*Guido*
Estos días fueron una locura. Se pasan volando y no puedo siquiera hacer un cuarto de las cosas que quisiera. Entre el nuevo disco, prensa, reuniones y tratar de dormir se me pasó la semana.
Pero el domingo es el día Sardelli por excelencia y mamá nos invitó a almorzar. Solo nosotros, los cinco… Aunque siempre nos reclama un nieto.
—Por acá te van a dar uno fosforito —bromeó Pato señalándome.
—Ay, sería hermoso. Esa chica es muy buena.
Sonreí ante el recuerdo de Leo y las palabras de mi mamá.
—No exageren che. Y tampoco creo que lleguemos a algo.
—El ciego acá es Cuty, hijo, no vos —bromeó mi papá y con Pato nos tentamos. Gastón obviamente se encula.
—No sé a qué te referis igual.
—A que por más de que las cosas hayan empezado turbulentas, ambos se gustan y se quieren —concluyó Pato.
— Como antes —suspiré.Mientras ellos siguieron dialogando sobre mi pasado, conversación a la cual no me interesó entrar, saqué mi celular y miré la hora. Ya son las cuatro de la tarde, en una hora Leo dará una clase abierta y muero por ir. Debería. Pero estos últimos días ha estado alejada de
mí. Sin embargo me despedí de todos y salí rumbo a la academia. Gracias a que salí con tiempo llegué a horario, me parece mentira haber llegado a horario. Crucé la puerta de la academia, Isabel charlaba con Ximena y cuando me vió me regaló una sonrisa. Me acerqué y las saludé.
—Buenas.
—Hola Guido, que bueno verte por acá.
—¿Cómo están las cosas?
—Complicadas pero cada día mejor.
—¿Me querrá ver?
—Si, claro. ¿Por qué no?
—No sé… estos días no me habló mucho.
—Te voy a decir algo que me dijiste vos; paciencia.
Suspiré y miré hacia la escalera, sin decir más, me dirigí hacia ella y subí. Las puertas del salón ya están abiertas y más de la mitad de las sillas ocupadas. Leonora hace que vuelvas a verla incansables veces. Ella está a un costado, elongando sus hermosas piernas junto a sus alumnas, totalmente enfocada. Yo recorrí los asientos con mi vista y vi que en la primera fila queda uno hacia el final. Me senté allí sin dudarlo.
A los pocos minutos, Isabel entró en el salón para presentar la clase. Como siempre. Leo caminó hacia el medio del salón seguida por las nenas. Cuando se estaba posicionando me vió y para mi sorpresa me regaló una sonrisa sonrojada que se me grabó a fuego. Le levanté la mano con una sonrisa que denota embobamiento.
Luego de unos minutos comenzaron a bailar y otra vez la misma sensación de que no existe nada más en este mundo que la música y Leo. Las dos cosas me gustan tanto. Disfruto de escuchar cada nota de las piezas que baila. Disfruto de verla recorrer el salón con tanta liviandad y precisión. Disfruto ver sus figuras tan prolijas. Su cuerpo esbelto y blanco. Disfruto de ver lo libre que se siente al bailar. Quisiera que pueda trasladar ese sentimiento a su vida.
Terminó la pieza y todos mis pelos se erizaron. Pero a tal punto de sentir lágrimas queriendo salir. Me incorporé y la aplaudi de pie. Todos los presentes me siguieron. Ella reverenció hacia nosotros y luego me dedicó su mirada tierna. No dejó de mirarme y sonreír hasta el fin del aplauso.Cuando todos se fueron, incluso Isabel, Leo vino a mí en silencio y me abrazó. Me sorprendió pero para bien y le correspondí su suave abrazo.
—Tanto tiempo —dije.
—Lo sé —suspiró y se alejó un poco para poder mirarme—. Esta semana fue muy dura.
—Pero podes contar conmigo ¿No lo sabes aún?
—Si Guido, no es eso… es… tampoco quiero que vivas toda la mierda que tengo que vivir.
—No digas eso, yo quiero ayu…
—Shh… lo sé. ¿Cómo estás?
Me sorprendió su reacción. Me quedé serio y en silencio mirándola.
—No me gusta que pasen los días y no saber de vos. Ni que tampoco no me respondas ni un mensaje. Me preocupo.
—Guido te pregunté cómo estás.
—¿Por qué me evadis así? Me preocupo y ocupo por acompañarte en esto y vos me alejas.
—Bueno listo, ya entendí. Disculpa por no ser perfecta ¿¡Sabes!? —me respondió de muy mala manera y empecé a arrepentirme por la presión que ejercí—. Buscate otra mina que no tenga depresiones ni haya sido violada por su expareja ¿Sí? Andate.
Se alejó de mí para juntar sus pertenencias en su bolso. Removi mi cabeza y respiré hondo antes de acercarme de nuevo.
—Perdón. Perdón Leo, soy un tarado. Perdón. No… no quise
presionarte. Estoy algo desbordado.
—Yo también loco. Yo también. Y justamente por eso no te rompo las bolas a vos. Ni a vos, ni a nadie.
—Solo quiero que sepas que contas conmigo, incluso si es para romperme las bolas.
Leo soltó una pequeña sonrisa pero luego se aflojó en un suspiro con pena.
—¿Qué pasa? No estés mal.
—Pasan muchas cosas… que me sobrepasan pero trato… —suspiró y no supo continuar.
—Hablemos. Vamos a un café y me contas todo, yo te llevo a tu casa después.
De repente y sin mirarme se abrazó a mí. Me rodeó con sus brazos y apoyó su hermosa carita en mi pecho.
—Gracias por tanto, rubio. —Sonreí y pasé mi mano por su pelo.
La miré sobre mí y me di cuenta de lo mucho que me gusta. Realmente me gusta. Ya no es sólo acompañarla en esto, es gusto por verla, por sentirla. Ella levantó su mirada y conectamos. La miré por unos segundos hasta que no me aguanté y me acerqué a besarla. Rocé nuestros labios y ella me apartó rápidamente.
—¿¡Qué haces!? ¿¡Esto es lo que buscas al final!?
Abrí grande mis ojos y me desesperé al instante.
—¡No! No Leo, por favor, no pienses eso. No.
—¿¡Entonces!? ¿¡Qué!? ¿¡No podes ser mi amigo!?
—Si, si. Claro que puedo, si. Perdón, perdoname. No lo hice con esa intención.
—¿¡Y con qué intención fue entonces!?
—Me gustas. Me gustas y mucho. No sé, me confundí —se congeló. Todo su ser se congeló—, y sentirte así me llenó de amor. Pero ya sé que está mal.
Agaché mi vista. Ambos nos quedamos en silencio. Uno muy incómodo.
—Mejor me voy.
Empecé a caminar hacia la salida. Bajé lento las escaleras y me alegré al ver que ni Isabel ni Ximena están en escena, así no tengo que fingir ante nadie. Me voy con el corazón roto.
Salí a la vereda y me quedé tildado. Buscaba mi auto con la vista y no podía reaccionar. Hasta que entendí dónde está, pasaron varios segundos. Esperé a poder cruzar y puse un pie en el asfalto.
—¡¡Guido!! ¡Para!
Giré y la vi a Leo venir hacia mí con paso apurado.
—Perdón. Soy un desastre, una desagradecida, una miedosa y miles de cosas más. Perdón.
Suspiré y la miré. Solo tuve la intención de levantar mi mano y acariciar su cara. Leo tomó mi mano y besó la palma. Esa acción me descolocó.
—Todo bien —respondí corriendo mi mano.
No quiero confundirme más de lo que ya estoy.
—Yo quiero que entiendas que no puedo querer a nadie ahora mismo porque yo no me quiero. Yo no me siento linda, ni suficiente, ni agradable. Estoy llena de miedos. Estoy llena de oscuridad. Me enseñaron a no quererme, a desvalorarme y… —el nudo en su garganta le dificulta seguir—. No quiero que vos estés en el medio de mis problemas. Siento que tengo que superarlos sola.
—Sos tan valiente.
Me miró sorprendida y con una media sonrisa.
—¿Te parece?
—Sos valiente, transparente. Siempre me vas de frente y morís de pie en cada batalla. Te admiro Leo y gracias por confiar en mí.
Soltó una risa junto con un llanto de emoción. Sus ojos brillan y solo eso busco, que se olvide de todo y vuelva a brillar.
—Te quiero Guido. —Al escuchar esas palabras mi corazón dio un salto el cual aceleró mi pulso y a su vez se me congelaron todos los músculos. Hacía mucho tiempo que no sentía algo así, por y con nadie.
—Y yo a vos —respondí con la voz temblorosa.
—Si podes te invito yo ese café.
—Eh… si, si. Encantado.Con café de por medio hablamos de todo. Me contó que tuvo una audiencia judicial junto a Leandro y que volver a verlo la descolocó. También me contó que la audiencia dictaminó que el caso requiere un juicio rápido, donde en menos de dos años Leandro recibiría una condena de 20 años. Yo me abrí y le conté sobre mis penas, mis miedos y fracasos. Ella me escuchó con amor y no me juzgó.
Luego la llevé hasta la casa.
—Gracias Guido. Ya no sé cómo agradecerte por todo lo que haces.
—No hace falta, lo hago de corazón.
Se acercó a mí, acarició mi cara mirando cada parte y me dejó un suave y profundo beso en mis comisuras.
—Sos un ángel. Nos vemos.
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𝑀𝑒 𝐺𝑢𝑠𝑡𝑎 𝑉𝑒𝑟 𝐶𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝐵𝑎𝑖𝑙𝑎𝑠 [COMPLETA]
FanfictionUna historia cruda sobre la violencia de género. Donde Leonora Bianco, una hermosa y delicada bailarina de ballet Argentina, encuentra una salida a tanto dolor en los brazos de Guido Sardelli, un amigo y amorío de secundaria que le había hecho mucho...