Capítulo 25

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Había pasado un mes desde que Lesly y Emma se habían ido a España, y las cosas no eran lo que todos esperaban. Al principio, el contacto entre ellos era constante, lleno de mensajes y llamadas, pero poco a poco, esa cercanía había comenzado a desvanecerse.

Lian se encontraba en su habitación, sosteniendo su teléfono, mirando la pantalla en blanco. Recordaba los primeros días, cuando Lesly le enviaba mensajes de buenos días y se pasaban horas hablando sobre cualquier cosa. Ahora, esos días parecían lejanos, casi irreales.

—Hola, Emma —dijo Lian al contestar el teléfono cuando vio que Emma lo estaba llamando.

—Lian, ¿cómo estás? —preguntó Emma, aunque su voz ya sabía la respuesta.

—He estado mejor —respondió él, suspirando—. No sé qué está pasando, Emma. Lesly no me habla como antes. Apenas si puedo comunicarme con ella. A veces pienso que estoy perdiéndola, no solo por su salud, sino también emocionalmente.

—Lian, sé que es difícil. Lesly está... muy mal ahora mismo. Apenas puede caminar sola, y está más débil cada día. Creo que todo esto la está abrumando. Ni siquiera a mí me habla tanto como antes —admitió Emma, con un tono de voz que reflejaba su propia preocupación.

—¿Entonces solo se la pasa escribiendo? —preguntó Lian, tratando de entender lo que estaba sucediendo—. ¿Qué está escribiendo? Nunca me muestra nada. Solo dice que está ocupada, que no puede hablar, pero no sé en qué está ocupada. ¿Sabes algo?

Emma se quedó en silencio por un momento, sin saber exactamente qué decir. Ella también había notado el cambio en Lesly, cómo se había ido cerrando en sí misma, como si estuviera lidiando con algo demasiado grande para compartir.

—No lo sé, Lian. No me ha mostrado nada. Creo que está escribiendo para mantener su mente ocupada, tal vez para procesar todo lo que está pasando. Pero entiendo lo que sientes... yo también estoy preocupada. Me duele verla así, y me duele ver que tú también lo estás pasando mal.

Lian suspiró de nuevo, sintiendo cómo el peso de la situación se hacía más insoportable con cada día que pasaba. La distancia física se había convertido en una distancia emocional que él no sabía cómo salvar.

—Emma, no sé qué hacer. No quiero presionarla, pero al mismo tiempo, no puedo soportar esta distancia. No puedo soportar la idea de que se esté alejando de mí... y de nosotros. 

Emma, aunque sintió el mismo dolor, trató de mantenerse fuerte por ambos.

—Solo... dale tiempo, Lian. Está pasando por mucho. Quizás, lo único que podemos hacer es estar aquí, esperarla, y apoyarla en lo que podamos. Aunque no sea fácil.

—Tienes razón —respondió Lian, con la voz quebrada—. Solo espero que vuelva a nosotros antes de que sea demasiado tarde.

Ambos se quedaron en silencio por un momento, compartiendo en la distancia el mismo miedo y la misma tristeza. Lesly se estaba alejando, y no sabían cómo hacer para traerla de vuelta, cómo recordarle que no estaba sola, que ellos seguían allí, esperando.

Después de colgar, Lian se quedó mirando el techo, sintiendo que las lágrimas querían salir de nuevo. No podía evitar sentirse impotente, como si la situación estuviera fuera de su control. Y en ese momento, en medio de su propia desesperación, solo podía esperar que Lesly encontrara la fuerza para volver a ellos, antes de que la oscuridad se la llevara por completo.



Lesly se encontraba en su habitación, sentada en la cama con el diario sobre su regazo. El sol de la tarde se filtraba suavemente a través de las cortinas, llenando el espacio con una luz cálida y dorada. El ambiente era tranquilo, pero su mente estaba lejos de la serenidad que la rodeaba.

Tomó la pluma entre sus dedos temblorosos y comenzó a escribir, tratando de volcar en el papel los pensamientos que la habían estado atormentando en silencio.

*"Hoy es uno de esos días en los que me pregunto si realmente vale la pena seguir luchando. Sé que suena terrible, pero la verdad es que estoy cansada. Cansada de estar enferma, de ver la preocupación en los ojos de Emma y mi mamá, de sentir que estoy perdiendo a Lian. Él no lo sabe, pero lo noto. Noto cómo la distancia entre nosotros crece, y no sé cómo detenerla. Siento que, de alguna manera, estoy dejando que se me escape todo lo que amo. Pero, ¿cómo aferrarme a ellos cuando ni siquiera puedo aferrarme a mí misma?

Escribo esto por si acaso no llego a vivir lo suficiente para decirlo en voz alta. Lian, si algún día lees esto, quiero que sepas que te amé con todo lo que tenía, aunque a veces no lo pareciera. Y Emma, tú has sido más que una prima, más que una hermana. Siempre serás parte de mí, incluso cuando yo ya no esté aquí.

No sé qué pasará en los próximos días, pero lo que sé es que cada momento que tengo ahora es valioso. Y aunque me duele pensar en el futuro, trato de no dejar que el miedo me consuma. Aun así, si llega el momento en que ya no pueda seguir, quiero que sepan que hicieron todo lo posible, que me dieron razones para sonreír en medio de todo el dolor. Lo que me preocupa ahora es el mañana, uno que quizás nunca llegue para mí, pero si lo hace, espero que haya un poco de luz al final de este túnel.*

Lesly se detuvo un momento, dejando que las lágrimas que había estado conteniendo rodaran por sus mejillas. Respiró hondo y cerró el diario con suavidad, guardándolo bajo su almohada, como si fuera un secreto que solo el tiempo podría revelar.

Unas horas más tarde, Emma tocó suavemente la puerta antes de entrar. Lesly levantó la vista y trató de esbozar una sonrisa, aunque su corazón seguía pesado.

—¿Cómo estás? —preguntó Emma, acercándose a la cama.

—He tenido mejores días, pero estoy bien —respondió Lesly, tratando de sonar más animada de lo que se sentía.

Emma la miró con una mezcla de preocupación y cariño. Sabía que Lesly estaba luchando, y que su fortaleza estaba siendo puesta a prueba cada día.

—Pensé que podríamos leer un poco juntas, como solíamos hacer. Traje uno de esos libros que tanto te gustan —dijo Emma, levantando un libro en su mano y agitándolo un poco para captar la atención de Lesly.

Lesly asintió, agradecida por el gesto. Se acomodó un poco más en la cama mientras Emma se sentaba a su lado. Pasaron las siguientes horas leyendo, compartiendo fragmentos de la historia, y comentando los personajes como si todo estuviera bien.

Cuando el estómago de Lesly comenzó a gruñir, Emma rió suavemente y sugirió que fueran a comer algo. Fueron a la cocina, donde la madre de Lesly había dejado algo preparado. Comieron en silencio, saboreando cada bocado y disfrutando de la simple compañía de la otra.

Aunque el dolor y la preocupación aún pesaban en el aire, por un momento, Lesly se permitió disfrutar de la paz que Emma había creado para ella. Y mientras ambas compartían la comida, Lesly no pudo evitar pensar en lo afortunada que era de tener a alguien como Emma a su lado, incluso en los días más oscuros.

A 9 LUNAS DE TI Donde viven las historias. Descúbrelo ahora