15. Una explicación lógica

20 3 12
                                    

[2046]

La tumba sobre la que siempre encontraba a Emily cada vez que había ido a buscarla al cementerio le pertenecía a Lionel Gerald Friedman, padre de Lionel Winston, el adolescente que seguía sentado en su sala enfrascado en una conversación interminable con la azabache. Al menos con esa información ya tenía una explicación razonable de cómo él y Emily podían haberse conocido.

Lionel Winston Friedman

Verdad

Hosco, desconfiado, inexpresivo

Instintos primitivos de "supervivencia"

¿Huérfano de padre y madre?

Esa última anotación la realizó dubitativo, pero siguiendo una corazonada basada en un razonamiento que había sido automático, como si fuera una certeza innegable. Lionel lucía como un cachorrillo fiero y rabioso cuyo corazón había sido ablandado por la dulzura de Emily, parecía que había nacido en medio de la guerra y que había tenido que sacar las garras antes de tiempo para sobrevivir. Era como si el mundo le hubiera vuelto la piel de piedra y los ojos de hielo y relámpago, una catástrofe viviente, una bestia adolorida que había encontrado cierta noción de paz al conocer a la chiquilla. En pocas palabras: Lionel daba la impresión de encontrarse solo. No lo sabía a ciencia cierta, pero cada poro de su cuerpo sentía que podía afirmarlo.

Nick cerró la libreta con un pequeño calambre en la nuca. Un dolor agudo y penetrante se le había colado dentro del cráneo desde hacía unos minutos y agradecía encontrarse en su estudio en soledad para poder afrontarlo, cual si lamiera sus heridas después de una batalla. No llevaba demasiado tiempo ahí después de haber dejado a los muchachos en la sala, pero estaba bien. De todos modos, pensaba él, se veían tan entretenidos el uno con el otro que aunque él saliera de casa diciendo que iba a lanzarse de un puente, ellos no hubiesen hecho más que desearle suerte.

No. No está bien. Sé razonable.

¿Por qué estaba sintiendo tal sensación de incomodidad ante la presencia de Lionel? A pesar de que no eran las circunstancias ideales y el chico no le parecía del todo de fiar por el momento, él sabía que debía sentirse complacido por el hecho de que Emily hubiese sido capaz de trabar una amistad. Le constaba en el tiempo que llevaba conociéndola que ese nunca había sido su fuerte, al menos no con personas de su edad.

Solo tenía que asegurarse de que el muchacho fuera confiable. Eso era todo lo que había decidido permitirse antes de caer en un terreno que no quería habitar. Él era todo lo que Emily tenía, no podía perder el control. No podía ser egoísta, ni irracional, ni dejarse llevar por sus propios sentimientos nacidos de la angustia.

Repitiéndose estas resoluciones para no olvidarlas, Nicholas se puso de pie. Caminó de vuelta a la sala a paso calmo, asegurándose de controlar su respiración para asegurar su propia serenidad, y fue alcanzado por el murmullo de las voces en conversación animada incluso antes de haber llegado a su destino.

—Quizás lo entendiste mal —decía la niña.

—No. Era malo. Te juro que sí.

—No puede ser malo. Ninguno puede ser malo.

—No todos, pero este sí. Y me odiaba.

—No puedo creer eso.

—Lo hubieras creído si lo hubieras conocido, Emily Rosie. No viste cómo me miraba siempre. No sé por qué lo hice, no recuerdo muy bien en qué estaba pensando... pero él era malo conmigo. A veces pienso en que si no lo hubiera hecho yo primero, él me habría matado a mí.

Emily Rosie © [RESIDENTES #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora