*Guido*
Entre dormido sentí como uno de mis bestias se subió a mi pecho. Instintivamente llevé una mano a su cuerpo para acariciarlo y dormir, pero es mucho más peludo que lo habitual. Abrí los ojos con el ceño fruncido y vi a un gato feo mirarme. Removi mi cabeza y entonces entendí que estoy en la casa de Leo. Miré hacia mi derecha y la vi a ella dormir en el sillón contrario hecha un bollito. Con sus rodillas en el pecho. Sonreí al verla, la observé con cariño. Me hace feliz que anoche haya dado un paso tan grande y me encanta que me haya dejado acompañarla. Estar cerca de ella me hace sentir muy bien y estos sentimientos me confunden ¿Me estaré enamorando de vos? Me pregunté mientras la miro. Volví mi vista al gato.
— ¡Shu! Bajate. Gato feo.
Lo empujé un poco y no se inmutó pero puso una expresión de desagrado.
— ¿Qué me miras así? Bajate hermano.
El muy mala onda me dió la espalda, levantó su cola y… ¡Me meó!
Dí un salto enorme y me incorporé.
— ¡¡Pero qué haces!! ¡¡Hijo de puta!!
Leo se incorporó en el sillón y me miró con terror en sus ojos.
— ¿¡Qué pasó!? ¿¡Qué pasa Guido!? ¿¡Lean…
— ¡Noo! No, tranquila —suspiró y se angustió—. Tu gato me meó.
— ¡Qué! No. No puede ser.
— Si puede. Me dio la espalda y me meó, pero me corrí antes de que sea demasiado tarde. Aún así... —señalé con mi dedo las gotas de pis en mi remera.
— Ay perdón —se levantó y vino hasta mí—. ¡¡Rubio!! Eso no se hace.
El gatito forro levantó la vista hacia ella y luego se acomodó en el acolchado sin preocuparse.
— ¿No estarás siendo muy severa? —le levanté una ceja.
— Ay bueno, es un gato. No puedo hacer mucho más. Son indomables.
— Por eso mismo no me gustan.
— Porque no los conoces… vení —me tomó de la mano.
Me dejé guiar por ella y terminamos en su habitación. Abrió su placard y sacó una remera que dice: El Lago de los Cisnes. Teatro Colón y atrás dice Staff. Me reí y la tomé.
— Bueno, es lo más grande que tengo, perdón.
— Está bien. No es tu culpa. Es culpa de ese intento de Garfield.
Me saqué la remera y ella dió un giro, como avergonzada.
— Ay, me hubieses avisado.
Reí y dejé caer la remera. Me queda horrible, muy chica para mis hombros. Solté una carcajada al verme al espejo, ella lentamente levantó su vista y me miró. Nos miramos unos segundos pero nuestras miradas fueron interrumpidas por su tentación.
— Ah mira que guacha, me diste esta remera para reírte de mí ¿No? —Me acerqué a ella y la tomé de la cintura. Ella sigue riendo y trata de alejarme.
— ¿Tenés cosquillas vos? —le pregunté, divertido.
— ¡Ay no! No.
Quiso soltarse pero la retuve y comencé a hacerle cosquillas alrededor de su cintura. Empezó a reír y a retorcerse sobre mí. Me encanta verla así.
— Ay, basta, basta. Basta Guido.
Dejé de hacerle cosquillas pero no la solté. Me quedé agarrado a su cintura. Sin soltar mis ojos se acercó un poco más a mí. Recorrí su cara con mi vista y me detuve en esos hermosos labios rosados.
— Sos un ángel —su dulce voz me calma. Y me encanta que piense eso de mi.
— Vos sos un ángel bonita.
Sin dudarlo me acerqué a su boca y respiré sobre sus labios. Esperé que me empuje, que me aparte, pero no lo hizo. Entonces la besé. Le dejé un corto y temeroso beso. La sequedad de nuestras boca hizo que se dificultara alejarnos. Su cara se tornó roja y una media sonrisa nerviosa apareció en su rostro. No pude evitarlo, me gusta demasiado, la tomé de sus caderas y la senté sobre uno de los muebles de su habitación. Abrió grande sus ojos, con dulzura y excitación. Me coloqué entre sus piernas y ella me acercó más desde mi espalda. La tomé del cuello, rocé nuestras caras y bocas justo antes de besarla pero ¡Comenzó a sonar un teléfono!
— Permiso —me pidió nerviosa.
Me corrí y ella salió corriendo. Cerré los ojos, suspiré y salí tras ella.
— Si, soy yo —dijo sobre el tubo rosa—. Si, es él ¿¡En serio!? ¿¡Cuando!? ¡Ah! Eh… gracias ¿Y ahora? —tragó saliva y llevó una mano a su cabeza. Me acerqué preocupado—. Si. Si. Si bien, estaba por irme. Gracias. Hasta luego.
Cortó y se quedó inmóvil. Llevó su mano a su pecho y soltó un llanto.
— Hey —me acerqué y la abracé— ¿Qué pasó?
— Ya está preso. Lo agarraron hoy a la mañana en el aeropuerto.
Abrí grande mis ojos y sentí un frío en la espina dorsal que erizó cada pelo.
— ¿Cómo te sentís? —tomé su cara e hice que me mire. O eso intenté, desvió su vista en todo momento antes de soltarse en un llanto espantoso.
— Hey, es una buena noticia.
— ¿¡Te parece!? ¿¡Mi ex novio preso por violarme te parece una buena noticia? ¡¡Es una locura esto!!
La solté y se fue hasta el baño, se encerró ahí.
La seguí y golpeé la puerta.
— Leo dale, salí. No quise decir eso, por favor no me malinterpretes —solo escucho su llanto—. Leo. Dale Leo.
No me abrió la puerta, ni me respondió.
— Me voy a quedar acá hasta que salgas.
— Andate Guido, dejame sola.
— Jamás. Jamás te voy a dejar sola.
Me senté en la pared contraria, mirando fijamente la puerta. De repente se abrió y ella, con su mejor carita de emocionada, me miró.
— Decilo otra vez.
— Nunca voy a dejarte sola.
Se soltó en otro llanto, sus brazos cuelgan, desganados. Me incorporé y me apoyé en el marco de la puerta.
— Pero entiendo si necesitas espacio.
— Sí —suspiró profundamente—. En este momento necesito estar sola.
— Está bien ¿Puedo saber que vas a hacer?
— Tengo que… eh… prepararme e ir al médico y al psicólogo.
— Te puedo acompañar.
— No, no. Por favor, quiero ir sola Guido, por favor —me pidió desesperada.
— Está bien, está bien. Tranquila.
La abracé y se abrazó a mí con todas sus fuerzas. Me da tanta ternura. Me cuesta separarme de ella.
— Gracias. Gracias por tanto Guido, gracias. No sé cómo agradecerte todo esto —nos alejamos y nos miramos.
Acaricié su mejilla y le dejé un beso sobre ella.
— Leo, no lo hago por eso. Lo hago por verte bien, por verte feliz.
— No sé si algún día podré.
— ¡Si! ¡Claro que sí! Te aseguro que de acá a un tiempo todo esto va a ser una anécdota. Una muy amarga y terrible, pero anécdota al fin.
— Eso espero —suspiró—. Disculpa pero…
— Si. Agarro mi remera y me voy.
— No. Dejala y la lavo.
Negué.
— Guido, dale. La lavo y de paso tenemos una excusa para volver a vernos.
Sonreí y la miré.
— ¿Eso querés? ¿Volver a verme?
— Es lo menos que puedo hacer por vos. Pero ahora necesito irme.
— Si —nos abrazamos—, hasta luego colo.
— Chau rubio —me soltó y caminó hasta la puerta, la seguí—. Gracias por todo. Me llevo el celular y prometo hablarte —abrió la puerta y la crucé.
— Así me gusta. Espero tu mensaje o llamado. Chau —me alejé sin dejar de mirarla, hasta que cerró la puerta.*Leonora*
Una hora con el médico clínico y cinco órdenes de carácter urgente con una ginecóloga.
Dos horas con la ginecóloga. Otra vez removiendo miles de cosas. Dejando que invadan mi cuerpo.
Otras dos horas con el psicólogo. Eso sí que dolió. Dolió mucho. Se sintió como si me apuñalaran varias veces en el mismo lugar. No duele tanto la apuñalada en sí, lo que más duele es cuando sale el cuchillo y lastima más.
Salí del consultorio y en recepción me dijeron que los resultados estarían en tres horas. Sin dudarlo un segundo, la llamé a Isabel y le dije de almorzar juntas. Tiene solo una hora libre entre clase y clase y aún así vino.
La abracé tan fuerte como pude. Nos sentamos, pedimos y charlamos. Le conté todo lo que me hicieron, que Leandro está preso y que en unas horas tengo las pruebas suficientes para que Leandro se pudra en la cárcel.
— Nunca más va a salir. Y ahí adentro la va a pasar horrible. Estoy muy feliz por vos —tomó mi mano y la acarició con su pulgar.
— Me besó —creo que pensé en voz alta.
— ¿Eh?
— Guido me besó.
— Ay —se tapó su boca y me miró tierna— ¿Y?
— No sé… te juro que mientras hablaba con los médicos y les contaba toda la mierda que viví, solo podía recordar los labios de Guido sobre los míos.
— Ay, se gustan. Que lindos.
— No sé, pero no quiero perderlo nunca.
Fuimos interrumpidas por el mozo, que vino a cobrarse la mesa. Isa se despidió y se fue. Yo me pedí un café para seguir haciendo tiempo. Saqué mi celular, abrí el WhatsApp que nunca usé y abrí un chat con Guido.
— Hola. Cómo estás? Yo ya estoy esperando los resultados y no paro de pensar en vos… en ese beso. No podría corresponderte ahora mismo pero si tengo en claro que te quiero cerca mío, porque me haces bien.
Releí el mensaje miles de veces, con duda. Pero lo envié.
Terminé mi café y me fui caminando despacio hasta la clínica. Cada resultado constata lo mismo, fui víctima de un psicópata y va a tener mucho tiempo tras las rejas.
Suspiré y me dirigí hasta la seccional, con este último paso, se puede iniciar el proceso judicial.
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𝑀𝑒 𝐺𝑢𝑠𝑡𝑎 𝑉𝑒𝑟 𝐶𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝐵𝑎𝑖𝑙𝑎𝑠 [COMPLETA]
FanfictionUna historia cruda sobre la violencia de género. Donde Leonora Bianco, una hermosa y delicada bailarina de ballet Argentina, encuentra una salida a tanto dolor en los brazos de Guido Sardelli, un amigo y amorío de secundaria que le había hecho mucho...