Jardín.

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Esperó hasta que todas las chicas se hubieran retirado a sus habitaciones. Con el corazón acelerado y la decisión finalmente tomada, se dirigió hacia la habitación de la menor. Tenía las palabras en la punta de la lengua, lista para dejar salir todo lo que había estado acumulando dentro. Pero al abrir la puerta, se encontró con una habitación vacía.

El corazón le dio un vuelco. ¿Dónde podría estar a estas horas? No era propio de ella desaparecer así.

Intrigada y preocupada, comenzó a buscar por toda la casa. Fue de cuarto en cuarto, sin suerte. Revisó la sala de estar, la cocina, incluso el gimnasio, pero no había rastro de ella. Finalmente, decidió mirar afuera.

Cuando llegó al jardín, la encontró. Acurrucada en un sofá, Canny estaba acostada bajo el cielo nocturno, mirando las estrellas. La brisa fría agitaba su cabello, y el aire helado era palpable, pero parecía ajena al frío.

Asa se acercó, sintiendo cómo la tensión en su pecho se relajaba al verla. Pero cuando notó que la menor no llevaba abrigo, su preocupación se transformó rápidamente en enojo.

—¿Qué estás haciendo aquí afuera con este frío? —le dijo, con el ceño fruncido y la voz cargada de preocupación. Se detuvo a un par de pasos de ella, tratando de no sonar demasiado severa, aunque el tono autoritario era difícil de ocultar.

Canny, sin embargo, no respondió. Siguió mirando las estrellas, ignorando por completo la presencia de Asa. El enfado que había sentido todo el día ahora la hacía reaccionar de la misma manera en que Asa la había tratado antes: con indiferencia.

Asa apretó los labios, claramente frustrada por la falta de respuesta. Respiró hondo y trató de calmarse antes de volver a hablar.

—Canny, en serio... Hace frío. Podrías enfermarte. Vamos, entra a la casa —insistió, suavizando su tono esta vez, acercándose un poco más.

Pero la menor seguía inmóvil, negándose a mirarla siquiera. El silencio entre ellas era más frío que el aire nocturno, y Asa se dio cuenta de que ahora era Canny quien estaba molesta. Sabía que se lo merecía, pero la impotencia de no poder arreglar las cosas la hacía sentir peor.

—¿Por qué me ignoras ahora? —preguntó Asa finalmente, con una mezcla de frustración y tristeza en su voz—. Sé que estuve mal hoy, pero... no me gusta verte así.

Canny cerró los ojos, soltando un largo suspiro antes de finalmente hablar, su tono frío y distante.

—Ahora entiendes cómo me sentí yo todo el día, ¿no?

Asa se quedó en silencio, mordiéndose el labio. Sabía que Canny tenía razón. La había ignorado, la había tratado mal sin razón, y ahora estaba pagando las consecuencias. No había excusa para su comportamiento, pero aún así, no sabía cómo remediarlo.

—Lo siento —susurró, con la cabeza gacha, mientras daba un paso más cerca de ella—. No debí haberte tratado así. Estaba... confundida.

Canny finalmente la miró, pero sus ojos estaban llenos de una mezcla de decepción y dolor.

—¿Confundida? —repitió, con un toque de incredulidad en su voz—. Me ignoraste todo el día, Asa. Y ni siquiera me explicaste por qué.

Asa se sentó en el borde del sofá, sin atreverse a acercarse más. Bajó la cabeza, sintiéndose más culpable con cada segundo que pasaba.

—No sé qué me pasa... —admitió en voz baja—. Es que... cuando te vi con Ahyeon... después de lo que pasó en la rueda de la fortuna... —se interrumpió, sacudiendo la cabeza como si no pudiera encontrar las palabras adecuadas.

Te Quiero a Ti (GiP) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora