Capítulo 20

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*1 año y medio después*
*Guido*
—Leo, por favor levantate. Tenemos que ir hermosa, último intento.
Me duele tener que insistirle, me duele ver que esconde su hermosa cara para que no vea como el llanto se la desfigura.
—Guido por favor, no aguanto más —el ahogo le dificulta el habla—. No quiero verlo.
Suspiré y se me senté en la cama. Cerré los ojos y dejé que salgan mis lágrimas. Estos últimos dos meses fueron muy difíciles y parece no tener fin, aún.
El juicio contra Leandro empezó el mes pasado, ya fueron a dos instancias, pero hoy es la final y Leo no puede moverse de la cama. Todo se complicó, volver a verlo, tan cerca de ella, escuchar como le miente a los jueces y volver a ver su sádica mirada la dejaron por el piso. Sumado la presión que ejercen algunas fans. Sumado que el caso se hizo mediático, hablan de ella, de mi, de nosotros, de su caso. Nos han llamado para dar notas y nos hemos cansado de putearlos. Sumado que eso hizo que sus padres se enteraran y se acercaran falsamente. Fue horrible ver como les pedía a los gritos que se fueran de su casa. Sumado que estoy ocupado con muchos shows y cosas que hacer, ando medio ausente, eso hizo que se haya vuelto a lastimar, una vez más, después de tanto. Pero la entiendo, la entiendo y mucho.
—No voy a ir. Que paguen los padres una fianza y se lo lleven al Congo, no sé. —Tragué saliva, respiré hondo y me incorporé. Me arrodillé frente a su cara. Esta vez sí asomó su cara, cernida por el dolor. Sus ojos me destellan clamando comprensión y contención.
—Ey, no puedo verte así. Un cisne con alas rotas. Sufrir es el precio de vivir y yo pagaría mil vidas por verte sonreír —entoné para ella y logré una leve mueca—. Colo, tenemos que ir. Ya llegaste hasta acá. Leandro no puede ni debe quedar suelto bajo ningún punto de vista. Sé que nada va a deshacer todo el calvario que te hizo vivir pero las tiene que pagar. Es lamentable que vos tengas que ir a verlo y refutar contra él, como si no hubiese suficientes pruebas ya, pero tenés que ir, romper con todo una vez más. Yo voy a estar ahí, de tu mano y si no querés mirarlo a los ojos, me miras a mí ¿Sí?
Corrí un par de mechones y acaricié su hermosa carita. Ella me mira en silencio pero sus ojos me hablan, me cuentan que le hago bien y que mis palabras la ayudaron a entender.
—¿Ponés nuestra canción?
—Obvio. Lo que quieras, mi amor —besé sus labios y me fui a poner música y a preparar el desayuno.

Al rato, Leo apareció en la cocina. A medio vestir y a medio peinar. Desayunamos casi en silencio, nos preparamos para salir y salimos. Al llegar a los tribunales se paralizó, apretó muy fuerte mi mano y se complicó su respiración.
—Amor tranquila.
—No puedo —comentó totalmente hiperventilada.
Me pongo muy nervioso, tengo miedo de no saber qué hacer. De no servirle de ayuda.
La abracé de costado y caminé con ella hasta las sillas. La ayudé a sentarse y también a recuperar su respiración. Le llevó unos minutos calmarse, sentirse un poco más segura.
—Te traigo un café.
Atiné a levantarme pero me tomó fuerte de la muñeca y comenzó a desesperarse otra vez.
—No te vayas. Por favor no te vayas.
—No, listo. Me quedo acá amor, tranquila.
—Guido por favor sácame de acá. ¡Por favor! ¡No lo voy a soportar por favor!
Tomó su cara y comenzó a llorar desesperada. Me desesperé yo también y la apoyé contra mi pecho, la rodeé y traté de ser su fuerza, su pilar pero yo también me estoy desmoronando.
—No nos podemos ir Leito, tenés que declarar una vez más —odio insistirle, me siento una mierda.
—¡Me quiero ir! ¡Ya lo siento cerca y me destruye! ¿¡Entendes!? ¡Me destruye!
Soltó antes de largar un llanto horrible y angustiado. Levanté mi vista y vi como los tres jueces pasaban caminando.
—¡Ey! —les grité, los tres giraron a ver—. Sí, a ustedes. ¡Vengan por favor!
Los tres jueces se miraron confundidos y aún así se acercaron.
—¡¡Miren como está!! ¿¡Así pretenden que declare!? ¿¡Una vez más!? ¿Qué más necesitan para encerrar a ese tipo? ¿No vieron ya todo el daño que le hizo a Leonora Bianco? No puede declarar hoy y más vale que no estiren más nada, delen su condena y terminen con esto.
—No es tan fácil —comentó uno de los tipos y me subió una ira impresionante. Me incorporé con muchas ganas de romperle la cara de una piña.
—¡Guido! —Leo me ubicó.
La jueza miró a su compañero y bastó solo eso para que se calle y baje la vista.
—Señorita Bianco le pido que nos dé un margen de una hora ¿Cree que puede? Solo debería esperar.
—Yo solo no quiero verlo su Señoría, por favor, no quiero verlo. Por favor.
Escucharla rogar tanto me destruye.
—Así será señorita, pierda cuidado. Permiso.
Se alejaron caminando y entraron a la corte.
Me senté junto a Leo otra vez y se aferró a mi como Koala. Por suerte la secretaria de la jueza nos trajo café con medialunas para ambos. Me sorprendió la amabilidad y la ayuda. —Parece que dio resultado nuestro pedido. No vi pasar a Leandro.
—Gracias. Sin vos no hubiese logrado nada —recuperó su voz, su fuerza.
—Hola mi amor, volviste. —La miré embobado.
—Si —acarició suavemente mi rostro—, ya me siento mejor.  Pero necesito irme de acá.
—Ya pasaron cuarenta minutos, paciencia ¿Si?
Tomé su cara y la besé con ganas. Pudimos reconectarnos. Hacía días que todo se sentía diferente, triste, oscuro. De a poco vuelvo a sentir su hermosa luz en cada parte.
—Señorita Leonora Bianco.
Dejamos de besarnos y vimos que la jueza la llama.
Se incorporó sin soltarme la mano. Caminamos juntos, a paso apurado y bien tomados de las manos. La jueza nos dio el veredicto: 18 años de prisión. Los cuales le corresponden en Chile. Leo se aflojó en un llanto, no tuvo otra reacción. Yo le agradecí a la jueza y la abracé a Leo para salir caminando de ahí.
Nos subimos al auto y ella aún llora. Aunque le hable no me responde, solo llora. Quiso viajar atrás, llorar sola. Se hizo un bollito en el asiento y lloró hasta dormirse. Yo tengo una mezcla de felicidad y tristeza. Luz y desidia.

Una vez dentro del garaje de casa me dediqué a despertarla. Se senté a sus pies y me incliné a besar su hermosa cara. De a poco fue despertando y para mi grata sorpresa con una sonrisa.
—Hola angelito rubio.
—Hola brujita colorada. ¿Cómo estás?
—Bien —tragó saliva—. Increíblemente bien.
Le sonreí y la besé suavemente.
—¿Querés que te prepare una rica sopa? Vos bailas mientras yo cocino o no que...
—Si amor. Hermoso plan —acarició y besó mi cara—. Vamos.

𝑀𝑒 𝐺𝑢𝑠𝑡𝑎 𝑉𝑒𝑟 𝐶𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝐵𝑎𝑖𝑙𝑎𝑠 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora