21. Eco

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[2046]

Nicholas Rogers esperó un día más para enterrar a Emily Rosie. En parte por el cansancio, en parte también por el entumecimiento mental que le llevó a permanecer en el sótano acunando y meciendo su cuerpo durante casi veinticuatro horas, como si le estuviera ayudando a descansar. Alternó entre la conciencia y el delirio por horas. No comió, no bebió, y si acaso dormía era más el colapso de su cuerpo que sueño genuino, reposo intermitente, inquieto, tenso y desagradable que invariablemente le hacía despertar sobresaltado y en un baño de sus propias lágrimas.

Apenas acababa de amanecer cuando Nicholas, ignorando el agarrotamiento de ambas piernas y los despiadados aguijonazos y calambres que le había producido encontrarse tanto tiempo en la misma posición, liberó a Emily del calor de sus propios brazos y la colocó en el suelo con delicadeza. Sin producir siquiera un sonido (nada parecido a las palabras había salido de su boca en las últimas horas), se puso de pie y arrastró ambas piernas escaleras arriba, hacia la casa, hacia el mundo que le parecía haber abandonado. Tuvo que reunir coraje para aproximarse a la que había sido la habitación de la azabache, pero al mismo tiempo se le hizo sencillo de algún modo extraño. Era como si se encontrara en piloto automático y fuera nada más que un pasajero de su propio cerebro, observándolo todo cual si tuviera los ojos fijos en una gran pantalla de cine.

Con apenas fuerzas para los movimientos más básicos, Rogers se aseguró de no prestarle atención a nada más mientras despojaba la pequeña cama de su sábana blanca y de su almohada. Acto seguido, se paseó por otras habitaciones a paso calmo y con el rostro inexpresivo, reuniendo una cubeta con agua limpia, una toalla, el único cepillo de la casa y unas cuantas esponjas.

Estuvo a punto de tropezar escaleras abajo, ya que su visión se hallaba obstruida por todas las herramientas que llevaba en las manos, pero cuando consiguió recuperar el equilibrio, pensó en que no le habría interesado. Lo mismo daba si se hubiera partido el cuello con la caída o se hubiera roto las piernas y hubiera perecido a causa del hambre y la sed después de días de sufrimiento, el final habría sido el mismo, el único que en adelante le parecía posible. Pasaba que se había vuelto incapaz de figurarse un futuro. Sentía haber sido el único sobreviviente de un apocalipsis fatal y no tener a quién acudir o en dónde refugiarse. Se había quedado solo en el mundo y era la negrura de esa certeza la que le impedía ver con claridad.

A pesar de ello, optó por conservar la calma para que su cordura no quedara destrozada en su totalidad. Volvió al lado de su niña, se arrodilló junto a ella y colocó la cabeza de largos cabellos negros sobre su propio regazo. Apartó los mechones rebeldes de la frente, revelando la purpúrea y cada vez más seca superficie de su piel y lloró una vez más. Con la parsimonia de un profesional y el amor de un padre, se pasó la siguiente hora limpiando el rostro de Emily, su cuello, sus manos y brazos. Le secó la piel suavemente con la toalla, temiendo que hasta el más mínimo exceso de fuerza la lastimara de alguna forma. Se dedicó a cepillar su melena con cuidado, despojándola del polvo, trocitos de grava y pequeños fragmentos de hierba que de seguro había tenido que traer del cementerio la última vez que había salido. Atesoró los pequeños desperdicios entre sus manos, despidiéndose de lo último que había estado en contacto con ella mientras todavía era una niña viva y sonriente.

Cuando Nick finalizó su tarea y gracias a las penumbras del sótano, Emily casi parecía estar dormida. De no ser por el color enfermizo de su rostro y parte de su cuello, nadie que la viera hubiera dicho lo contrario: era una adolescente que había caído rendida por el sueño después de habérsela pasado todo el día correteando y maravillándose con los pequeños detalles que el mundo le ofrecía. Le resultó más doloroso de lo esperado despedirse de ella, aceptar el hecho de que esa sería la última vez que la vería, besar su frente por última vez antes de envolverla en la sábana teniendo mucho cuidado de no despertarla (estaba dormida, ella sólo estaba dormida). Fabricó un inmaculado capullo para abrigarla y la transportó en sus brazos hasta el auto.

Emily Rosie © [RESIDENTES #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora