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POV GIAN

Cuando Cami acepto mi invitación a cenar, pensé que era una buena oportunidad para hablar y solucionar las cosas. Si bien no habíamos peleado, habían quedado muchas cosas sin decir y en este tiempo necesitamos sincerarnos. No puedo decir que la veía mucho mejor pero algo en su semblante había mejorado y eso un poco me da paz.

Volverla a ver, sentir sus manos calientitas y ver sus mejillas con color, me dio por respuesta que todo podía mejorar y yo sería paciente esperándola el tiempo que ella decida para darme una oportunidad pero de todos los escenarios que me imaginé nunca pensé en la noticia que me venía a decir.

Eran casi las 21pm y yo terminaba de arreglar la mesa. Había puesto velas, pedido su comida y postre favorito en su restaurante preferido. Le había comprado flores y unos alfajores que sé que tanto le gustaban. La música estaba bajita como acompañando el silencio profundo en el que había entrado mi departamento unos meses atrás. Estoy nervioso debo decirlo, sentía mis manos sudando y mi ritmo cardíaco acelerado.

Unos minutos después me mandó un mensaje que estaba a pocas cuadras, ella seguía teniendo las llaves así que no me preocupe por abrirle, solo me puse cerca de la puerta esperándola con las flores para que sea lo primero que vea. Quiero que se sienta nuevamente en casa.

—Gian —susurró despacio, cuando me vio y no sé si eso es bueno o malo—. No hacía falta.

Caminé hacía ella y la abracé, volver a oler su cuello fue de las sensaciones más lindas que he experimentado. Puso su mano sobre mi mejilla y me agradeció las flores, regalándome una sonrisa chiquita, llena de vergüenza. Doy mi vida de ser posible para que nunca se pierda esa sonrisa.

—Quería sorprenderte un poquito —hablé nervioso mientras cogía sus manos, no quería soltarla—. Estoy nervioso negrita.

—No habría por qué estarlo —seguimos dialogando de diversas cosas, vi que estaba algo nerviosa.

Cambio la música mientras yo servía la comida y cada tanto cantaba muy bajito, a mi eso me alegraba el alma.

—Pedí las pastas sin tac que tanto te gustan -ella me miraba algo perdida y mi corazón latía fuerte. Estoy seguro que esta por salirse de mi pecho y no podré hacer nada.

Los silencios entre Camila y yo nunca habían sido incómodos hasta que Rocío nos dejó, el silencio me recuerda a la perdida, a la ausencia y al no tenerla. El silencio que nunca era parte de nuestras vidas, me recuerda a que ella se quedo sin fuerzas para seguir de pie. El silencio me recuerda que yo no pude hacer más y que la deje ir.

—No tenás la culpa de lo que paso —dijo después de que comimos en silencio, o intentamos porque ninguno se acabo su plato.

Ella tomó mi mano por sobre la mesa y jugó rozando la yema de sus dedos en mis nudillos.

—Gian, si hay alguien que tiene que pedir perdón soy yo. Ahora entiendo que hiciste lo que pudiste con los recursos que tenías, lo que pasó con mi mamá me descolocó por completo y me dejó vulnerable, proyecté en vos mi salvación y no es así. No merecías si quiera encontrarme, como me encontraste. No es justo para vos. Y no me porte bien, te culpé de mis problemas cuando nada de esto era tu culpa. Vos también estabas perdiendo y haciendote cargo de alguien que no tenía ganas de seguir —algunas lágrimas comenzaron a rodar por su cara pero se las limpió de inmediato, mientras yo no podía dejar de llorar.

Caminó hacía mi y se sentó en mis piernas, besó mis mejillas —Creo que no te lo he dicho pero gracias, gracias por hacer que la vida me dé una nueva oportunidad. Hoy estoy aquí por vos.

¡DE CERO! | GiamilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora