Capítulo 6

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*Guido*
— ¡¡Guido la puta madre!! ¡¡Tenemos entrevistas, tocamos en tres días!! ¡¡Tres putos días hermano!! ¿¡Qué carajo tenías en la cabeza!?
— Salvarla Patricio, salvarla —luego me quejé cuando Gastón apoyó el hielo en mi pómulo.
— Pero… Dios. Gastón decile algo loco, ayudame.
— Patricio tiene toda la razón Guido, no podemos hacer estas cosas, la banda está primero.
Saqué el hielo de mi cara y como pude me incorporé, los miré con bronca.
— Ustedes no entienden nada ¿no? —hablé con cansancio.
— ¿Qué carajo hay que entender?
— ¡¡Que nadie hace nada por nadie!! Que hay miles de minas que son hostigadas, violentadas y humilladas todos los putos días y nadie hace nada. Me tocó de cerca, vi como la lastima y no pude evitar ayudar —me quebré— ¿Eso está mal eh? Bueno chupenme bien la verga los dos —tomé mi bulto dolorido con ganas— si piensan que eso está mal.

Antes de largarme a llorar, agarré mis cosas rápido intentando salir de ahí.
— Para —Cuty intentó frenar mi mano.
— Para nada, me voy a la mierda.
Cuty se incorporó y sin decir nada me dió un abrazo. Al abrazarme me hizo doler las costillas, el estómago y los huevos, en mi vida sufrí tanto. Y ahí entendí cómo se debe sentir el cuerpo de Leo cada vez que le ofrecen ayuda.
— ¿Qué haces Gastón? —Pato sigue firme en su pensamiento de mierda.
— Lo apoyo, porque lo merece. Estoy orgulloso de vos, hermanito.
Solté el aire de furia contenido y le correspondí el abrazo.
— Pero… —suspiró y llevó sus manos a su cintura, tratando de entender.
— No hay nada que entender boludo —le dije—. Tenes que ser consciente de la cantidad de gente maltratada que nos rodea ¿Te gustaría saber que a una amiga tuya el novio le pega, la humilla?
— No pelotudo, claro que no.
— Entonces deja de bardear y abrí los ojos. Solo quise ayudarla porque puedo y debo hacerlo. Puedo tocar tranquilamente y si preguntan que carajo me pasó, me agarré a piñas por una causa justa, ¡Punto! Tendré una banda pero soy humano loco, dejame de joder.
Pato se sentó y en silencio se acercó a la consola.
— ¿Y qué sabes de ella? —Gastón parece dispuesto a ayudar.
— Por ahora nada. Tengo el número de la amiga con quien está, pero ahora no puedo llamar, mejor grabemos.
— Vamos rubio, hoy hicistes algo maravilloso.
Cuty palmeó mi hombro y me emocioné. Aunque me siento mal y vacío, sé que ella está enojada, lo siento a la distancia y eso me parte el corazón.

*Isabel*
Después de un viaje mudo, y una ida al supermercado bastante tediosa, llegamos a mi casa.
— Pasa y ponete cómoda. Si queres te presto ropa, te bañas y cambias de aire.
— No quiero nada —se sentó de brazos cruzados en el sillón.

Suspiré y la miré unos segundos. Su carita, su hermosa carita denota enojo, dolor, incertidumbre. Pero enojo sobre todo. Me puse muy mal y me quebré. Apoyé mi cuerpo en la puerta y solté un llanto horrible. No lloraba así hacía muchos años. Me dolía tanto verla así, pensar que en  todos estos años no hice nada, lo dejé vencer a él, dejé que ella esté sometida en su mierda, jamás denuncié, jamás siquiera le propuse hacer algo para cambiar su realidad. Me sentí pésimo.

— Perdoname amiga, perdoname. Esto tendría que haber pasado hace mucho tiempo —solté entre el ahogo.
— Callate Isabel, no sabes nada.
Sigue fría y hostil.
Caminé hasta ella y me agaché a su altura. Traté de acariciar su mano pero la corrió.
— ¿Por qué me odias? Leo yo te adoro, quiero lo mejor para vos.
— ¡¡Y qué es lo mejor para mí!! ¡¡No existe eso!! Vos y tu vida de cuento de hadas no me sirven.
— Es lógico que estés asustada amiga, llena de miedo y dolor pero creeme que podes ser libre Leo, podes ser libre.
— Entonces me voy a mi casa a arreglar todo este desastre que armaron.
Se incorporó y la detuve tomando su muñeca.
— Leo no hay nada que arreglar y si queres ir a tu casa tenemos que ir con la policía, vos a Leandro no lo vas a ver nunca más.
— ¿Y quién carajo sos para prohibirme verlo?
— Tu amiga y no quiero que te vuelvan a humillar en tu vida.
— ¿¡VOS SOS TARADA NO!? —nunca se dirigió así hacia mí. Sentí mucha angustia— ¡¡NOS VA A MATAR A LOS TRES!!
— No, eso no va a pasar mi amor, no. No. Guido ya lo denunció, ahora faltas vos, tenes que denun…
— Ustedes dos están locos si esperan eso de mí. No lo voy a denunciar porque no hizo nada malo.
— ¡¡Leo!! Escuchate por favor, te amenazó de muerte y decís que nos va a matar a los tres ¿No te parece suficiente eso?
— No porque él es así ¿Y? Me ama y sino estoy con él no tengo porqué estar con nadie más.
— No amiga, eso no es así. Leo vos sos libre, tenes que serlo. Tenes que ser una chica como cualquier otra. Usar las redes, salir a un bar, tomar cerveza, vivir sin golpes, sin gritos, sin miedo. Negame que nunca soñaste vivir sin miedo —tragó saliva y se alejó de mí—. Negamelo.
— Seguis sin entender Isabel.
Sin decirle nada me acerqué a ella y la abracé. Tomé su pequeño y blanco cuerpo entre mis brazos, llevé su cabeza a mi pecho y la acaricié. Sentí el temblor. Sufre de un pequeño temblor que no cesa. Me largué a llorar otra vez, solo quería que entienda que estoy acá para ayudarla y que tiene que sacarse de la cabeza todos estos años de sometimiento pero ¿Cómo? Esa es la gran pregunta, cómo.
— Por favor amiga —le rogué entre lágrimas y acaricié su pelo—, vos te mereces una vida en libertad, mereces ser feliz. Yo sé que tenes miedo y sentís que no vas a poder sola, pero no es así. Vos podes todo y yo jamás te voy a faltar. Vamos a hacer todo lo que corresponda para que Leandro vaya a la cárcel —se aferró más a mí cuando dije su nombre—. A partir de acá el que va a tener miedo es él.

𝑀𝑒 𝐺𝑢𝑠𝑡𝑎 𝑉𝑒𝑟 𝐶𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝐵𝑎𝑖𝑙𝑎𝑠 [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora