๑Capítulo 29.

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Kenai caminaba con un propósito claro hacia la oficina de Lucius, sintiendo cómo la adrenalina recorría su cuerpo como un río desbordado. Cada paso resonaba en el suelo de mármol pulido de la lujosa empresa, que se alzaba imponente ante él, símbolo del poder y la riqueza que su hermano había acumulado. Las paredes estaban adornadas con arte contemporáneo, cada pieza seleccionada meticulosamente para transmitir una imagen de sofisticación. El aroma de café recién hecho flotaba en el aire, un recordatorio de la rutina de aquellos que trabajaban allí, ajenos a la tormenta que se avecinaba.

Al llegar a la recepción, Kenai se identificó como amigo de Lucius. La recepcionista, una mujer joven con un rostro amable, lo miró con curiosidad, pero no puso objeciones cuando le permitió pasar. Kenai avanzó por el pasillo, sintiendo cómo la tensión aumentaba con cada paso. Con cada latido de su corazón, se acordaba de Oliver, de lo vulnerable que estaba en ese momento. Esa vulnerabilidad lo enfurecía, y más aún, la idea de que Lucius pudiera aprovecharse de su hermano. La ira hervía en su interior, y al llegar a la puerta de la oficina de Lucius, Kenai respiró hondo y empujó la puerta con decisión.

El espacio era moderno, con una decoración minimalista que intentaba transmitir calma y control, pero en ese instante, Kenai solo podía ver a Lucius, quien estaba sentado tras su enorme escritorio de madera oscura. Su rostro mostraba una mezcla de sorpresa y desdén al ver a Kenai entrar de esa manera. Las ventanas panorámicas dejaban entrar una luz brillante, iluminando la habitación, pero para Kenai, la luz solo acentuaba la oscuridad que rodeaba a Lucius.

—¿Qué te trae por aquí? —preguntó Lucius, su tono casual intentando enmarcar una preocupación subyacente. Pero el brillo en sus ojos era un desafío, y Kenai no iba a ceder ante esa fachada de indiferencia.

Sin perder tiempo, Kenai sacó un arma de su chaqueta y la apuntó directamente a Lucius. La sorpresa se reflejó en el rostro del alfa, y su sonrisa se congeló, reemplazada por una expresión de incredulidad.

—¿Crees que soy estúpido? —dijo Kenai, su voz resonando en la oficina con una firmeza que lo sorprendió incluso a él. La tensión se cortaba como un cuchillo. El aire se volvió pesado, y las feromonas de Kenai comenzaron a liberarse, creando una atmósfera densa y cargada que dificultaba la respiración de Lucius.

—Kenai, esto no es necesario —Lucius intentó calmarlo, levantando las manos lentamente en un gesto de rendición. Kenai sabía que esa era solo otra táctica de Lucius para desarmarlo, y no iba a permitir que eso funcionara.

—No me digas que esto no es necesario. Eres un mentiroso —Kenai apretó los dientes, sintiendo cómo sus emociones se intensificaban. Las palabras salían de su boca como un veneno, cada sílaba impregnada de furia y desprecio. Lucius había jugado con la vida de Oliver y de su bebé, y eso era algo que Kenai no podía permitir.

—No tienes idea de lo que estás haciendo —dijo Lucius, su tono más serio ahora, tratando de recuperar un poco de control. Kenai sintió que la rabia se disparaba aún más, al escuchar las palabras de desprecio en la voz de Lucius.

—Oh, lo sé muy bien. Sé que le has mentido a Oliver, y estoy aquí para asegurarte que no podrás hacerle daño —Kenai respondió, acercándose un paso más hacia el escritorio. La presión del arma era un recordatorio constante de que el poder había cambiado de manos.

Lucius intentó hablar, pero sus palabras se convirtieron en un susurro, mientras sus ojos mostraban una mezcla de desafío y miedo. Kenai disfrutó de esa sensación de control, observando cómo la tensión se reflejaba en la postura de Lucius. El alfa intentaba mantener la compostura, pero Kenai podía ver que se estaba asfixiando, no solo por la atmósfera pesada que él había creado, sino también por la incertidumbre que lo rodeaba.

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