitación.

La pregunta golpeó a Oliver como una bofetada. Había estado tan preocupado por Samara que, por un segundo, se olvidó de ocultarlo. Sin embargo, no dejó que la inquietud se reflejara en su rostro. Mantuvo la sonrisa, aunque sentía cómo la preocupación le pesaba en el pecho.

—Pronto, bebé —respondió con suavidad.

La realidad era que no tenía idea de cuándo Samara volvería, si es que lo hacía. Su hermana había decidido tomar ese "viaje" para despejarse, pero lo que en realidad estaba haciendo era distanciarse de todo lo que Oliver había construido. Sabía que Samara no aprobaba muchas de sus decisiones, especialmente lo que él llamaba familia, pero Oliver no estaba en posición de exigirle nada. Menos ahora, cuando la relación entre ellos se encontraba en un punto tan frágil.

El recuerdo de su última conversación lo asaltó con fuerza. La mirada distante de Samara, su voz fría, y luego, el silencio. Ese mismo silencio que lo había estado consumiendo desde entonces, haciéndolo preguntarse dónde estaría, qué estaría haciendo, y lo más importante, si estaría bien. Cada intento de comunicación con ella terminaba en mensajes secos y cortos que no hacían más que aumentar su angustia. Mensajes que no decían nada, pero que a la vez lo llenaban de un vacío abrumador.

Kian comenzó a moverse inquieto, sacando a Oliver de su espiral de pensamientos.

—¿Mamá? ¿La tía está enojada conmigo? —preguntó Kian con una mezcla de curiosidad y preocupación, aferrándose a su peluche.

—No, cielo. La tía te quiere mucho. Está... ocupada, pero volverá pronto, ya lo verás.

Oliver se esforzó por que su voz sonara tranquila, aunque por dentro temía que Samara nunca volviera. Le acarició el cabello, deseando que las preocupaciones de Kian fueran tan simples como las suyas deberían ser. Pero no lo eran.

°||°

El sonido de la puerta principal abriéndose lo sacó de su ensimismamiento. Era Lucius, y con su llegada, el ambiente en la casa cambió. Había algo en la presencia de su alfa que siempre lograba calmarlo, aunque fuera por un breve instante.

Oliver se dirigió a la puerta para recibirlo, sus pasos más lentos de lo habitual por el peso de su creciente vientre. Cuando Lucius entró, sus ojos azules se iluminaron al verlo.

—Lucius... —murmuró Oliver, acercándose para plantarle un beso suave en los labios.

El alfa le devolvió la sonrisa, esa sonrisa que siempre hacía que Oliver se sintiera un poco más ligero, aunque solo fuera por un segundo.

—¿Me extrañaste? —preguntó Lucius con esa voz profunda que siempre lo hacía vibrar por dentro.

—No —susurró Oliver, su tono ligero y juguetón—. Pero tus hijos sí.

Hope - [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora