Nuevo rumbo.

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Después de aquella intensa conversación en el jardín, Chiquita miró a Ahyeon a los ojos, sintiendo la sinceridad en cada palabra que ella decía. Suspiró, debatiéndose internamente, sin querer herirla, pero tampoco queriendo engañarse a sí misma.

—Ahyeon… —empezó, buscando las palabras correctas—. Me gustas, y no voy a mentir, me pareces muy guapa. Pero… no sé si puedo amarte, no sé si estoy lista. Mi corazón… todavía pertenece a Asa. No puedo simplemente apagar lo que siento por ella.

Ahyeon escuchó con atención, sin interrumpirla, aunque el peso de esas palabras caló hondo en su pecho. Aun así, no se rindió.

—No te estoy pidiendo que me ames ahora —dijo suavemente—. Solo te pido que no me cierres las puertas. Vamos despacio, sin presiones. Déjame demostrarte que puedo ser alguien en quien confiar, que puedo hacerte feliz.

Chiquita la miró durante unos segundos, viendo la esperanza y la dulzura reflejadas en su rostro. Sintió la honestidad en su voz, y después de un momento, asintió lentamente.

—Está bien… —respondió, con una leve sonrisa—. Podemos intentarlo. Pero por favor, paciencia… necesito tiempo.

Con esa pequeña aceptación, Chiquita se inclinó y dejó un suave beso en la frente de Ahyeon, un gesto tierno, lleno de promesas implícitas. Ahyeon cerró los ojos al sentir el contacto, disfrutando del momento, y cuando Chiquita se levantó para entrar en la casa, la emoción la desbordó. En cuanto estuvo sola en el jardín, Ahyeon no pudo contenerse: saltó de alegría, dejando escapar pequeños gritos de emoción, mientras una sonrisa iluminaba su rostro. Chiquita, a su vez, caminó hacia la casa, esbozando una sonrisa discreta, sabiendo que había dado un pequeño paso adelante, aunque todavía había mucho por resolver en su corazón.

Esa noche terminó con todas las chicas dirigiéndose a sus habitaciones, el ambiente en la casa más tranquilo, pero aún cargado de emociones no resueltas. Las luces se apagaron, y el silencio reinó mientras cada una se preparaba para enfrentar el nuevo día que les esperaba.

***

Pasó una semana desde el caos inicial, y aunque el asunto de la supuesta infidelidad no había desaparecido por completo, la tormenta comenzaba a amainar. Los fans seguían lanzando comentarios, algunos hirientes, pero la situación se había estabilizado en cierta medida. El equipo de Baby Monster se había asegurado de que el grupo subiera contenido regularmente, mostrando que todo estaba bien entre ellas, disipando los rumores con videos de convivencia y sonrisas compartidas.

Ahyeon, por su parte, cumplía con su promesa. Le daba espacio a Chiquita, consciente de que ella aún estaba en proceso de sanar. Pero cuando las situaciones se lo permitían, aprovechaba para acercarse. Un roce de manos, una sonrisa discreta, pequeños momentos en los que trataba de hacerle sentir que estaba allí, esperándola con paciencia. Y Chiquita, aunque agradecida, mantenía la distancia necesaria, navegando por su propia marea de emociones.

Sin embargo, no todo era tan fácil para Asa. La tercera noche de aquella semana, incapaz de soportar la separación, había reunido todo su valor y se había acercado a la menor. El corazón le latía con fuerza cuando tocó la puerta de su habitación, y cuando Chiquita abrió, la tensión era palpable entre ambas.

—Tengo que hablar contigo —murmuró Asa, con una mezcla de ansiedad y dolor en su voz.

Chiquita, algo sorprendida, asintió y la dejó entrar, cerrando la puerta detrás de ella. Asa se paró frente a ella, visiblemente nerviosa. El silencio se alargó unos segundos antes de que finalmente rompiera a hablar.

—Lo siento… —comenzó Asa, su voz temblorosa—. Fui una idiota. No debí dejar que la rabia y la desconfianza arruinaran lo que teníamos. Te amo, Canny. Por favor, perdóname… volvamos.

Te Quiero a Ti (GiP) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora