Capítulo 15

55 2 0
                                    

*Leonora*
Hizo tres semanas desde la última vez que lo ví a Guido y sin embargo pienso en él todos los días. La verdad es que me aterra enamorarme, me aterra entregarme, me aterra querer a un hombre como hombre ¿Entienden? Me aterra. Y no es por él… él es un ángel. Pero mi cuerpo es un santuario de desechos… mis marcas me dan mucho dolor y vergüenza. No quisiera que las vea jamás. Por suerte el último corte fue hace dos semanas y está cicatrizando bien. Prometí que sería el último. Tengo que superar esto desde la paz, no desde el dolor, pero es tan dificil.

Por suerte me pude reincorporar al staff del Colón, sin problemas. Temía que me desvinculen, y fue una grata noticia. Si es un poco molesto que algunos se acerquen con compasión, pero no les doy bola. Yo voy a hacer lo que más amo: bailar. Y están mis amigos… Bueno Isabel es mi amiga más cercana pero a Jean Pierre lo aprecio mucho y siempre fuimos nosotros tres.
—¿Cenamos en casa? —nos propuso Isabel cuando nos encontramos en pasillos, ya listos para irnos.
—Yo no puedo Isa, tengo que ir a ver unos departamentos —explicó Jean Pierre.
—Ay que bueno, ojalá te mudes pronto.
—Gracias colo. Cuando me mude vienen a cenar eh.
—Si, obvio. Y te llevamos un regalo de bienvenida —lo miré con una sonrisa y me devolvió una más grande.
—Me alegra muchísimo verte así.
Me emocioné y sentí mis pelos erizarse, sé que mi gente deseó siempre verme bien y por eso estoy como estoy ahora. Por esa poca gente que fue luz en mi oscuridad. Nos dimos un corto pero sentido abrazo, se despidió de Isa y yo… yo le dije a Isa que si no le jodía iba a cenar con ella, y me llevó corriendo prácticamente.

—¿Qué comemos amiga? —preguntó mientras alzó a Uma, su lindo gato— Hola gordo lindo.
—Eh… hace frío y me encantan tus sopas —me acerqué a acariciar a Uma y disfrutar de su cariño.
—Ah dale. Una rica sopa de verduras. Toma —me cedió a Uma y lo tomé—. Me voy a preparar para cocinar.
Isabel se fue y yo me senté en el sillón con Uma en mi regazo. Me saqué la cartera y antes de dejarla a un lado saqué mi celular para mirar la hora… y también para ver si Guido me mandó algo y sí, me mandó.
Hace tiempo que no le contesto. Por ahora prefiero ni clavarle el visto. La realidad es que más allá de todo, después de tanto tiempo de oscuridad, estoy muy enfocada en mí misma y no puedo volver atrás. Tendré que dejar que las cosas sean como tienen que ser.

Isa salió del baño y se fue a su cocina.
—¿Queres algo de tomar colo? Poné música. —Prendí el televisor para poner YouTube.
—Agua amiga. Si no es molestia.
—Colo —Isabel se acercó un poco al living y me miró fijo.
—Que.
—Que sea la última vez que te sentís molestia, mi casa es tu casa ¿Si?
—Te amo mucho amiga —sentí decirlo y me sorprendí.
—Yo también —me dijo sonriente y volvió a las verduras.
—¿Puedo poner Airbag?
—Ay colo, si, lo que quieras. No me pongas nerviosa porque te vas —soltó una risa y reí con ella. Es una loca.

Cenamos con Airbag de fondo. Me colgué mucho en mirar a Guido en algunos momentos. Me cuesta conectar con la imagen que conozco de él cuando lo veo en sus videos, es otro. Pero yo conozco al real.
—Es muy buena persona Guido —comentó Isabel después de que yo lo observara en silencio un rato.
—Es tierno y admirable. Todos tendríamos que ser más como el… bueno vos sos así, pero yo.
—Vos sos hermosa. Un ser puro y lindo, terca y empática al mismo tiempo. Date el espacio que tenes y deja que se llene de amor, no te vas a arrepentir.
Sonreí ampliamente y mis ojos brillaron, sentí que es hora de hacer algo por mí. Algo por mis sentimientos. Sentimientos que Guido comparte conmigo, a pesar de todo.
—Tengo ganas de verlo.
—Llamalo y decile de verse.
—¿Eh? No, no. No Isa.
—Dale colito —me habló calma y acarició mi brazo, eso me calmó—. El está esperando verte.

Salí al balcón y una vez ahí, lo llamé.
—Hola Colo ¿Todo bien?
—Si, ¿Vos cómo estás?
—Bien… estaba jugando un videojuego pero ya perdí.
—Uy perdón. No te jodo más.
—No, me encanta que me llames. Quería saber cómo estabas y si hay novedades del juicio.
—No, no. Eso sigue en proceso y es largo. Yo estoy contenta porque volví al Colón.
—¡Esa! Te felicito hermosa
“Vos sos hermoso” dijo mi mente y casi nunca le hago caso.
—Vos sos hermoso —pero ya no quiero ser la misma.
—Gracias.
Lo dejé sin palabras.
—Eh… yo te llamaba porque, no sé, quizá podríamos vernos ¿Queres?
—Me encantaría hermosa.
—Bueno ¿Dónde vamos?
—¿Te gustaría conocer mi casa?
—Ay si, sería lindo.
—Te paso la dirección y venite, te espero.
—Nos vemos rubio.

*Guido*
Cuando abrí la puerta y la vi ahí toda dulce y delicada, sonreí. Me encanta volver a verla.
—Hola colorada embrujada.
—Objeto no identificado —me abrazó y reímos.
—Que bueno que viniste.
—Gracias por recibirme. Que linda casa.
—Gracias. Me gusta mucho, tiene de todo.
—Si veo. Me encanta el teclado —fijó sus ojos en él.
—¿Tocas?
—Ah no, no. Pero amo la música y bailar al son de los pianos. Es increíble.
—¿Bailarías para mi si yo toco?
Abrió un poco sus ojos y me miró. Yo solo mantuve mi actitud serena.
—Eh… bueno… si. Ya me viste bailar.
—Y sos lo más hermoso que vi bailando. Me haces bien cuando bailas.
—Ay Guido —sus ojos brillan, de repente, y no puedo dejar de mirarlos—. Basta, me da vergüenza —se sonrojó y volvió la vista al teclado.
—Hagamos espacio.
Corrimos las sillas, la mesa y algunas cosas las movimos de lugar. Solo dejamos el teclado en una esquina y todo lo demás para que ella baile.
Me senté emocionado en el teclado. Esto me tiene loco.
—Me gustaría que escuches una composición de Pato. Es una canción de los tres pero la base de piano es suya. Ácrata se llama.
—Me encanta ese nombre. Tocala y yo te sigo.
Se posicionó y comencé a tocar.

No tardó ni dos minutos en captar de qué iba la canción y la improvisó a la perfección.
Me dan calma sus movimientos delicados. Sus giros me hipnotizan. Sus brazos moviéndose perfectamente estirados y laxos. No le erra en nada, es una excelente intérprete y bailarina, a pesar de ser la mina que se llevó mi corazón. Definitivamente. Y aunque odié toda mi vida admitir el amor de una chica, Leo es diferente y eso me hace ser diferente a mí.
Al terminar la canción me paré y la aplaudí. Ella giró y me aplaudió a mí con una serena sonrisa. Como si no se hubiese matado bailando en mi living.
—Sos impecable Leo.
—Vos también, amé esa canción. ¿Podríamos seguir?
—¡¡Sí, claro!! ¿Y qué toco?
—No sé, lo que quieras.
Ella giró en posición y yo me senté en el teclado dudoso. No quería tocar nada en particular.
De repente, Leo empezó a bailar. Iba y venía con los ojos cerrados y me inspiró a tocar. Me concentré en el teclado y en ella. Su sonrisa creció y cada vez que giraba me miraba fijo. Fue increíble. Algo fluyó sin más.
—¡¡No lo puedo creer!! —corrió hasta el teclado.
—Fue hermoso.
—No Alien, más que eso. Lo que tocaste… es… es una melodía de piano que suena en mi cabeza desde el primer día que pasé sola. La escuché miles de veces y vos ¡Vos la hiciste real! No sé, fue perfecto.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, y algunas se escaparon. Sentí una corriente eléctrica recorrer todo mi cuerpo.
—Nuestra conexión es única.
—Sos un ángel. Mi ángel.
Estiró sus brazos y me incorporé para abrazarla.
Nos sostuvimos un rato en silencio, disfrutando de nuestro abrazo. De nuestros cuerpos. Acarició suavemente toda mi espalda. Hasta que se alejó a mirarme y me besó. De un segundo al otro unió nuestras bocas. Nuestras bocas se fueron amalgamando lentamente. Solo puedo sentir que estamos ella y yo en esta infinidad. El chocar de nuestras lenguas es muy placentero y se nos ha hecho inevitable subir el tono del beso.
—Guido yo... —suspiró y agachó su cabeza—. No es que no quiera pero no podría…
—Ey… no pienses en eso. Con besarte me alcanza y me sobra. Besas hermoso. O será que vos sos toda hermosa y me tenes hechizado, bruja.
Soltó una de sus carcajadas, hacía mucho, mucho tiempo que no la escuchaba reír así. Y entonces recordé muchas cosas. Lindos recuerdos en común.
—No quiero dejar de besarte.
—No lo hagas. Vení.
Nos guié hasta el sillón y una vez sentados volvimos a unirnos en un beso. Mientras me besó acarició mi pelo, cara y cuello con mucho amor, me tiene loco.
Se alejó y me miró temerosa.
—¿Qué pasa?
—Quiero hacer algo pero no me animo —confesó nerviosa.
—Tranquila, vos sabes que en mí podes confiar.
—¿Me puedo sentar con vos y abrazarte?
—Sí —respondí con una sonrisa.
Ella se sentó en mi regazo, de frente a mí. Se estremeció cuando sintió mi mano en su cintura descubierta por el espacio entre su remera y su calza. Nos miramos sonrientes. Son esos momentos que no necesitan palabras. Luego de unos hermosos besos más, me abrazó suavemente.
—Me tengo que ir.
—Uy ¿Ya? No pero…
—Mañana me suena la alarma a las 05:30. No puedo quedarme.
—Está bien, responsabilidades, entiendo. Te llevo.
—No, llamame un taxi.
—Ni en pedo, te llevo. No confío en nadie.
Me besó una vez más y luego nos preparamos para salir. 20’ después llegamos a la puerta del edificio.
—Chau Leo. Gracias por este rato.
—Gracias a vos por ser tan lindo y por favor trata de sacar esa canción.
—Para mañana a la mañana la tenes, vas a ver.
—Ay sos un genio. Chau —se acercó a besarme dulce pero corto.
—Chau. Mañana me voy a tocar Santa Fe, vuelvo el jueves ¿Sabes?
—Bueno… te voy a extrañar.
—Yo también, pero nos hablamos.
—A tu regreso te invito a cenar a mi casa.
—Hecho —me acerqué a besarla, una última vez, sosteniendo su mentón—. Hasta el jueves.

𝑀𝑒 𝐺𝑢𝑠𝑡𝑎 𝑉𝑒𝑟 𝐶𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝐵𝑎𝑖𝑙𝑎𝑠 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora