๑Capítulo 35. FINAL.

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Desde todo lo ocurrido con Kian, Lucius no había mencionado la marca. Era un tema delicado, uno que ambos parecían haber decidido dejar de lado como si fuera un secreto compartido, una intimidad que solo ellos conocían. La estabilidad del embarazo de Oliver se había convertido en un refugio, una burbuja en la que podían enfocarse en el presente sin tener que enfrentar esa realidad.

Oliver había sentido la presión de lo no dicho, esa sombra que se cernía sobre su relación, pero en el fondo, se había convencido de que Lucius no estaba listo para hablar de ello. Después de todo, era él quien debía abrir la conversación si realmente quería compartir sus pensamientos sobre la marca. Y, hasta ese momento, había optado por guardar silencio.

Lucius, por su parte, había tomado la decisión de no insistir. Había llegado a la conclusión de que Oliver no iría a ninguna parte y que quizás, en su propio tiempo, se sentiría cómodo hablando del tema. Esa seguridad le había permitido relajarse un poco, aunque en su interior, el deseo de saber cómo se sentía Oliver sobre la marca seguía latente.

Mientras Oliver descansaba en el sofá, sus pensamientos vagaban. Acarició su vientre, sintiendo al bebé moverse. La conexión entre él y Lucius se había profundizado, pero la falta de diálogo sobre la marca seguía siendo un elefante en la habitación. No podía evitar preguntarse si algún día Lucius sacaría el tema, o si tendría que ser él quien rompiera el silencio.

En ese instante, Lucius entró en la habitación, su mirada centrada en Oliver. Sin embargo, había algo en su postura, un leve atisbo de preocupación que hizo que Oliver se detuviera en su acariciar el vientre.

—¿Todo bien? —preguntó Oliver, la preocupación asomándose en su voz.

Lucius asintió, pero había un matiz en su expresión que no le escapó a Oliver. Algo lo estaba atormentando, aunque él no supiera qué era.

—Sí. Todo está bien —replicó Lucius, pero la falta de convicción era evidente.

Oliver sintió una punzada de frustración, no por Lucius, sino por la situación en la que se encontraban. Había tanto que decir, tanto que explorar, y sin embargo, ambos se habían encerrado en un silencio que no parecía tener fin.

—Si hay algo que necesitas decir... —comenzó Oliver, pero Lucius lo interrumpió.

—No es nada —dijo, acariciando a Esme que estaba en sus brazos durmiendo después de comer. —Solo que este jovencito, debe ir a su cuna.

°||°

La habitación estaba iluminada por la tenue luz de las velas, el aire pesado de un deseo palpable. Oliver se recostó en la cama, su corazón latiendo con fuerza mientras esperaba a Lucius. Sabía que algo se avecinaba; el ambiente era electrizante, casi se podía sentir en esas paredes lo que Oliver tanto deseaba bajo esa bata transparente donde solo estaba su piel desnuda.

Cuando Lucius entró, el mundo exterior pareció desvanecerse al ver a su omega encima su cama matrimonial. Su mirada era intensa, casi se podían ver fuego a través de estos, un fuego ardiente que consumía todo a su paso. Se acercó lentamente, con una gracia depredadora, y Oliver sintió que se le aceleraba el pulso al ver como Lucius se acercaba a paso lento, inspeccionando cada parte de su cuerpo.

—Te he estado esperando —susurró Oliver, intentando que su voz no temblara, aunque la anticipación lo embargaba.

Lucius sonrió, contemplando el cuerpo de su omega.

—¿Y qué crees que sucederá esta noche? —preguntó, acercándose a Oliver.

—No lo sé, pero... Esta noche eres solamente mío.

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