Un nuevo día.

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El primer rayo de sol se colaba por las persianas de la habitación privada de Chiquita, anunciando el inicio de un nuevo día. Aún somnolienta y abrazada a las sábanas, la joven trataba de ignorar la molesta alarma que había sonado en su móvil hace minutos, pero no podía dejar de sentir la presión de lo que significaba este día: su primer entrenamiento completo con el grupo.

El cansancio del día anterior aún pesaba en su cuerpo, y aunque su mente sabía que tenía que levantarse, sus músculos parecían negarse. En ese preciso momento, mientras estaba atrapada en ese dulce limbo entre el sueño y la vigilia, la puerta de su habitación se abrió suavemente.

Asa, quien había sido asignada para despertarla, se asomó con una sonrisa traviesa en el rostro. Al ver que Chiquita no mostraba signos de haberse levantado, decidió tomar el asunto en sus propias manos.

—¡Chiquita, despierta! —exclamó con voz alegre, lanzándose al borde de la cama y sacudiendo ligeramente el hombro de la recién llegada.

completamente desprevenida y aún atrapada en sus sueños, saltó de sorpresa. Su cuerpo reaccionó por instinto, y antes de que pudiera procesar lo que sucedía, sus piernas tropezaron con las sábanas y, en un segundo, se encontró cayendo de bruces al suelo. Un golpe seco resonó en la habitación mientras su cuerpo aterrizaba de manera torpe contra el piso frío.

—¡Ah! —gritó, no tanto por el golpe en sí, sino por el dolor agudo que sintió al caer justo sobre su entrepierna, donde una erección mañanera la había tomado por sorpresa.

La confusión y el dolor la hicieron gemir suavemente mientras permanecía boca abajo, intentando controlar la incomodidad que sentía. Asa, por su parte, se quedó en shock por un instante, antes de que el sonido del golpe la hiciera reaccionar.

—¡Oh, Dios mío! ¿Estás bien? —preguntó con preocupación, inclinándose hacia adelante para intentar ayudarla a levantarse.

Pero antes de que Asa pudiera acercarse más, el ruido de la caída había atraído la atención de las demás chicas en la casa. En cuestión de segundos, Ruka, Rora, Pharita y Ahyeon irrumpieron en la habitación, todas con expresiones de preocupación en el rostro.

—¿Qué pasó? —preguntó Ruka, mirando a Chiquita aún en el suelo—. ¿Te caíste?

Pharita se apresuró a arrodillarse junto a Chiquita, mientras Rora observaba la escena con una mezcla de confusión y diversión.

—Déjenme ayudarla a levantarse —dijo Pharita suavemente, extendiendo una mano hacia el brazo de Chiquita.

Chiquita, aún atrapada en la incomodidad del momento, sintió una ola de pánico apoderarse de ella. Sabía que si aceptaba la ayuda de sus compañeras y se giraba, su secreto podría quedar expuesto. Su cuerpo, aunque femenino en apariencia, escondía un detalle que no estaba lista para revelar. Y en ese momento, con su erección todavía presente, cualquier movimiento podría delatarla.

—¡No! —exclamó rápidamente, sorprendiendo a las chicas que se encontraban alrededor de ella—. Estoy... estoy bien. Solo... necesito un segundo.

Las chicas se miraron entre ellas, claramente preocupadas pero un poco confundidas por la insistencia de Chiquita en no moverse.

—¿Estás segura? —preguntó Ahyeon, quien estaba de pie al lado de Asa, mirando a Chiquita con el ceño fruncido—. Si te lastimaste, deberíamos ayudarte.

Chiquita respiró hondo, tratando de calmarse y pensar con rapidez. El dolor en su entrepierna era persistente, pero lo que realmente la tenía paralizada era el miedo a lo que sucedería si las chicas se enteraban de su condición.

—De verdad... estoy bien —dijo, intentando sonar convincente mientras aún permanecía boca abajo en el suelo—. Solo... solo necesito un minuto para... recomponerme.

Te Quiero a Ti (GiP) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora