Capítulo 5

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Después del entrenamiento, tanto Suguru como yo estábamos hambrientos. No era raro que después de darle duro a las artes marciales, ambos sintiéramos que podríamos comernos una vaca entera. Así que decidimos ir a la máquina expendedora del pasillo a ver qué podíamos conseguir.

—¿Sabes? —dije mientras caminábamos por el pasillo—. Podríamos simplemente entrar a la cocina y cocinar algo decente en lugar de comer estas porquerías.

Suguru me lanzó una mirada medio divertida, medio incrédula.

—Satoru, todos sabemos que eres un desastre en la cocina. No pienso arriesgar mi vida comiendo algo que tú prepares.

Me reí, aunque no pude evitar sentirme un poco ofendido.

—No soy tan malo... —murmuré, empujando una moneda en la máquina y seleccionando un par de bolsas de papas.

—Deja que Shoko cocine, y entonces hablaremos —dijo Suguru, tomando su propia bolsa de papas antes de que ambos nos dirigimos hacia las escaleras para sentarnos y comer.

Nos instalamos en los escalones, el ruido de las papas crujiendo entre mis dientes siendo lo único que rompía el silencio por un rato. Pero esa calma me dio la oportunidad perfecta para hacerle la pregunta que había estado dando vueltas en mi cabeza desde la conversación anterior.

—Oye, Suguru —dije, fingiendo que el tema era casual—. ¿Cómo fue que te diste cuenta de que te gustaban los chicos?

Lo vi detenerse por un segundo, su mirada fija en la bolsa de papas como si estuviera tratando de decidir cómo responder. Finalmente, suspiró y me miró de reojo, con una pequeña sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—Supongo que siempre lo supe, en cierta forma. Pero no fue hasta que me di cuenta de que había alguien... diferente, alguien que me hacía sentir cosas que no sentía por las chicas.

Mis cejas se levantaron con interés, mientras trataba de descifrar lo que estaba diciendo. Suguru, por su parte, seguía hablando, aunque su tono se había vuelto más introspectivo.

—Es extraño. No es que no me gusten las chicas, pero cuando esa persona está cerca, simplemente... todo lo demás desaparece. Es como si esa persona fuera la única que importa.

—Vaya, eso suena bastante intenso —comenté, realmente intrigado—. ¿Y qué pasó con esa persona? ¿Se lo dijiste?

Suguru soltó una risa amarga, sacudiendo la cabeza.

—No. Es complicado. Esa persona es... difícil de leer, y no estoy seguro de si siquiera se da cuenta de lo que podría significar.

Algo en su tono me hizo pensar que estaba hablando de alguien cercano, alguien que yo probablemente conocía. Y aunque traté de conectar los puntos, no pude evitar sentirme un poco perdido.

—Debe ser duro, no poder decirle a esa persona lo que sientes —dije, tratando de sonar comprensivo aunque mi mente aún no había hecho clic.

Suguru se giró para mirarme directamente a los ojos, y por un segundo, su mirada era tan intensa que casi me hizo sentir incómodo.

—Sí, Satoru —dijo, su voz baja y suave—, puede ser muy frustrante cuando alguien no se da cuenta de lo que realmente está pasando.

Lo miré, tratando de entender la profundidad de sus palabras, pero antes de que pudiera responder, Suguru se levantó de golpe, lanzando su bolsa de papas vacía en una papelera cercana.

—Voy a darme una ducha —dijo de repente, su tono más cortante de lo habitual—. Nos vemos luego.

Y antes de que pudiera decir algo más, ya se había ido, dejándome solo en las escaleras, con una sensación extraña en el pecho. Miré hacia donde había desaparecido, tratando de entender qué demonios acababa de pasar.

"¿Qué le habrá molestado?", pensé mientras me levantaba y sacudía las migas de papas de mis pantalones. Traté de pensar en nuestra conversación, de encontrar alguna pista que me dijera qué había salido mal, pero todo lo que conseguí fue una cabeza llena de preguntas sin respuestas.

Decidí dejarlo estar, por ahora al menos. Suguru había estado raro, sí, pero tal vez solo necesitaba espacio. Yo también, si soy sincero, todavía estaba intentando procesar todo lo que había sucedido en los últimos días. No era fácil tratar de entender mis propios sentimientos mientras intentaba descifrar los de él.

Me dirigí de vuelta al edificio principal, sabiendo que tarde o temprano nos cruzaríamos de nuevo. Y cuando eso pasara, tal vez las cosas serían más claras. O al menos, eso esperaba.

Cuando volví a mi habitación, la tensión que había estado acumulándose durante toda la conversación con Suguru no hizo más que intensificarse. La habitación estaba silenciosa, solo interrumpida por el leve zumbido del ventilador. Dejé mi bolsa en el suelo, mis pensamientos todavía dando vueltas a toda velocidad.

"Voy a darme una ducha", dijo Suguru, y esas palabras seguían resonando en mi mente. Pero no era solo la frase, era cómo la dijo, esa mezcla de frustración y algo más que no pude identificar del todo. ¿Por qué se había molestado tanto? ¿Por qué yo me sentía tan confundido?

Me quité la ropa lentamente, como si cada prenda que dejaba caer al suelo aliviara un poco la carga en mi mente. Pero al entrar en la ducha, bajo el agua caliente que golpeaba mi piel, los pensamientos volvieron con fuerza.

Suguru. Ese nombre que antes no significaba más que un compañero de entrenamiento, un amigo, ahora parecía tener un peso diferente, más profundo, más inquietante.

"Difícil de leer" había dicho. ¿Estaba hablando de mí? ¿Por qué sentiría algo así por mí? Y, más importante, ¿por qué diablos me importaba tanto?

El vapor llenaba el pequeño baño, pero en lugar de relajarme, solo intensificaba la presión en mi pecho. Me apoyé contra la pared de azulejos fríos, cerrando los ojos mientras dejaba que el agua me cubriera.

¿Qué significaba estar con un hombre? Nunca me había planteado esa posibilidad. Siempre había sido claro para mí que me gustaban las mujeres, ¿no? Pero entonces, ¿por qué la idea de Suguru, su mirada, su voz, su presencia, me afectaba tanto?

Intenté imaginarlo, a él y a mí, juntos de una forma más... íntima. ¿Cómo sería besar a Suguru? ¿Sentir sus labios contra los míos, su respiración mezclándose con la mía? Me sorprendió lo fácil que era visualizarlo, y más aún cómo mi cuerpo reaccionaba a esa imagen. No era solo el beso lo que cruzaba mi mente; eran momentos compartidos, risas, discusiones... planes. ¿Qué sería hacer planes juntos, salir como... pareja?

Un escalofrío me recorrió la espalda, mezclándose con el calor del agua. La idea de estar con un hombre, de estar con Suguru, era tan nueva y extraña que no sabía cómo procesarla. ¿Era eso lo que quería? ¿Podía querer algo así? ¿O simplemente era la novedad, la confusión que me hacía cuestionarlo todo?

Pensé en lo que había dicho, en esa persona especial que hacía que todo lo demás desapareciera. Sentí una punzada de celos en mi estómago, una sensación incómoda que no quería admitir. ¿De quién hablaba? ¿Por qué la idea de que pudiera ser alguien más me molestaba tanto?

Tal vez lo que más me irritaba era que no tenía control sobre estos sentimientos. Estaba acostumbrado a ser el mejor, a saber siempre qué hacer, pero ahora me sentía perdido, atrapado en un laberinto de emociones que no entendía.

El agua seguía cayendo, como si intentara lavar esos pensamientos de mi mente, pero no funcionaba. Me quedé ahí más tiempo del necesario, esperando que el calor disipara la confusión. Pero cuando finalmente salí, me sentía igual de inquieto que antes, si no más.

Me sequé rápidamente, sin ganas de enfrentar mi propio reflejo en el espejo. No quería ver esa duda en mis ojos, no quería admitir que todo lo que pensaba sobre mí mismo podría estar cambiando.

Al salir del baño, me tiré en la cama, el techo de mi habitación siendo mi única compañía. Suguru, Suguru, Suguru. Su nombre se repetía como un mantra en mi cabeza. Quería entenderlo, quería entender qué era lo que realmente sentía, pero por primera vez en mi vida, no tenía la respuesta.

Lo único que sabía era que las cosas entre nosotros ya no serían las mismas, y eso me aterraba más de lo que quería admitir.

Stay with me I /Satosugu (completada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora