Hope - [✔️]

๑Capítulo 19.

Oliver sabía bien lo que era sentirse miserable y triste. Desde muy pequeño, entendió ese sentimiento como una daga afilada que siempre estaba clavada en su pecho. A lo largo de los años, aprendió a anestesiar el dolor con distracciones y responsabilidades, tratando de ahogar el peso constante de la tristeza. Pero ahora, con la muerte del padre de Lucius y el dolor que eso causaba, todo el dolor reprimido regresaba con una intensidad brutal. Sentía que la culpa y la pena se entrelazaban, haciendo el sufrimiento aún más insoportable. La tristeza que ya conocía desde niño se intensificaba, mientras intentaba mantener a su familia unida y encontrar fuerzas para consolar a Lucius, quien también estaba profundamente afectado.

El funeral del padre de Lucius fue un evento sombrío y cargado de emociones contenidas. La mansión de los Collin estaba envuelta en un silencio pesado, interrumpido solo por el murmullo ocasional de las voces bajas y repleta de familiares que Oliver no conocía. Muchas personas y pocas que si quiera le habían dirigido la palabra. Oliver, abrumado por su propia tristeza y el aura tosco a su alrededor se sentía extraño, prefería mantenerse cerca de Lucius, intentando ofrecer consuelo leve aquel del que poco conocía. Sus ojos estaban enrojecidos, y su voz temblaba al hablar con el alfa.

—Lo siento mucho, Lucius —dijo Oliver, poniendo una mano en el hombro del alfa mientras los invitados se acercaban para ofrecer sus respetos, por mas extraño que pareciera solo dirigían sus miradas en el alfa y evitaban a toda costa si quiera mirar a Oliver como si supieran algo que él no.

Lucius, con una expresión de dolor cuidadosamente montada, asintió lentamente. Aunque sus palabras eran apropiadas, su mente estaba lejos de la tristeza genuina. En su interior, sentía una satisfacción secreta por el fallecimiento de su padre, una liberación de las tensiones que había estado acumulando durante años. Pero el aura de superioridad que envolvía a Lucius en ese momento se sentía extraño.

—Gracias, Oli —respondió Lucius tomando la mano de Oliver, besando su dorso—. No sé cómo habría pasado esto sin ti, mi omega.

Oliver sintió un calor abrumador en su pecho al observar la escena desde el gran ventanal de la mansión. Sus hijos, Kian, Koda y Nala, jugaban despreocupados en el jardín, ajenos a la tragedia que envolvía a los adultos. Aún eran demasiado pequeños para comprender la magnitud de lo que había sucedido. Oliver se permitió un momento de introspección mientras los miraba, sus risas y juegos contrastando dolorosamente con la solemnidad del entorno.

—Tus familiares no han dicho mucho sobre Kian —murmuró para sí mismo, sintiendo una punzada en el corazón al ver la inocencia de su hijo—. Pensé que cuestionaria-

—No tienen nada que cuestionar —la voz de Lucius lo asusto. —Es mi hijo y es lo único que importa —su voz se calmó al ver la sorpresa en los ojos de Oliver.

A su lado, Lucius se mantenía en silencio, observando la escena con una mezcla de distanciamiento y satisfacción contenida. Mientras Oliver se aferraba a la esperanza de proteger a sus hijos, su mano se dirigió a su vientre. Lucius parecía absorber la atmósfera con una tranquilidad que ocultaba sus verdaderos sentimientos. El contraste entre el consuelo que Oliver intentaba brindar y la indiferencia interna de Lucius se hacía cada vez más evidente, marcando la compleja dinámica entre ellos en ese día de duelo.

°||°

El despacho de Lucius estaba iluminado con una luz suave, creando un ambiente relajado. Lucius estaba en su silla con una sonrisa que reflejaba alivio, mientras Kenai, con su cabello castaño y sus ojos azules brillando, se apoyaba en el escritorio con una actitud desenfadada.

—¡Qué bien que finalmente te decidiste a deshacerte del anciano! —dijo Kenai con una sonrisa traviesa—. Ya era hora, ¿no? Estaba claro que no podía seguir así.