Capítulo 20

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La casa estaba en silencio, el tipo de quietud que solo se encuentra en la madrugada. Lesly estaba profundamente dormida en su habitación, y Emma también había caído en un sueño ligero después de un día agotador. Sin embargo, esa calma pronto se vio interrumpida.

Alrededor de las 3 a.m., Lesly comenzó a moverse inquieta en su cama. Sus respiraciones se hicieron más pesadas, y un dolor agudo comenzó a irradiar desde su pecho hasta cada rincón de su cuerpo. Trató de ignorarlo, convencida de que pasaría, pero en lugar de disminuir, el dolor se intensificó. De repente, una sensación de mareo la invadió, y antes de poder hacer algo, el mundo a su alrededor se volvió borroso.

En la habitación contigua, Emma se despertó de golpe, como si hubiera sentido que algo andaba mal. Se levantó rápidamente y fue directamente a la habitación de Lesly. Al entrar, encontró a su prima desmayada en la cama, pálida y apenas respirando.

—¡Lesly! —gritó Emma, corriendo hacia ella. Trató de despertarla, sacudiéndola suavemente, pero Lesly no respondía.

El pánico se apoderó de Emma mientras sacaba su teléfono y llamaba a su tía, la madre de Lesly, explicándole apresuradamente la situación. Sin perder tiempo, su tía le dijo que llevara a Lesly al hospital inmediatamente.

Con manos temblorosas, Emma hizo lo que pudo para mantener la calma mientras esperaba a que llegara su tía. Lesly seguía inconsciente, su respiración cada vez más débil. Emma sintió un nudo en la garganta, pero sabía que tenía que ser fuerte.

Cuando la madre de Lesly llegó, ambas la llevaron rápidamente al hospital. Durante el trayecto, Emma no dejó de mirar a su prima, rogando en silencio que todo saliera bien.

Una vez en el hospital, los médicos actuaron de inmediato, llevándola a una sala de emergencias. Les informaron que la leucemia de Lesly estaba empeorando, y que tendrían que estabilizarla lo antes posible.

Emma se quedó en la sala de espera, su corazón latiendo con fuerza mientras esperaba noticias. Sabía que la situación era grave, y aunque intentaba mantenerse positiva, el miedo era innegable.

La noche avanzaba lentamente, envolviendo la casa en un silencio pesado. Lesly y Emma dormían juntas en la cama, como era habitual. Emma, siempre protectora, mantenía un brazo alrededor de Lesly, que dormía inquieta a su lado. La suave luz de la luna se colaba por la ventana, proyectando sombras tenues en la habitación.

De repente, Lesly comenzó a moverse con incomodidad, su respiración se tornó irregular y un gemido bajo escapó de sus labios. Emma, que tenía el sueño ligero, despertó de inmediato, sintiendo que algo no estaba bien.

—Lesly, ¿estás bien? —susurró Emma, con voz preocupada, tratando de no alarmarse mientras sacudía suavemente a su prima.

Lesly apenas logró abrir los ojos, su piel estaba pálida y cubierta de un frío sudor. Respiraba con dificultad, y su voz salió en un susurro, casi inaudible.

—Emma... me siento... muy mal.

El corazón de Emma dio un vuelco. Sabía que la situación era grave. Sin perder tiempo, se deslizó fuera de la cama y corrió hacia la habitación de la madre de Lesly, que estaba en la misma casa.

—¡Tía, tía! —gritó Emma, golpeando la puerta con urgencia—. ¡Lesly se siente muy mal!

La madre de Lesly abrió la puerta de inmediato, con el rostro lleno de preocupación. Ambas corrieron de vuelta a la habitación de Lesly, quien ahora respiraba con más dificultad, apenas consciente.

—¡Lesly! —exclamó su madre, arrodillándose junto a la cama mientras tomaba su mano—. Tranquila, hija, estamos aquí.

Pero antes de que pudieran hacer algo más, Lesly se desmayó. Emma y su madre intercambiaron miradas llenas de pánico, sabiendo que no podían perder ni un segundo más.

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