Mamas

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La noche después de la fiesta de cumpleaños de Canny estaba cargada de energía juvenil y risas. Las chicas seguían riéndose, compartiendo historias y jugando videojuegos mientras el tiempo volaba. Rora, siempre la más competitiva, tenía a Pharita y a Ruka como sus rivales en una carrera de Mario Kart, mientras que Ahyeon y Asa estaban recostadas en el sofá, observando la competencia con sonrisas.

Canny, por su parte, estaba saltando de un lado al otro, repartiendo abrazos a todas y agradeciendo a cada una por su cumpleaños. Era imposible no notar su entusiasmo y energía contagiosa, iluminando el ambiente como solo ella sabía hacerlo.

—¡Oye, Ruka! —gritó Canny, riéndose—. Te apuesto a que no me puedes vencer en la próxima ronda. ¡Soy la campeona secreta de Mario Kart!

Ruka levantó una ceja y esbozó una sonrisa desafiante.

—¿Campeona secreta? Bueno, ya veremos, bebé, pero prepárate para perder —dijo bromeando mientras se alistaba para la revancha.

Ahyeon observaba a Canny con una mezcla de ternura y melancolía, aún recordando la charla que habían tenido más temprano. Aunque sabía que Canny ya había tomado su decisión, Ahyeon aún tenía sentimientos por ella. Sin embargo, intentaba no dejar que eso afectara su amistad, disfrutando de la compañía del grupo y la alegría de la noche.

Mientras tanto, Asa estaba callada, sabiendo que tenía un momento especial planeado para más tarde. Aunque disfrutaba viendo a su chica sonreír y brincar por la sala, su mente estaba concentrada en el regalo que tenía guardado. Solo faltaba la ocasión adecuada.

Las horas pasaron volando y, poco a poco, las chicas empezaron a dispersarse hacia sus habitaciones.

—Chicas, esto ha sido épico —dijo Pharita, estirándose perezosamente mientras soltaba un bostezo—. Pero mañana tenemos ensayo temprano. ¡Voy a dormir!

—Sí, yo también me retiro —añadió Rora—. Mi cama me llama. Buenas noches, chicas.

Poco a poco, el grupo fue desintegrándose hasta que solo quedaron Asa y Canny, quienes se encontraban en un rincón más apartado de la sala. Canny estaba sentada en el sofá, cansada pero feliz, mientras Asa la miraba con una mezcla de ternura y nerviosismo. Finalmente, sacó el regalo que había estado esperando entregarle.

—Amor... —empezó Asa suavemente, llamando la atención de Canny—. Antes de que te vayas a dormir, quería darte esto.

Canny, al ver el pequeño paquete que Asa le tendía, sonrió con curiosidad.

—¡Ay, Ojitos! ¿Qué es? —dijo emocionada, mientras agarraba el paquete y empezaba a desenvolverlo rápidamente, como si fuera una niña en Navidad.

Dentro, encontró las fotos que Asa había impreso, capturando los momentos más lindos que habían compartido en esos dos meses de relación. Y al final, allí estaba la carta que Asa había escrito con tanto cuidado y sentimiento. Los ojos de Canny se iluminaron al ver las imágenes, y su expresión se volvió aún más cariñosa cuando empezó a leer la carta.

Asa observaba cada pequeña reacción, nerviosa por cómo Canny podría tomar todo. Cada gesto, cada expresión, la hacía contener la respiración, pero al final, Canny soltó una pequeña risa, levantó la vista y corrió a abrazarla.

—¡Ojitos, me encantó! ¡Te juro que no sabía cómo pedirte lo mismo! —dijo mientras se aferraba a Asa, abrazándola con fuerza.

—¿De verdad? —preguntó Asa, aliviada, correspondiendo el abrazo y sonriendo mientras acariciaba el cabello de su chica.

Canny la miró a los ojos, sus mejillas sonrojadas por la emoción.

—¡Sí! —dijo, riendo suavemente—. Ojitos, ¿quieres ser mi novia?

Te Quiero a Ti (GiP) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora