Capítulo 29

8 1 3
                                    

· Katerina ·


Salí de la habitación después de que Christian se durmiera. Había pasado un día entero desde el incidente con la sirena, y él llevaba dormido desde entonces. Ahora, estábamos en alta mar esperando a que se recuperara para poder seguir un rumbo fijo.

El día anterior había sido duro. El ver a Jack sin la sonrisa que lo caracterizaba, y la tripulación más decaída que nunca, no fue fácil. Ninguno pensaba que fuera a despertar hasta ahora.

Cogí aire mientras me apoyaba de espaldas sobre la pared.

—Saldremos de esta. No te preocupes —dijo Jack, dedicándome una de sus sonrisas.

Era consciente de que había hecho un gran esfuerzo para ello. Sin duda, es el que peor lo está pasando ahora mismo y pese a eso, intenta mejorar mi situación y la de los demás.

—Jack —le llamé.

—¿Qué pasa?

—Gracias por ayudarme —contesté.

—Recuerda que el que se sacrificó por tí fue él, Katerina, no yo.

—Aunque no seas tú quien está moribundo en una cama y me confunda con su exnovia, no significa que no me ayudes.

—Ya... —contestó, sin ánimo alguno.

—Cuando Christian se opuso a la idea de que yo alejara a las sirenas, tú estuviste de acuerdo y respetaste mi decisión pese a ponerme en peligro.

—Sí, lo hice. Y, mira... —quiso de algún modo escoger las palabras adecuadas—. Cuando estuviste frente aquella sirena y recordé de lo que son capaces, sentí que quien estaba en grave peligro era yo. Una angustia me recorrió todo el cuerpo tan pronto intercambiaste más palabras de las necesarias. Noté que me ardía el pecho. Y es que ahí comprendí que no iba a dejar que te enfrentaras al peligro sola —hizo una pequeña pausa mientras continuaba con su mirada puesta en la mía, casi sin pestañear ni un segundo. Quería observar mi reacción en todo momento—. Sí, estuve de acuerdo en que fueras sola junto a esas sirenas, porque sé que puedes valerte por ti misma y porque eres una chica fuerte. Lo sigues siendo, aunque esta vez no saliera como esperábamos. Pero después de sentir lo que sentí, me dejé claro a mí mismo que, durante el tiempo que siguieras aquí, estaría a tu lado para enfrentar cualquier peligro.

—Jack... —no me dejó acabar.

—Katerina, soy consciente de que sabes lo que siento. Me he mostrado tal y como soy contigo y sabes que no te voy a obligar hacer nada que no quieras. Sin embargo, dado que la vida son dos días, quería dejarte claro, que puedes contar conmigo.

No era capaz de decir nada en ese momento. Sólo podía mirarlo a los ojos y lamentarme, aunque fuera solo un poco, por no ser la chica que él deseaba. Es cierto que, por fin, había aprendido a sobrellevar el tema de mi hermana, volverme totalmente independiente y encontrar un leve equilibrio en mi nueva vida, pero no estaba preparada para el amor. Sentía algo, pero quizá no era lo suficientemente fuerte. Y no lo haría vivir en una mentira. No merece eso; él no.


* * *


Cuando era pequeña, mi padre nos contaba a mi hermana y a mí numerosas anécdotas de experiencias que había vivido al lado de nuestra madre. Cada una más inesperada e increíble que la anterior. Pero lo cierto es que ninguna pudo compararse a esto. Una vez, nos explicó cómo casi raptan a nuestra madre en las Calas Calavera; justo en el mismo lugar en donde nos habían fastidiado los planes —bueno, más bien, los planes de Christian—. Él quería brindarles un poco de calma a sus tripulantes y mantenerme vigilada y fuera de peligro. Sin embargo, acabó por ordenar a su tripulación que se mantuviera bien atenta frente al ataque de unas sirenas, y soportando tener que aceptar mis decisiones —las cuales sabía de buena mano, que no le gustaban en absoluto—. Al fin y al cabo, seguía siendo prisionera. Una injusta prisionera, pero que a fin de cuentas, conseguía algo bueno de todo este viaje. Que es la oportunidad de encontrar a su hermana. A mi hermana. Kiara.

En todas esas veces que nuestro padre nos enumeraba las cinco razones distintas por las que intentaban atraparlo a él y a nuestra madre, de alguna forma, también deshacía un poco el nudo de pensamientos que se guardaba dentro de sí.

En aquellos tiempos, mi hermana y yo tendríamos alrededor de trece años. Era consciente de que ya éramos capaces de entender sus gestos y sus emociones.

Su voz ronca, era el anhelo. Sus piernas inquietas, escondían un ápice de nerviosismo. Y sin duda, esos ojos del color de los diamantes, perdidos en algún punto de la sala, expresaban el dolor al recordar a la mujer que algún día fue su esposa.

Y ahora lo comprendía demasiado bien. Yo sentía lo mismo. Anhelo, nerviosismo y dolor.

Sólo que, evidentemente, por razones distintas.

Anhelo, de esa vida sencilla, a la que había logrado adaptarme tras la lucha conmigo misma después de perder a mi hermana. Ya que una pequeña parte de mi, no desearía haberse metido en todo esto.

Nerviosísimo, por la situación a la que me estaba enfrentando.

Y el dolor, por pensar que todo lo que estamos haciendo y pasando sea en vano.

Aunque quisiera eliminar todo eso, no era capaz. Pondría la mano en el fuego porque mi hermana también estaba tras el tesoro de nuestro abuelo. Desde tierra, durante todo este tiempo y en secreto, había estado persiguiendo y rastreando cualquier tipo de pista que me llevara al tesoro. Casi sin quererlo, el día que llegaron a mis oídos que Kiara había mantenido una charla con un hechicero, fue algo que no supe gestionar. Aquel día, esa noticia provocó en mí una felicidad y sentimiento de traición imparables.

La verdad es que, ir primero tras el tesoro antes que buscarla a ella directamente, me parecía lo más inteligente. Estaba segura de que ella también trataba de encontrarlo. Pero algo que no se esperaría es que fuera tras ese tesoro. Ese que me resultaba tan insuficiente desde el primer día en que oí hablar de él. No lo quería para nada. Ni con quince años puse atención a su valor ni a su contenido cuando mi padre nos lo hizo saber. Fue algo que, en cambio, Kiara sí se interesó bastante. Por eso, ahora tenía tan claro que cinco años después seguiría tras él. Y que, por consiguiente, daría con ella si primero llevaba a cabo el sacrificio de reconectar con aquella vida pasada, esa vida donde fui pirata, y emprendía el viaje de busca para finalmente, acabar al lado de mi hermana.

Lo que no sabía es que lo haría de esta forma.

Con esta tripulación a la que ahora puedo llamar hogar.

Aguas de Sallen: Dos fines ( 1 ) [YA EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora