Capítulo Final

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*2 años después*
*Leonora*
—Mamá, buen día. Hola… Mami te estoy mirando.
Me desperté y giré despacio. Guido, parado frente a mí, con Octavio a upa, que me mira con esos faroles mieles tan hermosos.
—Ay, hola Colito de mamá —me senté y me incliné a besar su cabeza—. Felices tres meses. Y hola al Rubio Alienígena.
—Buen día Brujita, hay que ir al doctor, nos espera un largo día.
—Es verdad, lo había olvidado.
Elevé una pierna, la estiré por completo, necesito elongarla. Octi miró la situación y soltó una risa. Algo que aún no había hecho.
—¿De qué te reís loco de mamá? ¿Esto te causa gracia? —bajé una pierna y subí la otra.
Cosa que le provocó más risa esta vez. Me morí de amor. Lo tomé en mis brazos y lo comí a besos, disfruté de sus suaves caricias en mi piel, de sentir el perfume a bebé de su piel.
—Son tan hermosos juntos. Son luz.
Aparté la vista de Octi y miré a Guido, nos mira como quien mira al amor de frente.
—Vos sos hermoso y sos un ángel que me dió todo lo que tengo hoy. Paz, felicidad, amor, familia —me acerqué y besé su mejilla, le dejé un largo y lindo beso—. Sos único.
Acarició mi cara y luego me dejó un rico beso en los labios. Salimos los tres juntos de la habitación rumbo al desayuno en familia.

Luego fuimos a visitar a la pediatra Leonora, si, tocaya. Octi la adora y ella lo cuida como si fuera su hijo. Aparte, nos tiene paciencia; Guido y yo somos algo insoportables, la matamos a preguntas pero es genial, tiene las respuestas a todo y apacigua la paranoia de los primerizos.
Salimos del sanatorio y decidimos comer afuera, no lo hacíamos desde que nació nuestro Colito. Quién lo hubiera dicho… Guido y yo siendo padres, formando una familia, creando luz todos los días. A veces la Leo del presente no puede conectar con la del pasado y me libera, tengo una paz que no podría soltar jamás.
—¿Estás nerviosa? ¿Ansiosa?...
—Mmm, si, no sé. Estoy bien y no quiero arruinar el momento.
Guido me sonrió y me enamoré otra vez.
—No vas a arruinar nada, exagerada.
—Bueno, hace mucho que no lo veo.
—Tranquila —miró al mozo y le pidió la cuenta—. Todo va a salir muy bien. —Pagamos y salimos. Llegamos a Aeroparque cuarenta minutos después. Bajamos el coche, pusimos a Octi en él y entramos a fijarnos las pantallas. Todo indica que ya arribó.
—Llegamos tarde. ¡Lo sabía!
Me puse de malas. Empecé a caminar rápido y en dirección a la plataforma. Pero en el camino lo vi, nos encontramos con la mirada; Ciro Bianco.
Nos acercamos de a poco y algo desconfiados pero no pude evitar emocionarme.
—Estás tan grande Ciro —mi voz tembló.
Guido y Octi nos alcanzaron. Ciro miró el coche y abrió grande sus ojos.
—Es… ¿Soy tío? —me miró con un brillo especial en sus ojos.
—Te extrañé mucho.
—Yo también —soltó el aire contenido y me abrazó.
Me uní a él, a su abrazo. 12 años sin vernos. Él se fue cuando era una persona horrible, cuando todo empezó a salirme mal, cuando vimos que nuestros padres solo nos habían dado la vida, pero nunca amado ni mucho menos apoyado. Se fue creyendo que era como ellos, que no lo quería. Su manager le dio una vida mejor, sin dudas. Pero yo lo extrañé, no quise que nada fuera como fue, pero acá estamos.

Ya en casa, con Guido lo pusimos al tanto de todo lo que pasó. Lloramos y reímos los tres, alrededor de la mesa. él también nos contó lo duro que fue adaptarse a la vida en Emiratos, entrenar duro, sentirse solo y creer que eso lo debilitaría pero es el goleador del campeonato actualmente y es ídolo. Mi hermanito, no lo puedo creer. Guido está como loco, por poco le pide que le firme una pelota. Esperen, lo hizo.

Más tarde lo acompañamos hasta el Hilton, está cansado, tantas horas de vuelo te aniquilan. Lo despedí con un gran abrazo, me costó soltarlo. Lo solté con la condición de que mañana apenas se despierte me llame y lo vengo a ver.
La llegar a casa, Guido se puso a cocinar mientras yo le doy un baño a Octi.
—Ay como le gusta el agua a mi bebé —me mira y me sonríe con tanto amor que solo puedo devolverle besos.
Me comí a besos esos cachetitos blancos y suaves.
—Basta mamá, dejame en paz, sos de dompe bolas —Guido me corrió para darle más besos que yo— ¡Ah! Que lindo que sos hijo.
—Y si, porque es mi hijo ¿No Colito?
Octi patalea sin parar, con una sonrisa en la cara.
—Es lindo como yo nena, qué decís. Y bien macho, mira ese pito.
—Ay Guido —solté una risa y Octi pegó un grito, feliz.
—Pero es verdad. Salió a papá —puso una cara de winner que me mató. Solo pude tomar su cara y partirle la boca.
—Te amo mamita.
—Te amo papito. Sos un bombón.
—Ya sé. Y hago todo bien. La música, la comida, los hijos —se fue hasta la cocina a controlar los ñoquis.
—Narciso, callate.
—Más vale, tengo con qué.
Saqué a Octi del agua a la risas. Los tres estamos a las risas todo el día.

Antes de quedar embarazada las cosas iban de mal en peor, estaba cayendo en una depresión. Pensaba más en Leandro que en mí, que en Guido, que en mi vida. Dejé que su fantasma me atormente por cuatro largos meses, hasta que faltó mi período y el test dió positivo. Todo mi ser dió un vuelco. Ser mamá era un sueño, un anhelo muy grande que creí que planearía pero no, Octi llegó en el momento indicado y me recordó que en mí aún habitaba la felicidad, la alegría. Estoy creando una familia en base a eso, risas y amor. Y Guido es el indicado para eso.

Terminé de vestir a Octi y me senté en la mesa a esperar la comida, le dí el pecho y chequee mi celular.
—Amor. Tanto Pato como Isa quieren venir a saludar a Octi y traerle un regalo —solté una risa. Ambos me mandaron prácticamente lo mismo.
—¿En serio?
—Si lo dos. Pato dice que le compró algo especial e Isa dice que le compró un peluche para morirse de amor. Son lo más.
—Si, que genios. Deciles que vengan a cenar si quieren.
—¡¡Si!! Que buena idea.
—Leo…
—Qué, están los dos solteros.
—Y los dos te dijeron que no te metas.
—Pero harían linda pareja, punto.
Los llamamos, aceptaron y coordinaron todo.

En veinte minutos llegó Isa, Pato tan solo unos minutos después. Pato no puede disimular que le gusta Isa, pero Isa por el contrario disimula muy bien. La cena fue muy linda, alegre, graciosa, fraterna. Nos sentimos en familia.
—Ay hola Colito, vení con la tía —Isa extendió sus brazos apenas lo saqué de la teta.
Se lo pasé y lo apoyó sobre su pecho. O sobre sus pechos, precisamente.
—La almohada que se consiguió —soltó Patricio y todos nos reímos, no pudimos evitar reírnos.
Isabel se puso toda colorada y fue la que menos rió.
—Perdón.
—Todo bien.
—Ay póngase que se le saco una foto a Octi con sus padrinos.
—¡Que! —soltó Patricio rápidamente.
—Me jodes.
—No. Lo pensamos y aunque no haya ceremonia, simbólicamente ustedes son nuestra mano derecha. El Colito los ama tanto como nosotros.
Isa soltó un par de lágrimas y besó suavemente la cara de mi hijo, varias veces. Luego lo miró a Pato.
—Felicidades.
—Igualmente. Somos un gran equipo
—¿Si?
—Octi hará que lo seamos.
Se miraron y se sonrieron. A mí eso me basta, ya me la veo venir. Estos dos van a terminar juntos.
Después de varias fotos familiares, la sobremesa y el café se fueron. Guido se fue a bañar, yo dormí y acosté a Octi y después me acosté yo. Cuando me senté en la cama, agarré el celular y vi que tenía un audio de Isabel.
—Amiga… mientras bajábamos en el ascensor, Pato me invitó a cenar. Salimos el viernes. La puta madre, ¿Cómo haces?
Solté una risa victoriosa y le contesté.
—¿Por qué tanta risa eh?
Guido entró en bolas, con el toallón en sus hombros.
—Que te importa —le saqué la lengua.
—No te hagas la mala Leonora, ya te dije, después no la te aguantas.
—Vos no te la aguantas.
Me miró cómplice y se subió a la cama. Sin esperarlo comenzó a hacerme cosquillas en la cintura. Muero de cosquillas ahí. Me inmovilizan.
—¡¡Ay!! Basta, basta, basta. Dale. —Paró y me dejó un beso en la mejilla. Se quiso alejar pero lo abracé, lo abracé bien fuerte.
—Sos el amor de mi vida.
Soltó un suspiro enamorado y besó mi hombro.
—Te quiero nena, puedo sentirte, sos el relámpago que brilla en la noche. Tus ojos perlas, que miran firme, hermosos como luna llena en la noche.
—¡Aaah! ¡Sardelli! Me podes cuando cantas.
—Y vos me podes cuando bailas, estamos a mano.
—Es verdad.
Comenzamos a besarnos, primero lento y suave. Gradualmente nos fuimos apurando, abriendo más la boca, comprometiendo nuestras lenguas. Guido se alejó buscando aire.
—¿Vamos a dormir amor?
—¿Dormir? No. Si me llevas hasta el sillón te muestro que podemos hacer.
Me miró excitado, cómplice.
—¿Segura? Capaz te duele o algo y…
—Shh, vamos amor.
Me tomó de las caderas y así me llevó hasta el sillón. Me recostó y se recostó encima mío. Entre besos nos hicimos uno.
Nos quedamos mimándonos en silencio, él con su cabeza en mi abdomen, yo acariciando su pelo.
—Por mil noches, por mil años amor.
—Siempre juntos, Colo.

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⏰ Última actualización: Aug 17 ⏰

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𝑀𝑒 𝐺𝑢𝑠𝑡𝑎 𝑉𝑒𝑟 𝐶𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝐵𝑎𝑖𝑙𝑎𝑠 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora