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—¿Me podés decir que verga pasó con Cami? —preguntó Marti a los gritos mientras entraba a mi departamento con Nicolas. Maldita sea la hora en la que le di las llaves—. No entiendo que paso, la llamo y me atiende llorando, está hecha un mar de lágrimas mientras vos estas hecho una mierda por el alcohol.

—No grites Martina que te estoy escuchando —dije harto de la situación— Discutimos, yo no llegue a casa y me hizo un planteo que esta bien pero ya no sé que hacer.

—Bebiendo no vas a solucionar nada, peor mandándote cagadas. Para Camila solo existís vos y aún así no hacés nada por ella —para ponerle la estrella a la situación tenía a Martina cagándome a pedos en mi casa.

—¿Qué no hago nada me decís Martina? Que sabés vos, si fui yo quien convivió con ella en este proceso de mierda. Tengo días tratando de comunicarme con ella y no me contesta. Quiero ayudarla y no sé como.

Cálmate Gian, ya va a calmarse y volver —dijo Nico tratando de serenarme.

—Que me calme una mierda Nicolas, estoy cansado que ninguno preguntó como mierda estoy yo. Guada me llamó cagándome a pedos, ahora viene Martina a cuestionarme lo que hago o no. Soy yo quien la vió casi desvanecerse a Camila. Todos los días llegaba al departamento con el miedo de que un día cumpla con su deseo de morir. Soy yo quien convive con este silencio de mierda desde la muerte de su vieja y hago todo por ella pero nada tiene sentido porque no le basta. Soy yo quien la escuchaba todas las noches diciendo que quiere morir. Así que cierren un poco el orto —dije a los gritos, mientras botaba todo lo que encontraba a mi paso, quitándome un peso de encima.

Nicolas me abrazó y me eche a llorar en sus brazos como un niño pequeño. Estos meses intenté mantenerme fuerte para ella pero no bastaba, esta situación me estaba haciendo mierda también a mi. Yo solo quiero que ella este bien.

—Perdón Gian, no debí venir a tu casa a exigir explicaciones —me dijo Marti luego de que salí de mi habitación bañado y cambiado.

—Marti de verdad no se que hacer para ayudar a Cami. Tal vez vos o Guada, Cata, no sé, pueden hablar con ella. Pedirle ir a un psicólogo, no sé —me restregué la cara con algo de desesperación—. Tengo miedo de que se lastime, sabés.

Hablamos un rato más, almorzamos juntos como en los viejos tiempos y prometieron ayudarme a buscar ayuda para Cami. Era lunes por lo cual decidí ir a visitar a mi vieja.

Cuando llegué a su departamento, la vi en la cocina haciendo ñoquis con salsa y me curó un poco el corazón. La abracé y ella se emocionó.

—Mi amor, que bueno que viniste a visitarme. ¿Cómo estás? —me preguntó tocándome la cara, por un momento desee volver a ser chiquito y no tener ningún problema. Disfrutar sólo de sus abrazos y comidas ricas—. ¿Cami vino con vos? —negué.

—Te extrañaba —vine a visitarla aprovechando que Antonio estaba en Rosario por trabajo—. Las cosas están mal con Cami ma.

—Tenés que ser paciente con ella mi amor, perdió a Roció y si a todos nos afectó, imagínate lo mucho que la destrozó a ella. Más sabiendo que era su única familia.

—Lo sé má, lo sé pero ya no sé que hacer para ayudarla. Está depresiva, no habla, no come, no se mueve, no quiere nada, si estoy cerca me ignora, si estoy lejos me hace planteos. Tengo miedo de que se haga algo. Yo le prometí a Rocío cuidarla y no lo estoy logrando —suspiré agotado—. Se fue de casa hace una semana y no sé donde está. Tengo miedo posta.

¡DE CERO! | GiamilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora