Capítulo 22

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Lian se levantó de la cama, secándose las lágrimas que aún corrían por su rostro. La idea de quedarse sin despedirse de Lesly le resultaba insoportable, así que, sin pensarlo dos veces, se vistió rápidamente y salió corriendo hacia la casa de Lesly. Sus pasos eran rápidos, pero su corazón latía aún más rápido, como si temiera que el tiempo se acabara antes de que pudiera llegar.

Al llegar, vio a Emma y Lesly afuera, listas para subirse al auto. Lesly, pálida y frágil, sostenía una pequeña maleta mientras Emma, tratando de mantenerse fuerte, miraba al horizonte con una expresión determinada. Cuando lo vieron, sus miradas se encontraron y, por un breve momento, el tiempo pareció detenerse.

Sin decir una palabra, Lian se acercó a ellas y las abrazó. Primero a Emma, que cerró los ojos y dejó escapar un suspiro, sintiendo cómo el peso de la situación la golpeaba. Luego, se giró hacia Lesly, que al principio no pudo evitar tensarse, pero pronto se rindió al calor del abrazo de Lian. Fue un abrazo largo, lleno de emociones no expresadas, donde las palabras no eran necesarias.

—Cuídate mucho, por favor —murmuró Lian en su oído, su voz rota por la emoción.

Lesly no pudo responder. Sus lágrimas comenzaron a caer, empapando la camiseta de Lian. Sabía que este adiós no era un adiós cualquiera; era la despedida de un capítulo importante de su vida. Quería decirle tantas cosas, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta.

Finalmente, tuvieron que separarse. Lesly subió al auto, acompañada por Emma, quien intentaba mantener la compostura. Lian se quedó de pie, mirando cómo se acomodaban en los asientos, su corazón pesando como una piedra en su pecho. 

El motor arrancó, y el auto comenzó a moverse lentamente. Lian los siguió con la mirada, sintiendo cómo el dolor se apoderaba de él nuevamente. Las lágrimas comenzaron a caer de nuevo, pero esta vez no hizo nada para detenerlas. Mientras el auto se alejaba, sus ojos se nublaron tanto por las lágrimas que llegó un momento en el que no pudo ver nada. Solo sintió cómo una parte de él se alejaba con Lesly y Emma.

Cuando el auto desapareció de su vista, Lian se quedó inmóvil por un momento, incapaz de moverse, incapaz de pensar en nada más que en la tristeza que lo envolvía. Luego, como si todo su cuerpo se rindiera al cansancio y la tristeza, se dejó caer de rodillas, apoyando las manos en el suelo. Cerró los ojos y, con un suspiro tembloroso, se dejó caer al suelo, tumbándose boca arriba en la acera. Miró al cielo, donde el sol apenas comenzaba a subir, pero su luz no alcanzaba a disipar la oscuridad que sentía en su interior.

En el auto, Lesly seguía llorando, con la mirada perdida en el paisaje que pasaba a toda velocidad por la ventana. Emma, sentada a su lado, también luchaba por contener las lágrimas. Sabía que debía ser fuerte, que tenía que apoyar a Lesly en estos momentos difíciles, pero el dolor de la despedida era demasiado.

Ambas estaban envueltas en un silencio pesado, un silencio que hablaba de todo lo que se había perdido, de todo lo que nunca sería. Emma apretó suavemente la mano de Lesly, ofreciéndole un consuelo silencioso mientras su propia tristeza amenazaba con desbordarse.

Así, mientras el auto avanzaba hacia un futuro incierto, cada una de ellas lidiaba con su propio dolor, tratando de encontrar la fuerza para seguir adelante, aunque sus corazones estuvieran destrozados. Y, en algún lugar lejano, Lian se quedó solo, luchando por encontrar la manera de seguir adelante sin la persona que había llegado a significar tanto para él.

El avión volaba en la oscuridad de la noche, el rugido de los motores llenando el aire mientras Emma se cubría con una toalla, tratando de encontrar un poco de privacidad en medio del dolor que sentía. No podía contenerlo más. Las lágrimas, que había reprimido durante tanto tiempo, finalmente comenzaron a caer sin control, empapando la tela que sostenía con fuerza. Cada sollozo que escapaba de su pecho era un recordatorio del peso que había llevado, de la impotencia y la tristeza que la consumían.

Nadie a su alrededor parecía darse cuenta de su angustia. Los demás pasajeros estaban inmersos en sus propios pensamientos, ajenos al sufrimiento de Emma. En ese momento, bajo la manta de la oscuridad y el silencio, Emma se permitió llorar, dejando salir todo lo que había estado acumulando desde que la realidad de la enfermedad de Lesly había comenzado a hacerse más evidente.

Horas más tarde, el avión aterrizó en España. Al bajar del avión, el grupo fue recibido por los padres de Emma con abrazos cálidos y palabras de bienvenida. La madre de Lesly y los padres de Emma intercambiaron saludos, tratando de mantener una conversación amable a pesar de la tensión que todos sentían. Lesly, pálida y agotada, sonrió débilmente, agradecida por el esfuerzo de todos, aunque su corazón estuviera pesado.

Después de llegar a la casa de los padres de Emma, la situación no mejoró para Emma. Mientras los adultos charlaban en la sala, ella subió a su habitación, incapaz de soportar el peso de las emociones que la inundaban. Al entrar en su cuarto, cerró la puerta y se dejó caer en la cama, sintiendo cómo las fuerzas la abandonaban. Todo lo que había estado conteniendo desde el aeropuerto, desde la despedida con Lian, y desde los largos días de preocupación por Lesly, la golpeó de lleno.

Se acurrucó bajo las mantas, buscando un consuelo que parecía imposible de alcanzar. Las lágrimas, que había logrado contener durante el resto del vuelo y la llegada a casa, volvieron a aparecer. La tristeza y la frustración la abrumaban, dejándola con una sensación de soledad que no había experimentado antes.

Pasaron algunos minutos en los que Emma permaneció sola, dejando que las emociones la consumieran. Luego, la puerta de la habitación se abrió suavemente, y Lesly entró en silencio. Su cuerpo aún estaba débil, pero su preocupación por Emma la llevó a superar su propio malestar. Sin decir una palabra, Lesly se acostó junto a Emma y la abrazó con fuerza.

Emma, sintiendo el calor y la cercanía de Lesly, se aferró a ella como si fuera su ancla en medio de una tormenta. No hubo palabras entre ellas, solo el lenguaje silencioso del consuelo y la compañía. A pesar de todo lo que estaba pasando, en ese momento, en los brazos de Lesly, Emma sintió que podía permitirse sentir su dolor, sabiendo que no estaba sola.

Lesly, con su energía limitada, trató de transmitir toda la fuerza que le quedaba a Emma. Sabía que ambas estaban pasando por un momento increíblemente difícil, y aunque ella misma estaba luchando, no podía dejar que Emma se hundiera sola en su tristeza. Se quedaron así, abrazadas en silencio, dejando que la presencia de la otra fuera suficiente para aliviar, aunque fuera un poco, el peso que llevaban en sus corazones.

Finalmente, después de un largo rato, las dos comenzaron a calmarse. Sus lágrimas cesaron, reemplazadas por una sensación de agotamiento compartido. Sin soltarse, se acurrucaron más profundamente bajo las mantas, encontrando consuelo en la compañía mutua. Sabían que las cosas no iban a ser fáciles, pero al menos, en ese momento, tenían la certeza de que podían enfrentarlas juntas.

A 9 LUNAS DE TI Donde viven las historias. Descúbrelo ahora