A 9 LUNAS DE TI

Capítulo 37

En esos días oscuros, Lian comenzó a buscar formas desesperadas de escapar del dolor que lo atormentaba. A él, que nunca había sentido gusto por el alcohol, ahora se encontraba bebiendo hasta perder la noción del tiempo. Las botellas vacías se acumulaban en su habitación, testigos mudos de su autodestrucción.

El alcohol, sin embargo, no era suficiente para silenciar los gritos en su mente, para apagar el dolor que lo consumía por dentro. Fue entonces cuando decidió ir más allá, adentrándose en un camino que jamás había imaginado recorrer. Lian comenzó a comprar sustancias para inyectarse, buscando en las drogas una salida, una forma de anestesiar el sufrimiento que lo estaba matando lentamente.

Cada inyección lo alejaba más de la realidad, hundiéndolo en un vacío cada vez más profundo. Al principio, sentía que era la única forma de escapar, de no pensar en el dolor, en la culpa, en la soledad. Pero pronto, esa sensación de alivio temporal se convirtió en una necesidad, en una prisión de la que no podía escapar.

En solo un mes, Lian había caído tan hondo que ya no podía salir fácilmente. La persona que alguna vez había sido, el joven talentoso que había conquistado el mundo con su música, parecía estar desapareciendo, devorado por la oscuridad que él mismo había permitido entrar.

Sus padres, sus amigos, incluso Lesly y Emma, eran apenas sombras en su mente nublada. Ya no respondía a las llamadas, ni siquiera le importaban los mensajes de preocupación que llegaban a su teléfono. Su vida giraba ahora en torno a una rutina autodestructiva de alcohol y drogas, y cada día que pasaba, el abismo parecía más profundo.

Las noches eran las peores. Se quedaba despierto hasta tarde, consumiendo todo lo que podía para no pensar, para no sentir. Pero en esos momentos de soledad, cuando el efecto de las sustancias comenzaba a desvanecerse, la realidad lo golpeaba con más fuerza. Los recuerdos de sus padres, el amor que sentía por Lesly, todo volvía a él en una ola de desesperación que lo hacía gritar, llorar, romper lo que encontraba a su paso.

Lian sabía que estaba destruyéndose, pero no encontraba la fuerza para detenerse. Cada día se hundía más, y aunque en su interior algo le decía que debía salir de ese agujero, la oscuridad parecía más fuerte, más implacable.

Después de semanas de angustia y preocupación, Lesly finalmente recibió la noticia que tanto había esperado: estaba lo suficientemente recuperada para salir del hospital. La alegría de saber que su salud estaba en su mejor momento se vio empañada por la preocupación constante por Lian. Desde que se enteró de la trágica muerte de sus padres, su mente no podía dejar de pensar en él. Sabía que tenía que verlo, asegurarse de que estuviera bien, o al menos, estar allí para él.

Emma, siempre apoyándola, no dudó en unirse al plan. Hablaron con sus padres y les explicaron la situación. Aunque al principio hubo cierta resistencia, la determinación de Lesly y la preocupación en los ojos de ambas chicas convencieron a sus padres de que este viaje era necesario.

Así, con el corazón en la mano, tomaron un vuelo directo hacia la ciudad natal de Lian. El viaje fue silencioso, lleno de pensamientos y emociones encontradas. Lesly no dejaba de pensar en lo que encontraría cuando viera a Lian, mientras que Emma se mantenía fuerte por ambas, intentando no mostrar la preocupación que la consumía por dentro.

Al llegar a la ciudad, tomaron un taxi directamente hacia la casa de Lian. Al acercarse, la magnitud de la mansión les impresionó. Era una casa enorme y lujosa, casi intimidante en su grandeza. Pero el tamaño y la belleza de la propiedad no hacían más que aumentar la preocupación en el corazón de Lesly. ¿Cómo estaría Lian dentro de esas paredes?

Cuando llegaron a la puerta principal, Lesly tomó aire y, con Emma a su lado, tocó el timbre. Pasaron unos segundos que parecieron eternos antes de que una de las sirvientas abriera la puerta. La mujer, que parecía una persona amable pero claramente sorprendida por la visita inesperada, las observó con cautela.