• Christian •
La noche anterior fue casi una tortura.
Tras quedarme solo en la cubierta, debido a que Katerina se había ido a dormir; mi cabeza no dejó de maquinar en el porqué me molestaba la cercanía de nuestra prisionera y mi primer oficial. Le di importancia por un rato, aunque luego, a mitad de madrugada, logré apartar esas ideas de mi cabeza. Y si os soy sincero, hubiera preferido que no fuese así. Desde ese momento, no dejó de atormentarme la imagen del cuello de Lia rajado por la mitad, el recuerdo de sus últimas palabras, su cara..., y todo lo que conllevaba haberla hecho desaparecer después de todo lo que habíamos vivido. Había sido duro, pero por suerte, pronto me entró el sueño y me marché a la cama.
Ahora, estábamos a punto de entrar en las primeras horas de la mañana. Contaba con Nick a escasos metros de mí, en un lateral de la popa.
—Oye —llamé su atención mientras le dedicaba una mirada—, deberás ocupar mi puesto. En menos de una hora llegaremos a la Tierra de cofres errantes. Yo estaré encargándome de otros asuntos.
—Vale, capitán —respondió..
Bajé a la cubierta por las escaleras de la izquierda a propósito. Katerina estaba sentada sobre el último escalón. Estaba ojeando el mapa que nos había enseñado.
—¿Me acompañas? —pregunté.
Ella dio un respingo. Está claro, que no me esperaba allí.
—Dios, casi se me sale el...
—Sígueme —le ordené.
Ella resopló en respuesta.
—No tengo todo el día. Vamos.
—Voy, Flash.
Ignoré su ataque y me dirigí hacia la parte baja del barco, donde había dormido esa misma noche.
—Deberás limpiar toda la sala —le dije.
—Es broma, ¿no?
—¿Ves que tenga cara de estar bromeando?
—Pues ya sabes que tienes que hacer. Ahora formas parte de la tripulación, así que tendrás que colaborar.
—No pienso hacer un trabajo que no me corresponde.
—Lo haces, si yo lo digo. Soy el capitán.
—No me importa quién eres —soltó, dedicándome una mirada de desprecio.
—En aquel cuarto están la fregona y los cubos. Volveré en media hora, como no hayas acabado, te pondré un castigo peor.
—¿Y todo esto por qué?
—Por hacer cosas que no debes.
—¿Es porque te pegué? Vaya, ¿al final sí que te hice daño?
—No noté nada.
—Ya...
—No pierdas más tiempo y ponte a trabajar.
—Oblígame.
—Eres estresante, Katerina.
—Primera vez que usas mi nombre —sonrió orgullosa.
—Pues también será la última.
La dejé con la palabra en la boca y me marché por donde había venido. Media hora más tarde, la encontré tumbada en una hamaca. La sala estaba reluciente. Había terminado antes de lo previsto.
—Al final, me has obedecido —le dije.
—No tenía otra cosa mejor que hacer.
—En unas horas, atracamos en la isla —la informé—. Ahora, que has cumplido tu tarea, puedes volver a cubierta o seguir descansando. Pero no molestes a la tripulación, están ocupados.
—Oído, capitán.
—Menos bromas. No siempre es bueno jugar con fuego.
—No tengo miedo.
—Si fuera tú, no me arriesgaría.
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Aguas de Sallen: Dos fines ( 1 ) [YA EN FÍSICO]
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