Era un día extraño en la provincia de Buenos Aires, hacía un frío que un poco te calaba los huesos y te hacía querer quedarte en cama aunque el mundo por fuera de ella siga su curso.
A las 6am, específicamente en Lomas, Gianfranco llegaba a su departamento después de haber asistido a una fiesta con su grupo de amigos. Se hallaba cansado y algo triste aunque preferiría fingir que no era así.
Hacía tanto frio que por un segundo dudo en bañarse, sin embargo necesitaba sacarse la pesadez que sentía después de haberla visto tan feliz y radiante a quien alguna vez amó y llamó mejor amiga, porque nunca se atrevió a ponerle otro título.
Salió de la ducha, mientras se secaba y buscaba que ponerse, pensaba en lo cobarde que había sido años atrás al perder a quien le hacia feliz porque no se sentía en la capacidad de acompañarla en el proceso por el cual estaba atravesando la morocha.
Se sentó en el filo de su cama y recordó uno de esos tantos momentos con ella, sonrió con tristeza mientras extrañaba escuchar el sonido de la risa que todo el tiempo se reproducía en su mente. La de ella.
Y así se durmió, abrazado a la nostalgia de haberla visto, a la alegría que le produjo su sonrisa y la añoranza de pronto poder abrazarla, aunque sea por ultima vez.
La morocha de la que hablamos se llama Camila, quien hace poco había regresado del exterior a su país, a su ciudad, a sus amigos aunque en ese grupo le faltaba uno.
Gianfranco y Camila se conocieron entre los 14 y 15 años, luego de que al morocho de ojos rasgados cambiarán de colegio. Y aunque no se hicieron amigos de golpe, bastó unas exposiciones en pareja para que se pierda la vergüenza de hablarse.
Tenían el mismo sentido del humor, se complementaban, vivían relativamente cerca y ocasionalmente se cruzaban en lugares de la zona. De a poco Gian fue integrándose al grupo de Cami y todo desde ahí fue más sencillo aunque siempre volvían a ser ellos dos.
Aprendieron a escucharse, acompañarse y disfrutar del silencio del otro cuando lo requerían, también aprendieron a ser cómplices cubriéndose las espaldas cuando iban hacer alguna que otra travesura.
Sus madres se conocieron y se volvieron amigas, compartiendo el deseo de que sí en algún momento sus hijos decidían convivir en pareja que sea entre ellos, ya que tanto bien se hacían.
Ellos llegaron a la vida del otro en el momento justo, en el que necesitaban a un otro para atravesar los altibajos de la adolescencia. Fue Gian quien defendió a Cami cuando la hacían sentir insegura, fue Cami quien abrazó a Gian para bajar la ira o tristeza que acumulaba cuando se salía de sí.
Fueron el sostén del otro y formaron un amor tan puro que disfrazaban diciendo que lo hacían desde la amistad y la incondicionalidad que esta misma ofrecía.
Pero a veces lo antes nombrado no basta y se comienza a rajar de a poco, haciendo que lo construido no sea suficiente para seguir sosteniéndose en el tiempo.
O tal vez esta sea la excepción de la regla y se pueda comenzar DE CERO, sin dejar de lado los buenos recuerdos.
Por su lado Camila había llegado hace tres días de sorpresa a su país, luego de estar en el exterior.
Hacía tres años se había ido de su amada Buenos Aires, saturada de todo lo malo que le había pasado tiempo atrás.
Se fue con el corazón roto y sin boleto de regreso. Pero con el pasar del tiempo pudo sanar y volver de donde nunca se hubiera querido ir.
En su tiempo fuera había comenzado terapia, se había dejado ir para poder armarse y lo logró, a paso de tortuga decía ella pero juntó todos sus pedazos y en su rostro volvió aparecer la alegría que tanto la caracterizaba.
A la primera que busco al llegar fue a Martina, su mejor amiga, quien pese a la distancia siguió tan unida a ella que un poco se volvieron hermanas.
- Negrita te mandé una sorpresa cumpleañera, en unos 3 minutos estará fuera de tu depto. - Le dijo la morocha mediante whatsapp a la castaña.
- Camilaaaaaaaaaaa, no podés ser así. Ya estoy emocionada y ni siquiera ha llegado. - La castaña emocionada comenzó a vestirse con lo primero que encontró para salir a recibir su sorpresa, eran 23h57, ya estaba en pijama junto a Guada y Cata, quienes también eran amigas de Cami.
- Marti pará, donde vas? No se supone veríamos películas. - Guada quería retenerla ya que Cata también había salido a la cocina a ver la torta que le tenían de sorpresa.
- Cami me mandó una sorpresa, en nada lle... - Martina no pudo terminar de explicar cuando sonó el timbre.
Afuera Cata para no verse descubierta tapo con lo que pudo la torta, mientras le hacía señas a Guada y está explicaba que era una sorpresa de Camila.
Martina sacaba el pistillo de la puerta, mientras Cata y Guada se paraban atrás de ella con la torta y unas velitas. Y como si fuera de película al abrir la puerta tres voces al tiempo dijeron SORPRESA.
De un lado de la puerta veíamos a una morocha alta con dos rodetitos, una sonrisa inmensa y globos, mientras del otro lado veíamos a tres pares de ojos abiertos de par en par del asombro mientras lagrimeaban.
Camila abrazó a Martina diciéndole lo mucho que la amaba, las otras tres se abrazaban a Camila como podían, era tanta la felicidad que se mancharon de torta y nada importaba porque el grupito volvía a estar unido después de mucho tiempo. Y así unidas en ese profundo abrazo le cantaron el cumpleaños a la castaña, mientras ella gritaba que era de los mejores cumpleaños de su vida.
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Espero les guste mucho.
Con amor, L.
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¡DE CERO! | Giamila
FanfictionSi vuelve a tener sentido que yo vuelva a estar contigo, ya no tendremos que empezar de cero... O si? #Giamila