[2044]
Cuando, a las seis de la mañana de un nuevo día de trabajo rutinario, al doctor Rogers le dijeron que tenía un paciente nuevo, su ánimo mejoró de manera considerable.
No era que normalmente estuviera de mal humor. De hecho, el doctor Rogers era el tipo de persona que con una sola sonrisa amable le levantaba el ánimo a cualquiera, siempre optimista, paciente, relajado. Nadie sabía si era algo en su forma de hablar, en el tono de su voz, o la manera tan mesurada y enérgica en la que se movía. Nadie sabía explicar por qué el joven médico era una especie de ídolo a quien todo mundo acudía cuando necesitaba un poco de inspiración.
Sin embargo, ni hasta el más devoto de los hombres es inmune a caer en la monotonía, y hacía un tiempo las cosas en el hospital no habían tenido un cambio de importancia como ese.
Siempre los mismos pacientes.
Siempre los mismos problemas.
Siempre los mismos fantasmas y demonios.
Hacía buen tiempo en aquella institución las cosas eran blancas o negras. Pensó pues, en medio de la agitación de un nuevo desafío, que a esas alturas de su vida no le vendría nada mal un gris.
El expediente del nuevo sujeto llegó a su oficina menos de media hora después de habérsele comunicado la llegada del caso. Llegó en manos de Wilma, una de las enfermeras más jóvenes del lugar, a la que le gustaba visitar a Rogers bajo cualquier excusa en momentos esporádicos del día a pesar de no ser capaz de siquiera dirigirle la palabra con lo tímida y reservada que era.
—Muchas gracias. —El doctor recibió el grueso portafolios con una sonrisa y las manos casi temblorosas por la emoción—. Te queda bien el pelo recogido, por cierto —halagó amablemente.
Wilma agradeció con una sonrisa y le dedicó a su interlocutor una venia pequeña antes de dar media vuelta y retirarse. Rogers no lo sabía, pero a partir de ese día ella no volvería a asistir al trabajo con el cabello suelto.
Impaciente, caminó hacia su escritorio después de haberse quedado solo y abrió el archivo, dejándose absorber por él al primer instante.
—"Emily Rose Deluca" —leyó el doctor en voz alta, sosteniendo el voluminoso expediente con una mano y con la otra una taza de humeante té de manzana que él adoraba y solía beber cada mañana—. ¿En dónde he escuchado ese nombre antes?
Le sonaba vagamente familiar, pero no podía recordar ni siquiera la razón. Por todo efecto, continuó con su lectura.
—"Once años" —citó, dándose una pausa para sorprenderse por la edad inesperada—. "Diagnóstico de autismo, comportamiento extravagante, síntomas de esquizofrenia, sin diagnóstico..."
Los detalles le provocaron un ceño fruncido mientras continuaba leyendo. Dejó la taza de té en el escritorio de su oficina y se acomodó los anteojos de lunas cuadradas para ver mejor. Por todo efecto, la información que obtuvo de las páginas que ojeó y revisó con todo cuidado por espacio de un cuarto de hora le produjeron un momentáneo estado de mutismo que no había experimentado en mucho tiempo.
Nicholas Rogers tenía treinta y siete años, y el hecho de que hubiera ganado tanto prestigio en tan poco tiempo lo había convertido en una celebridad entre los de su campo. Graduado con honores de la universidad y habiendo aceptado los casos más complejos para tratar de abrirse paso en sus inicios, había tenido un éxito con los pacientes en su brillante carrera que se consideraba milagroso. No era extraño que hubiera sido reclutado para trabajar en el hospital psiquiátrico Mercy Grace. Esa llamada en particular era la joya de la corona, el santo grial, el sueño dorado de cualquier profesional de la salud mental.
ESTÁS LEYENDO
Emily Rosie © [RESIDENTES #1]
Mystery / ThrillerUn psiquiatra atormentado y una niña enferma forman una familia envuelta en sucesos perturbadores y secretos irrompibles. *** En lo alto de la colina, a las afueras del pueblo, en una pequeña casita vieja y derruida, viven Nick y Emily Rosie. Nadie...