Prólogo

57 9 8
                                    

· Christian ·


30 de agosto. (Hace un año y tres meses)


Mentiras, traición y dolor.

Esos eran los tres factores que marcaban mi vida en aquellos tiempos.

La mujer que tenía en frente, de ojos azules y cabello marrón oscuro, casi de color negro, continuó la conversación:

—Christian, debes entenderlo, las cosas se han decidido así. No tenemos nada que hacer.

—Tenemos que permanecer unidos —respondí con firmeza—. Nosotros no somos de los que huyen, Liv.

—Ya te lo he dicho —puso su mano sobre mi mejilla para, de alguna forma, suavizar un poco la situación; mas no lo consiguió—. No podemos hacer nada para arreglarlo. Algunas relaciones están destinadas a romperse. No todas duran para siempre.

—Podemos superarlo. No tienes porque estallar por esto. Siempre hemos tenido nuestras diferencias y las hemos superado.

—No conoces toda la historia —dijo por lo bajo.

—¿De qué hablas? —pregunté, confuso.

—De nada, olvídalo —contestó rápido.

—Dime qué pasa, Olivia —le insistí.

Permanecimos en un incómodo silencio mientras no nos quitábamos la mirada de encima. Sin decir nada.

—¿Recuerdas a Nestor? —preguntó.

—¿Al hechicero maníaco que te raptó hace un mes en Distrito Diamond?

—Sí, ese —se limitó a decir.

—¿Qué le pasa?

—Negocié con él mi libertad.

—¿Tu libertad? ¿Y por qué depende de él?

—No me conoces del todo, Chris.

—El reconocer que me has ocultado cosas no mejora esto.

—Soy consciente, sólo intento que me dejes ir, aunque sea de malas formas. Necesito que me dejes ir.

—Responde al porqué depende de ese hombre que seas libre o no —dije con expresión seria.

—Por una promesa antigua e ingenua de mi familia.

—¿Y de qué trata?

—Christian, no puedo decírtelo. Son cosas de familia.

—Está claro que no piensas buscar ninguna alternativa —deduje.

—No existe ninguna alternativa —me advirtió.

—Eso no lo sabes.

—Chris, tengo que irme —se acercó y dejó un beso corto sobre mis labios—. Las cosas no son tan sencillas como crees.

Ni siquiera respondí. No se lo merecía.

Y es que había sido engañado por una mujer que, aún sabiendo que si iniciaba algo de valor en su vida, iba a ser destruído por esa estúpida promesa.

Supongo que algunos actos son incontrolables e imposibles de detener. A fin de cuentas, toda emoción se niega a ser rehén de cualquier pensamiento u orden. Estas se manifiestan sin ninguna clase de control.

Si Olivia se resignaba a volver con Nestor, habiendo escuchado mis súplicas, yo no iba a ser nadie para detenerla.

Si ella me abandonaba, yo me perdería. 

Aguas de Sallen: Dos fines ( 1 ) [YA EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora