Capítulo 4

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Me desperté al día siguiente con la cabeza aún dándome vueltas, los pensamientos de anoche seguían ahí, latentes, molestos. Me moví lentamente, sintiendo como si el peso de todo lo que había pasado en las últimas 24 horas me estuviera aplastando. Tengo que superarlo. Me dije, aunque sabía que no era tan fácil.

Me alisté para ir a clase con la esperanza de que el día fuera mejor, de que, al menos por un rato, pudiera dejar de pensar en todo este lío. Por suerte, al llegar al aula, solo estaba Shoko. Me dejé caer en el asiento junto a ella, sintiendo un pequeño alivio al no ver a Suguru por ningún lado.

—¿Dónde está tu cara de siempre? —preguntó Shoko sin mirarme, sus ojos fijos en algún libro que había traído.

—Buenos días para ti también, Shoko —respondí, intentando sonreír. Sabía que mi intento por parecer normal era ridículo, pero al menos lo estaba intentando.

Shoko soltó una risita suave, finalmente levantando la mirada hacia mí. Sus ojos me escanearon rápidamente, como si intentara descifrar qué demonios me pasaba.

—¿Saliste ayer? —preguntó de repente, con esa habilidad suya de ir directo al punto.

Asentí, como si fuera la cosa más natural del mundo.

—Sí, tuve una cita —le dije, intentando sonar despreocupado.

—¿Y qué tal? —Su tono era curioso, pero no insistente.

—Bien. Lo de siempre, ya sabes —respondí con un encogimiento de hombros.

Shoko asintió, pero algo en su expresión me dijo que no me creía del todo. Ella no insistió, sin embargo, simplemente dejó que la conversación fluyera hacia otros temas más triviales, como las clases, los exámenes que se acercaban y el estrés habitual que traían. Empezaba a sentirme un poco más relajado, un poco más como yo mismo.

Hasta que entró Suguru.

Sentí un nudo en el estómago tan pronto como lo vi. No lo mires, no lo mires. Me dije, pero fue inútil. Suguru entró con esa calma que lo caracterizaba, su andar siempre relajado y seguro. Me lanzó una sonrisa al verme, una de esas que parecían desarmar cualquier intento de mantener la compostura.

—Buenos días, Shoko, Satoru —saludó con su habitual tono sereno.

—Buenos días —respondí, intentando no sonar extraño. Shoko solo asintió en su dirección.

Yaga entró detrás de Suguru, haciendo que todos nos calláramos y tomáramos asiento. La clase comenzó, pero mi atención estaba lejos de la pizarra. Concéntrate, Satoru. Concéntrate. Intenté seguir las instrucciones de Yaga, pero cada vez que Suguru se movía o hacía algún comentario, mi mente volvía a divagar. La incomodidad se instalaba en mi pecho, junto con esa irritante conciencia de que él estaba justo ahí.

Finalmente, Yaga nos dio un descanso, y Shoko, después de un suspiro cansado, se levantó de su asiento.

—Voy a estudiar un rato antes de que todo esto me vuelva loca —anunció, recogiendo sus cosas con esa calma suya, como si no estuviera dejando una bomba a punto de estallar justo entre Suguru y yo.

—Nos vemos luego —le dije, deseando que se quedara un poco más.

Shoko se fue, y yo me quedé solo con Suguru. Genial. Maldije en silencio. La tensión en el aire era casi palpable, o tal vez solo estaba en mi cabeza.

Suguru se giró hacia mí, con esa expresión tranquila y algo curiosa que siempre llevaba.

—Entonces, ¿cómo fue la cita? —preguntó, como si fuera la cosa más natural del mundo.

Stay with me I /Satosugu (completada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora