[2046]
Una de las cosas que Nick más disfrutaba era ver a Emily jugando. No sabía explicar el motivo, pero contemplarla en su fase más pura e inmaculada le despertaba un sosiego abrumador que colisionaba con su constante estado de alerta y tensión.
La chiquilla había crecido. Era indudable, su fisonomía había seguido a rajatabla el ciclo natural y se había desarrollado a tal punto que apenas quedaban vestigios físicos de la pequeña obsesionada con las muñecas que contaba las estrellas hasta quedarse dormida. Por fuera ya no era aquella Emily a quien había conocido dos años atrás y aún así... lo era. Por dentro, seguía siendo tan soñadora, inocente y angelical como en aquellos tiempos, aunque eso no significaba que no fuera inteligente. Era como si solo su bello cascarón hubiese mutado y el tiempo hubiese sido incapaz de remover lo más precioso dentro de ella.
Era curioso. Todo en ella era curioso. Todavía recordaba a la perfección la primera conversación que había tenido con ella y cuánto le había intrigado desde la primera vez que la había visto.
Sin poder evitarlo, Nicholas, tumbado en el sofá roñoso de su salita con la mirada adormilada puesta en la niña en el suelo que murmuraba cosas ininteligibles a su muñeca vieja, se sumergió en el mundo de los recuerdos.
***
[2044]
—Siéntate en el sofá, ¿sí, linda? —dijo Rogers a la niña con voz cantarina.
—¿En cuál de los dos? —preguntó ella.
Nick se giró hacia ambos sofás, el del doctor y del paciente. Después, miró a la pequeña, que lo observaba sin pizca de turbación en el rostro. Hacía mucho tiempo que no trataba con niños, pero estaba seguro de no haber visto una expresión igual a esa en su vida.
—El que tú quieras —sonrió, solo por probar.
Para su sorpresa, Emily caminó con una sonrisa educada hasta el sofá de cuero de los pacientes.
No es la primera vez que ha estado en un consultorio.
—Muy bien —articuló el castaño, tomando asiento en su propio sofá—. Buenas tardes, Emily. Yo soy el doctor Nicholas Rogers.
—Mi nombre es Emily Rose Deluca —respondió ella, jugando con sus dedos.
—¿Cuántos años tienes?
—Once años y tres meses.
—¿No sabrás los días, por casualidad? —rio Rogers.
—No, perdí la cuenta —respondió la niña con talante culpable.
—Sigue siendo impresionante que siquiera lleves la cuenta —la tranquilizó el doctor—. Dime, ¿cómo puedo llamarte?
—Por teléfono no, porque no puedo tener un teléfono hasta los doce años, que es cuando dejaré de ser una niña. Son las reglas.
—Entiendo. En realidad, me refería a qué nombre puedo usar para dirigirme a ti.
—Oh, claro. Emily, Emily Rose, Emily Rosie o Emi son los nombres que las personas han usado hasta ahora, puedes escoger uno —respondió la niña.
—Perfecto. Doctor Rogers, Nicholas o Nick son los que han usado conmigo, tú puedes llamarme como quieras.
—Nick suena bien... —La pequeña frunció el entrecejo para sí misma—. Pero ¿papá no se enojará si te llamo así?
—¿Por qué lo haría? —El mayor esbozó una sonrisa.
—Es que papá dice que los niños no deben llamar a los mayores por su nombre de pila, por respeto —explicó ella.
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Emily Rosie © [RESIDENTES #1]
Mystery / ThrillerUn psiquiatra atormentado y una niña enferma forman una familia envuelta en sucesos perturbadores y secretos irrompibles. *** En lo alto de la colina, a las afueras del pueblo, en una pequeña casita vieja y derruida, viven Nick y Emily Rosie. Nadie...