Capítulo 32

81 9 0
                                    

El final de las vacaciones llegó antes de lo que esperaba. Aunque al principio estaba seguro de que pasar semanas con la familia de Suguru sería una pesadilla –ya sabes, demasiado tiempo encerrado en un solo lugar, con gente que no compartía mi ritmo frenético ni mi... esplendor–, lo cierto es que me acostumbré bastante rápido. Demasiado rápido, tal vez.

Aquel último día en su casa fue un caos controlado. La madre de Suguru insistía en que comiéramos bien antes de salir, como si no hubiéramos pasado semanas comiendo hasta casi reventar. El padre, como siempre, estaba más relajado, pero aún así nos ayudaba a cargar con las maletas. Y Suguru... bueno, Suguru estaba tan sereno como siempre, como si decir adiós a su familia fuera lo más normal del mundo. A mí, sin embargo, me revolvía un poco el estómago. No es que quisiera admitirlo, pero de alguna manera sentía que estaba dejando algo atrás.

Llegamos a la estación de tren, y su madre no dejó de darnos indicaciones: "Cuiden bien sus cosas, coman algo durante el viaje, no hagan tonterías", lo típico. A Suguru le dio un fuerte abrazo, ese tipo de abrazo que te deja con los pulmones apretados y te recuerda que siempre habrá un lugar al que regresar. Yo observaba la escena, tratando de no hacerme notar demasiado. Las despedidas nunca fueron lo mío. Pero lo que me sorprendió fue cuando, tras despedirse de Suguru, su madre se volvió hacia mí.

—Ven aquí, Satoru —me dijo, y antes de que pudiera reaccionar, ya me estaba envolviendo en un abrazo.

Me quedé paralizado un segundo. No es que no me gustaran los abrazos, pero no estaba acostumbrado a que alguien que no fuera Suguru o Shoko me los dieran tan seguido. Pero ahí estaba, en los brazos de la madre de Suguru, con esa calidez que solo las madres parecen tener. Al principio no sabía qué hacer con mis brazos, pero finalmente la rodeé torpemente, devolviendo el gesto.

—Si alguna vez quieres volver, en Navidad o cuando quieras, las puertas están abiertas para ti —me dijo al oído antes de soltarme.

Parpadeé un par de veces, algo desconcertado. No estaba seguro de qué decir. No estaba acostumbrado a tanta familiaridad, a ese tipo de afecto tan directo y genuino. Así que, en lugar de soltar alguna de mis habituales bromas, solo asentí.

—Gracias —murmuré, lo más genuino que podía sonar.

El padre de Suguru también me dio una palmada en la espalda, y aunque fue un gesto más contenido, no dejaba de sentirse cálido. Suguru, por supuesto, estaba riéndose entre dientes al ver mi reacción. Sabía que estaba disfrutando de mi incomodidad.

—No te pongas sentimental, Gojo —dijo en tono burlón—. No querrás arruinar tu imagen de tipo frío y distante.

—¿Quién está sentimental? —repliqué, rodando los ojos mientras tomaba mi maleta—. Solo soy amable. Deberías aprender algo de mí.

Suguru negó con la cabeza, riendo suavemente.

—Sí, claro.

El tren llegó puntual, como siempre y las vacaciones se habían terminado. Todo ese caos, las risas, los momentos incómodos con la familia de Suguru, las comidas caseras que, honestamente, estaban demasiado buenas como para rechazarlas... Todo había sido una locura. Pero ahora estábamos de vuelta en el tren, rumbo a nuestra realidad. El traqueteo del tren me adormecía un poco, pero mi mente seguía despierta, atrapada en pensamientos que no podía dejar ir. Aún no podía creer que, en un momento de espontaneidad, le había propuesto matrimonio a Suguru. Así, sin más. Lo más loco era que él había dicho que sí.

Me imaginaba cómo sería en unos años, cuando finalmente nos graduáramos del instituto. Ahí estaría yo, con algún plan dramático para hacerlo otra vez, con todo el estilo que me caracteriza, claro. Porque no podía hacerlo de cualquier forma, tenía que ser especial. Algo que él no pudiera olvidar nunca. Y luego, nos casaríamos. Sí, lo veía con claridad: viviríamos juntos, probablemente en algún lugar tranquilo, lo suficientemente lejos del caos de la ciudad pero lo suficientemente cerca como para que yo pudiera mantenerme cerca de lo que me interesaba. Suguru intentaría llevar una vida más tranquila, pero sabía que no sería capaz de dejar de lado todo lo que hacíamos.

Stay with me I /Satosugu (completada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora