Capítulo 8

61 2 0
                                    

Día 1
*Leonora*
Abrí los ojos lentamente. Sonreí al verlo a Rubio maullar delante de mí. Él me ama tanto. Es feliz con solo verme y yo ni siquiera soy feliz
¿Cómo se entiende al amor?
Nadie tiene la respuesta. Menos yo.

Acaricié y besé a Rubio, luego me senté en la cama.
Me desperecé y disfruté de la vista… Elegí muy bien el hotel.
La habitación es moderna pero acogedora y tiene una vista a las montañas cordobesas que es increíble.
Al contemplar las montañas me obnubilé. Me paré casi hipnotizada y caminé hacia la ventana en línea recta y sin despegar mis ojos de ellas. Abrí ambas hojas y una brisa suave y cálida me invadió.
Cerré mis ojos, inhalé profundo y exhalé abriendo los ojos. Las montañas me volvieron a enaltecer. Quiero ser como ellas: firmes ante cualquier adversidad. De pie. Y en punta.

De repente una melodía hermosa comenzó a sonar en mi mente. Me dejé llevar por ella. Cerré los ojos, extendí mis brazos, levanté mi pierna izquierda por completo y giré con la derecha. Giré cuantas veces pude y luego me solté a bailar.
No sé cuánto tiempo pasó pero hasta que no desapareció de mi mente no dejé de bailar. Con los ojos cerrados y con una sonrisa.
Cuando abrí los ojos, me vi al espejo. Eso arruinó todo el momento.
Despeinada, mal vestida, con moretones, un brazo vendado y esa estúpida cara de tristeza. Esa misma mueca que cargo hace tanto tiempo. Por un minuto creí que era otra Leo en serio. Soy una tarada.

Me tumbé en la cama y miré a Rubio. Tengo hambre, el desayuno es hasta las 10 pero no quiero moverme de acá.
Tomé el teléfono, llamé a recepción y pedí el desayuno en la cama.
Corté y una pequeña sonrisa de triunfo apareció.

Fui hasta al baño a hacer mis necesidades y asearme. Al salir llegó mi desayuno. Una gran mesa.
Café, té, jugo de naranja, ensalada de frutas, tostadas con queso y mermelada, medialunas y yogur con cereales ¿Lo pueden creer?
Me senté en la cama y alcancé la mesa. Tomé un poco de yogur y mordí una medialuna. Rubio enseguida empezó a pedir que le convide y le di mi medialuna. Total tengo más.
El café es exquisito. La ensalada de frutas está fresca. Las tostadas son soñadas y los cereales variados. No puedo parar de comer.

El resto del día lo pasé en mi habitación mirando “Netflix”... algo que no sabía que existía y donde encontré miles de cosas por ver. Películas tristes. Series futuristas. Programas de comida. También comí, cosas que hacía mucho no comía. Estiré y practiqué mi rutina de siempre.
Jugué con Rubio y su pelota de mimbre. Miré las montañas… pero tuvo que hacerse de noche.
Las montañas ya no son tan amigables y la brisa es más bien ruda.
Cerré todo y me senté en la cama, llevé mis rodillas a mi pecho y lloré. No sé por qué pero lloré.
— ¿Quién sos? Estoy con vos todos los días y no te conozco —me dije.

Día 2
“Se me hace tarde para ir a la academia. El maldito despertador se quedó sin pilas. Me desperté 20’ antes de mi horario de llegada.
Salí rápido y furiosa sin siquiera poder desayunar.
En el camino fui volviéndome más joven. Y mi ropa se convirtió en mi uniforme.
Mierda, llego tarde a la escuela.
Mientras corro hasta la puerta, lo veo a Guido doblando la esquina. Corrió más rápido y me alcanzó. O la puerta está cada vez más lejos.
— No entremos, ya fue.
— No puedo tener más faltas Guido.
Me tomó fuerte del pelo y me obligó a irme con él.
La gente pasa por al lado nuestro y no dice nada, nadie me ayuda.
Me llevó hasta su casa pero cuando entramos se convirtió en la casa de Manuel.
— ¡No Guido! ¡Por favor! ¡¡Otra vez no!!
Comencé a llorar a moco tendido. Tengo tanto miedo.
— Vas a subir porque lo digo yo.
Su cara se tornó oscura y negra. Me asusta demasiado.
Me llevó del brazo hasta la escalera y me dejó frente a la puerta de esa habitación. Se escucha a un hombre jadear. Jadea muy excitado y fuerte.
— Abrí la puerta.
Negué y lo miré aterrada. Mis lágrimas no me permiten verlo.
Guido abrió la puerta igual y me obligó a mirar. Tomó mi cara, abrió mis ojos y me inmovilizó.
Me ví ahí con Leandro. Él goza mientras me viola y yo lloro inerte, parece que me morí, que no existo, que estoy respirando pero no sintiendo.
Me solté de Guido y me puse frente a Leandro.
— ¡¡Basta!! ¡¡Basta por favor!! ¡¡Dejala Leandro!!
Intento agarrarlo pero no puedo, soy un fantasma, un halo, humo.
De repente Leo giró su cabeza. Con mucho miedo la miré. Levantó lento su mano izquierda y la estiró hacia mí. Me mira con su mirada tan oscura y fría, me da mucho miedo.
Cuando tomé su mano gritó y se deformó de una manera espectral”

𝑀𝑒 𝐺𝑢𝑠𝑡𝑎 𝑉𝑒𝑟 𝐶𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝐵𝑎𝑖𝑙𝑎𝑠 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora