6. Descontrol

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[2044]

—Doctor Rogers.

Nick dio la vuelta en su silla giratoria hasta que su vista estuvo apuntando a la puerta, por la que Priscilla, una de las enfermeras de turno, acababa de aparecer con una expresión bastante mal disimulada de inquietud en el rostro.

—Dime —inquirió el doctor poniéndose de pie.

Casi seguro de que se trata de alguna emergencia con un paciente. Debe ser algo insólito... algo raro.

Estaba tan habituado a realizar anotaciones que no podía evitar hacerlas en todo momento y lugar, a pesar de que no siempre fueran en papel.

—Frederick Deluca está aquí. Su hija tuvo un incidente en casa, es urgente.

Ante la sola mención del apellido, el corazón de Nicholas empezó a latir tan frenéticamente como si tratara de escapar por alguno de sus espacios intercostales. Había pasado solo una semana desde la última vez que había visto a la familia Deluca, pero sus observaciones sobre la obstinada renuencia de Fred acerca de la terapia habían hecho que sus esperanzas de volver a ver a alguno de los dos, al padre o a su hija, fueran tan escasas que su mundo entero se sacudió por espacio de unos instantes al saber de su regreso.

Una vez superada la confusión inicial, su cuerpo se precipitó hacia adelante incluso antes de que su cerebro se lo hubiera ordenado. Echó a correr con toda la precaución que le fue posible adoptar con dirección a la recepción después de haberle susurrado un cortés "gracias" a la mujer, que todavía se encontraba perturbada de forma visible.

Atravesó los pasillos correspondientes sintiéndose eufórico, lleno de vida y energía. La adrenalina inexplicable viajaba por su sangre tal como si se la hubiera inyectado. No recordaba haber corrido de esa forma en algún tiempo, sentía que si en algún momento despegara los pies del suelo lo suficiente, alzaría el vuelo.

No sabía con exactitud cómo había sucedido, pero era como si un interruptor hubiera sido accionado en su cerebro para encender la luz. Casi no había pensado en Fred o Emily Rosie en la última semana, se había instado a sí mismo a olvidarse del caso a pesar de la chispa especial y desconocida que este había encendido en su interior, pero solo había bastado una pequeña mención para traerlo todo de vuelta. En ese momento, Nick Rogers sentía una sed juvenil que había creído perdida en lo más profundo de su alma.

Al llegar a la recepción y frenar de un solo golpe para recuperar el aliento, lo primero en lo que pudo enfocarse fue en el único elemento extraño entre tanta cotidianidad: un hombre cuyo porte listo y elegante parecía haberse desmoronado. Habían pasado solo días desde que Frederick Deluca había estado en su oficina, pero le parecía, a juzgar por el aspecto que tenía, que al hombre le habían caído diez años diarios a partir de entonces.

—Doctor Rogers —dijo el visitante en cuanto hubo captado a Nick en su campo de visión.

Tenía los ojos llorosos. Las líneas de expresión en su rostro eran como surcos de angustia, caminos que permitían viajar por la extensión de su cara hasta el punto en que sus pupilas desbocadas se encontraban.

—Señor Deluca. —Rogers se acercó con un saludo escueto, aunque cortés, sin perder ni un solo segundo más—. ¿Qué pasó?

—Llegué de trabajar y mi hija... por favor, ayude a mi hija...

—Vengan por aquí, por favor —instó Rogers, indicando en el brazo la dirección al tópico del primer piso, lejos de la sala de espera.

Aún con la niña en brazos envuelta en una sábana color azul marino, que lucía como luciría un cervatillo dopado por cazadores, el señor Deluca se levantó del asiento en que le habían obligado a ubicarse y siguió a Nick hasta el ambiente indicado: un pequeño cuartito destinado al tratamiento de primeros auxilios.

Emily Rosie © [RESIDENTES #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora