*Leonora*
Los días pasan y cada vez me siento mejor. Cada día voy desbloqueando otro nivel de paz.
A veces, a la noche, antes de dormir, pienso en como era mi vida y trato de entender por qué soporté todo eso. Pero ésta paz que conseguí, no la cambio por nada. Aún me parece mentira que nadie me pegue, ni grite, ni me haga sentir menos.
Empecé a hacer cambios. Cambié cosas de mi casa que me había comprado Leandro. Me corté el pelo, después de tanto puedo tener el pelo como quiero, hasta dejaba que él decidiera cómo tendría el pelo. Todo era para complacer a un enfermo porque yo también estaba enferma. Enferma de dolor, de manipulación, de obsesiones. Obsesiones que se fueron terminando.Ya pasó una semana desde que inicié el proceso judicial y todo marcha muy bien. Leandro sigue preso y no le concedieron la salida bajo fianza, ya que obviamente su adinerado padre lo intentó. Pero no pudo.
Llegué a la academia con una sonrisa. Apenas crucé la puerta todas mis pequeñitas vinieron juntas a recibirme con un abrazo y me morí de amor. La emoción me erizó la piel. Son tan lindas y me quieren tanto y de verdad. Eso es todo lo que necesito. Entramos juntas al salón y les di una de las mejores clases de la historia. Me siento inspirada, me siento capaz de todo. Ahora disfruto de todo lo que hago, de todo lo que soy. Porque puedo. Porque quiero.
Terminé las tres clases del día y me quedé charlando un poco con Isabel mientras ella hace tiempo hasta su siguiente clase. Pero mi celular nos interrumpió.
— ¿Hola?
— Colorada yeta —su voz me encanta.
— Hey. Hola alienígena —Isabel me miró y sonrió.
— ¿Cómo estás? Yo estoy en la ruta, cerca de casa ya.
— Estoy bien. Recién termino de dar una clase increíble.
— Uy qué bueno Leo, me encanta escucharte así. Te escucho muy bien.
— Gracias. Lo estoy. Y todo gracias a Isa y a vos.
— No, no. Esto lo lograste vos.
— Pero con su ayuda. Con su amor… gracias rubio, sos mi ángel.
Isabel me miró con un brillo en los ojos y tapó su boca. Y Guido, aunque no lo puedo ver, les juro que sonrió.
— Tengo muchas ganas de verte, hermosa.
Me sonroje y sonreí como una nena chiquita.
— Yo también. Cuando puedas me decís y nos encontramos a comer o a tomar algo ¿No?
— Si, si. Me encanta. Me encanta la idea. Vamos hablando y arreglamos.
— Buenísimo ¿Cómo estuvo Baradero?
— Tremendo. Aunque tocamos poco y me quedé con ganas de más.
— Mmm hay que disfrutar despacio Armido.
Soltó una carcajada.
— Me vas a tener que enseñar.
— Bueno, veo. Lo pienso y te digo.
Soltamos una risa y se hizo un silencio. Un silencio que guarda todos nuestros sentimientos y que no es incómodo, porque hay mucha confianza entre nosotros.
— Bueno, me voy. Después hablamos colo. Me alegro de escucharte bien.
— Y yo me alegro de escucharte. Gracias por estar. Buen viaje.
— Gracias… sos una dulce.
— Hasta mañana.
Cortamos y me quedé con una sonrisa enorme.
— Ay amiga —dijo Isabel y la miré.
— Me voy a casa.
— Bueno —respondió aún emocionada—. Chau hermosa. Te quiero.
— Y yo a vos amiga. Nos vemos.Las 15 cuadras hasta casa me encantan. Las camino sin prisa, mirando vidrieras, sonriéndole a la gente. Así es como se siente la libertad.
Cuando doblé la esquina todo cambió. Mi mundo se desmoronó. Marta, la mamá de Leandro, me espera en la puerta. Apenas me vió cambió su semblante y se adelantó para increparme.
— ¿¡¡Cómo te atreviste a mentir así!!? ¡¡Mí hijo te dió todo y vos le pagas así!! ¡¡Sos una desgraciada!!
La angustia se me agolpó en el pecho y sentí como subió hasta mis ojos. Ya estoy llorando, si, como siempre.
— Marta por favor, abrí los ojos. Tu hijo es un violador —admití con mucho cansancio.
Marta, sin dudarlo, me dio vuelta la cara de un cachetazo y no supe qué hacer. Me quedé ahí inmóvil, sosteniendo mí mejilla y tratando de no desmoronarme.
— ¡¡No vuelvas a hablar así de mi hijo!! ¡Te voy a denunciar yo a vos hija de puta! ¡¡Basura!!
— ¡¡Marta entendelo!! ¿¡No leíste la causa!? Leandro me violó, usó, manipuló, maltrató y hostigó por años. Aceptalo, ese monstruo es tu hijo.
No saben cuánto me duele decirlo. No debe ser nada fácil admitir que tú hijo es escoria y yo también quisiera que las cosas sean diferentes.
Marta entró en un estado de nerviosismo. Llora, abrazándose a sí misma.
— Si querés te doy una copia de todos los papeles. Podes leer mi confesión y los resultados de los peritos —mis lágrimas empezaron a brotar y me sentí muy mal, otra vez—, esto es real Marta. Me cansé. No voy a parar hasta que Leandro se pudra en la cárcel.
Marta me miró con mucho dolor. Mucho. Todo su ser está muriendo de dolor. Instintivamente me nació intentar abrazarla pero no me dejó, se alejó unos pasos negando incesantemente.
— Perdón —dijo antes de irse.
Caminó hasta su auto y se fue. Caminé sin ánimos hasta la puerta, la abrí y entré a casa llorando. Al cruzar la puerta solo pude sentarme a llorar contra ella. Junté mis piernas, me abracé a ellas y lloré a mares. Otra vez. Otra vez este dolor horrible. Otra vez esta sensación de haber sido condenada al infierno. Rubio vino hasta mí, se frotó contra mis piernas y se sentó a mi lado, mirándome con su carita de amor. Lo miré.
— No aguanto más —le dije y me respondió con un maullido suave.
Me incorporé, caminé hasta el baño, me senté en la tapa del inodoro, bajé un poco mi jean y saqué la pequeña navaja del escondite. Justo cuando estaba por cortar, otra vez, mi celular sonó dos veces. Dejé todo a un lado y lo tomé. Es Guido.
✓✓Ya llegué a casa!! Nos vemos mañana colito??
✓✓ Que t gustaria hacer??
No lo pensé mucho, apreté llamar.
— Hola
— Hola, no aguanto más.
— Hey ¿¡Qué pasó Leo!? ¿Por qué lloras?
— La mamá de Leandro vino a mi casa. Discutimos y me rompió el corazón —dije antes de soltar otro enorme llanto.
— Uy no, la puta madre ¿Me necesitas?
— Si. Por favor. Perdoname por joderte.
— Ya voy a buscarte ¿Si? Quedate ahí por favor.
Me cortó y suspiré profundo. Recapacite que no debo lastimarme más de lo que ya estoy. Guardé todo y me lavé la cara. Rubio me mira sentadito en el marco de la puerta.
✓✓ Ponete linda q vamos a comer!!
Leí el mensaje y suspiré. Le di de comer a Rubio y después me cambié de ropa. Solo la remera y las zapatillas. Me quedé esperando a Guido en el sillón. Totalmente en silencio. Mirando la nada misma.
✓✓ Estoy en la puerta!! Veni
Le dejé un beso a rubio y salí suspirando.
Cuando salí, me abrieron la puerta de una camioneta y caminé hasta ella con el ceño fruncido.
— Buenas —dijo Gastón y me extendió la mano.
La tomé y me adentré. Pato maneja, Guido lo acompaña y Gastón y yo vamos detrás.
No supe qué decir ante esta sorpresa.
— Hola Leonora —me saludó Patricio mirándome por el espejo retrovisor.
— Hola colorada hermosa —Guido giró para saludarme con una sonrisa.
— Hola… disculpen eh… no esperaba esto.
— Lo sé —respondió Guido—, pero queremos invitarte a una comida familiar.
— ¿Qué? ¿En serio?
— Si —Pato inició el viaje—, invitada especial de esta noche, para que sepas que no estás sola y que todavía queda buena gente.
Me emocioné con sus palabras y su amabilidad. Gastón acarició mi espalda.
— Relaja y trata de ponerte bien ¿Si? En nosotros podes confiar.
— Gracias Gastón.Media hora después llegamos a una linda casa del centro. Ingresé nerviosa, chiquita, temblorosa pero la sonrisa de Alicia me cambió todo.
— Leonora, tanto tiempo —me recibió de brazos abiertos y me uní rápidamente a ella en un abrazo.
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𝑀𝑒 𝐺𝑢𝑠𝑡𝑎 𝑉𝑒𝑟 𝐶𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝐵𝑎𝑖𝑙𝑎𝑠 [COMPLETA]
FanfictionUna historia cruda sobre la violencia de género. Donde Leonora Bianco, una hermosa y delicada bailarina de ballet Argentina, encuentra una salida a tanto dolor en los brazos de Guido Sardelli, un amigo y amorío de secundaria que le había hecho mucho...