Capítulo 11

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• Katerina •


De camino a lo que sería mi habitación compartida de cinco estrellas, vi que Jack se encontraba en cubierta, sentado en las escaleras que llevaban al lugar del timón, dónde ya se encontraba el turno de noche.

—¿Qué haces aquí? —dije, cuando llegué a su altura.

—Leer —sujetaba un libro entre las manos.

—Ojalá estuviera en tu situación, pero ni tengo ningún libro ni tengo fuerzas como para leer. Estoy agotada.

—Quizá pueda prestarte uno.

—Gracias —le dediqué una sonrisa curvando los labios.

—De nada —hizo una pequeña pausa—. ¿Sabes dónde dormirás?

—Sí.

—Vale. Bueno, que descanses entonces.

—Igualmente.

—Buenas noches.

—Buenas noches, Jack.


* * *


Los rayos del sol entraron por las pequeñas ventanas de la parte baja del barco. Di media vuelta en la hamaca, por suerte, no cayéndome de esta en el proceso. para evitar que me diesen en la cara, pero no sirvió de mucho ya que, acto seguido, Sallen interrumpió mi sueño por completo.

—Es hora de levantarse.

Me froté los ojos y lo miré con poca nitidez. Todavía no me había despertado del todo.

—¿Qué?

—Son las seis de la mañana. Vamos, despierta.

—Ni para ir al trabajo me levanto tan temprano.

—No me importa, mientras estés aquí, deberás madrugar.

—Dame unos minutos para ser persona —le pedí.

—Tienes cinco minutos para hacer lo que quieras y venir a cubierta. Tendrás que hacer un par de cosas.

—¿Perdona? —No obtuve respuesta, él ya se había ido por dónde había venido sin molestarse en responder.

Pero había una cosa que tenía clara, y era que me negaba a buscar problemas a horas tan tempranas de la mañana. Por lo que me incorporé en la hamaca, volví a frotarme un poco los ojos y agarré el corsé que me había quitado y dejado en el suelo la noche anterior. Lo sacudí un poco para quitarle el polvo y me lo puse como pude. Al igual que ayer, dado que Christian no me había propuesto ayuda, tuve que apañármelas. Tras pensarlo un poco, decidí agarrar algunos mechones de pelo molestos con una horquilla que guardaba siempre en un lateral de mis botas. Si era verdad que iba a trabajar, debía estar cómoda; y con ese par incordiando era un punto en contra para estarlo. Y más si tengo el pelo ondulado, que se dirige a donde quiere y cuando quiere.

Cuando tenía dieciocho años, podría decirse que fuí un poco igual. Hacía lo que quería y cuando quería. Sin duda, aquella época fue distinta a todo lo que vino luego, ya que en aquel momento era una pirata y me había comportado como tal. Pero esos tiempos se habían terminado.

Ejercí la piratería durante tres largos y bonitos años. Viví en el barco de mi padre, con él, mi madre y mi hermana. Fuimos felices, no iba a negarlo. Pero la felicidad se acaba. Y esta solo duró hasta que yo cumplí los dieciséis y mi hermana los dieciocho. Primero, mi madre enfermó y falleció. Luego, por culpa del duelo, mi hermana cayó bajo los efectos del alcohol sin ninguna clase de moderación. Mi hermana acabó abandonándonos, y yo me quedé con mi padre a cargo del Amandla, su navío.

Desde ese momento, no he vuelto a ser la chica que era.

Aguas de Sallen: Dos fines ( 1 ) [YA EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora