Capítulo 3

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El Domingo llegó antes de lo que esperaba. Me había hecho el loco toda la semana, sin pensar mucho en lo que había pasado con Suguru en mi cuarto, enfocándome en los entrenamientos y en mis clases como si todo estuviera bien. Y en parte lo estaba. Pero cada vez que me cruzaba con él en los pasillos, o cuando lo veía en la cafetería, esa maldita sensación volvía a aparecer, como una piedra en el zapato que no puedes sacar por mucho que lo intentes.

Ese sábado tenía una cita con una chica. Una que había conocido hace unas semanas, linda y bastante simpática, aunque para ser honesto no me acordaba ni de cómo se llamaba. Habíamos quedado en vernos en un café cerca de la escuela, un lugar tranquilo y apartado del bullicio de la ciudad. Ideal para una cita, en teoría.

Me preparé rápido, con la intención de no pensar demasiado en lo que estaba haciendo. Me puse una camiseta blanca ajustada y unos jeans oscuros, algo casual pero que se viera bien. Vamos, Satoru, esto es lo tuyo. Relájate, me dije a mí mismo frente al espejo, forzando una sonrisa.

Llegué al café unos minutos antes de la hora acordada. Estaba tranquilo, la música suave de fondo y el aroma a café recién hecho llenaban el ambiente. Elegí una mesa cerca de la ventana, donde la luz natural entraba en ángulos perfectos. Un lugar que cualquiera consideraría perfecto para una cita, pero que en ese momento, a mí me daba igual.

Cuando ella llegó, lucía hermosa, con un vestido sencillo pero elegante, y una sonrisa que podía derretir a cualquiera. Cualquiera menos a mí en ese momento, pensé, aunque hice un esfuerzo por no dejar que se notara.

—¡Satoru! —exclamó ella, con una energía que me hizo sonreír automáticamente.

—Hey, llegaste justo a tiempo —respondí, levantándome para darle un beso en la mejilla. Fingir que todo está bien, no es difícil, has hecho esto mil veces antes.

Nos sentamos y comenzamos a hablar de cosas banales: las clases, la comida del lugar, el clima. Ella reía con cada broma que soltaba, y yo me esforzaba en mantener la charla animada, pero por dentro, mi mente estaba en otra parte.

Mientras ella hablaba de algo, no sé bien qué, mi mente volvía al maldito Suguru. A la forma en que se había sentado tan cerca de mí mientras jugábamos, cómo su voz había sonado tan tranquila, tan segura. No podía evitarlo, cada palabra de ella se mezclaba con recuerdos de esa noche, de la extraña calidez que había sentido en su compañía.

—¿Y tú qué piensas, Satoru? —preguntó de repente, sacándome de mis pensamientos.

—¿Eh? —parpadeé, tratando de recordar de qué demonios estábamos hablando—. Ah, claro, sí, eso suena genial.

Ella se rió suavemente, y me di cuenta de que mi respuesta probablemente no tenía sentido. Pero en lugar de molestarse, parecía divertirse con mi distracción. Punto a favor para ella, pensé, aunque no hacía nada por mejorar mi situación.

—Eres un poco distraído, ¿verdad? —dijo, inclinándose un poco hacia mí con una sonrisa juguetona.

—Algo así —admití, intentando mantener la fachada de tipo cool y despreocupado.

Pedimos unos cafés y continuamos la conversación. Hablaba de sus hobbies, de las cosas que le gustaba hacer en su tiempo libre, y aunque intentaba seguirle el ritmo, no podía evitar que mi mente divagara una y otra vez hacia el pelinegro.

¿Por qué demonios estaba pensando en él? Se suponía que este era mi momento para relajarme, para disfrutar, para distraerme de todo lo demás. Pero ahí estaba, la sombra de Suguru, colándose en cada rincón de mi mente, haciéndome sentir que todo esto era un esfuerzo en vano.

—Entonces, ¿qué te parece si después de aquí vamos a dar una vuelta por el parque? —propuso ella, mirándome con esos ojos que deberían haber captado mi atención por completo, pero que no lograban hacerlo del todo.

Stay with me I /Satosugu (completada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora